Los dos presuntos autores de la muerte de Pablo -el joven de 22 años que falleció la madrugada del pasado viernes en el centro de Málaga al tratar de mediar en una pelea- se encuentran ya en los calabozos de la Comisaría Provincial de la Policía Nacional de Málaga.
Durante la tarde de este lunes los agentes detenían a uno de los sospechosos, y el segundo se entregaba horas más tarde, después de que la Policía les identificara a través de las imágenes de las cámaras de seguridad del local donde Pablo celebraba aquella noche su 22 cumpleaños.
La Policía detuvo al primero de los presuntos agresores, un joven de 25 años, cuando se encontraba en la calle, en el Jardín de los Monos de la capital. Se le acusa de un delito de homicidio. Los agentes arrestaron además a otras dos personas, de 30 y 21 años, acusadas de un delito de encubrimiento, si bien estos últimos detenidos quedaron en libertad a las pocas horas. A última hora se entregaba a las autoridades el segundo presunto autor de los golpes que mataron a Pablo, que también ha dormido en la Comisaría.
El fatal desenlace de aquella noche de marcha se producía sobre las cuatro de la madrugada, cuando tras varias horas de diversión con su pandilla de amigos Pablo decidió salir con uno de ellos a tomar el aire a la calle. Allí se topó con varios jóvenes que discutían acaloradamente y que estaban llegando a las manos.
Sin pensarlo dos veces, Pablo, un joven de talante generoso y pacífico, se acercó para mediar en la disputa y tratar de detenerla. Fue entonces cuando la furia de los golpes cayó sobre él. Un puñetazo le derribó y una patada le estrelló contra un muro de la calle. Perdió el conocimiento. Su amigo sufrió una crisis de ansiedad.
Poco a poco algunas de las personas del local se percataron de que pasaba algo en la calle. Algunos de sus amigos salieron aprisa. Pero ya era tarde. Telefonearon a los servicios de emergencias mientras trataban de reanimarle. Una ambulancia llegó a gran velocidad sorteando los pivotes que delimitan la zona peatonal del centro de la ciudad. Mientras los servicios médicos le atendían, Pablo sufrió una parada cardiorrespiratoria que duró varios minutos. Durante media hora, le practicaron maniobras hasta que lograron estabilizarlo para llevarle al hospital.
La ambulancia corrió por las calles vacías de la ciudad, pero al llegar al Hospital Clínico el estado del paciente era crítico. Los fuertes golpes en la cabeza le habían provocado lesiones muy graves, y permaneció horas en coma. Finalmente, el viernes por la tarde los médicos certificaban su muerte cerebral y se activaba el protocolo para la donación de sus órganos.
La historia de Pablo es la de un joven solidario que trataba de ayudar a los demás, y que con solo cinco años donó su médula para salvar a su hermano José de la leucemia.
Aunque la familia no le pudo ganar la batalla a la enfermedad, gracias a Pablo su hermano vivió diez años más. La familia trataba de superar ahora aquella pérdida, y Pablo, muy deportista y que se disponía a preparar unas oposiciones, se desvivía por atender a su sobrino pequeño, la nueva ilusión de su familia.
La noche de su muerte, precisamente, se había preocupado por si tenía que recogerlo al día siguiente. Pero unos golpes brutales e inesperados interrumpieron repentinamente el latido de su gran corazón.