Hay cosas que, aunque pasen los años, no cambian en la vuelta al cole. Los lloros en el primer día de clase siguen siendo los mismos; las miradas, perdidas al pasar por las aulas, se reproducen entre generaciones; y la ilusión por estrenarlo todo (desde los lápices de colores a la mochila) encuentra réplica fácilmente en los recién llegados. A todas estas sensaciones se unen, lógicamente, los clásicos nervios de cualquier estreno, pero también la incertidumbre por el qué pasará. ¿Tendremos que volver a casa? ¿Terminaremos el curso? ¿Servirán las medidas de seguridad preparadas con tanto ahínco para evitar los contagios? Las dudas son razonables, pero, en muchos casos, se soliviantan con certezas: las medidas de seguridad se cumplen escrupulosamente. Por los centros, en fin, no va a quedar.
En este primer día de clase en Madrid, EL ESPAÑOL ha entrado en el Colegio Internacional SEK Ciudalcampo, un centro bilingüe, situado en la zona norte de la capital –a la altura de San Sebastián de los Reyes–, que tiene en sus manos cada año la educación de más de 1.300 alumnos de entre 0 y 18 años; y que, tratando de hacer frente a la nueva realidad, ha invertido cantidades ingentes de dinero en adecuar sus instalaciones. “Llevamos desde el final del curso pasado adaptándolo todo para tratar de evitar posibles contagios. En verano ya tuvimos cursos de verano y ahora esperamos que, con todo lo que hemos hecho, no tengamos ningún susto”, reconoce la directora, Maricruz Lagar, en conversación con este periódico.
Allí, este viernes, todo estaba preparado para recibir a los nuevos alumnos: termómetros a las entradas, espacios abiertos para dar clase mientras acompañe el tiempo, hidrogeles, cartelería (desde la meramente indicativa a la que cataloga el centro como Free Covid), profesores y alumnos… Todos sabían lo que tenían que hacer –y, a los despistados, se les explicaban las nuevas normas que van a regir la vida académica durante este curso–.
Una mañana en el ‘cole’
En Madrid, este viernes, se han incorporado a las aulas tan solo los alumnos del primer ciclo de Educación Infantil (de 0 a 3 años) en los centros públicos de titularidad regional –y el lunes harán lo propio los de titularidad municipal–. Se calcula, en total, que la próxima semana, tan solo en la capital –una de las autonomías más tempraneras en abrir los centros–, habrá la friolera de 92.681 niños en las aulas. Y todos lo harán presencialmente.
En los colegios e institutos privados, en cambio, la Comunidad de Madrid ha dejado que exista más margen de maniobra. En el SEK Ciudalcampo, por ejemplo, este viernes, se han incorporado los alumnos de nuevo ingreso de Primero de Primaria, y los de primer y segundo ciclo de Infantil (de 0 a 6 años). Muy poquitos para la enorme capacidad de la que dispone el centro. En las aulas, la mayoría vacías, apenas si se escuchaba alguna lección.
Pero, los que han inaugurado el curso, lo han hecho adecuándose a la normativa. Entre las 8:30 y las 9:00 horas, pausadamente, sin prisas, han ido entrando los primeros en llegar. Todos, absolutamente todos, con su mascarilla, han accedido al centro por tres puertas. Por una de ellas, los de Primaria; por otra, los de segundo ciclo de Infantil; y por una última, los de primero de Infantil.
La rutina, para todos, ha sido la misma: han llegado con sus padres –que tienen prohibido acceder al centro–, han pasado por la puerta, han dejado que les midan la temperatura, han pisado los felpudos correspondientes, se han lavado las manos con hidrogel –sorprendidos, en algunos casos, por el buen olor que desprendía– y han accedido al centro para conocer a sus nuevos compañeros. Allí, todo organizado: cajas antibacterias, papeleras con pedal...
En este primer día, además, lo han hecho con dos periodistas a su lado –que, obviamente, han tenido que pasar todos los controles de seguridad para poder ver y fotografiar las instalaciones–. Dentro, se han encontrado con sus profesores, todos con sus test serológicos en regla. Han sido, en definitiva, los primeros, porque entre el 7 y el 9 de septiembre, la próxima semana, estos poquitos que han servido de avanzadilla compartirán espacios –aunque separados– con los más de 1.300 alumnos que acoge el centro.
Redistribución de espacios
— ¿Ves este espacio? Pues antes era todo diáfano. Ahora, está separado para que cada grupo sea una burbuja.
Maricruz Lagar, la directora, muestra el colegio mientras recita, de memoria, cada uno de los 20 protocolos (10 en español y otros 10 en inglés) que ha tenido que elaborar. En Educación Infantil, por ejemplo, a la separación lógica que establece la directriz de crear grupos burbuja, se le añade la compra de cajas antibacterianas para cada niño. “Las hemos traído desde Inglaterra. Ahí tienen sus juguetes y, cuando los terminan de usar, los dejan en el cubo de la limpieza para que puedan ser desinfectados”, cuenta la responsable.
El centro, además, obliga a cada niño a acudir a clase con una bolsa propia con mascarillas, hidrogel, botella de agua y clínex; además, deben limpiar su silla y su mesa cada vez que se levanten. Todo, explicado a sus padres a través de webinars para que sepan cuáles son las obligaciones de sus hijos.
A esto hay que sumar los protocolos que, a estas alturas, recitan de memoria en cualquier centro: distancia de 1,5 metros entre mesas –pertinentemente señaladas en el suelo–, hidrogeles, cartelería, señalización, instrucciones, mascarillas… Con una excepción en el caso del SEK: todas sus clases serán presenciales –pese a que la normativa de la Comunidad de Madrid establece que a partir de Segundo de la ESO la enseñanza sea semipresencial–. “Han hecho una excepción con los centros privados”, puntualiza la directora.
— Vayamos a lo más preocupante. ¿Y si hay un caso de coronavirus, qué se hace?
— En nuestro caso, se pondría en cuarentena a todo el grupo burbuja y a los contactos directos.
Para controlar eso, el centro ha nombrado a dos responsables Covid (una doctora y un profesor) -aunque la normativa de la Comunidad de Madrid tan solo obliga a uno-. Y, si la situación se descontrola –y tienen que volver a cerrar el centro–, han instalado 15 cámaras para que los alumnos puedan seguir las lecciones desde casa. “Ya hay algunos que no van a poder llegar al inicio porque están en sus países y no les permiten viajar y lo seguirán a través de Internet”, finiquita la directora.
Todo, por tanto, está listo: los protocolos funcionan correctamente, los alumnos saben qué tienen que hacer y los espacios están listos para la nueva normalidad. Pero eso no implica ni que en todos los centros vaya a funcionar ni que un brote en masa como el de marzo vuelva a obligar a cerrar los centros. En ese caso… no tendrán otra que cumplir órdenes. Pero, a día de hoy, en su primera mañana de apertura, están adaptados. Y sí, también nerviosos. ¡Cómo no!
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