Catorce años después de sembrar el terror en la Fundación Jiménez Díaz de Madrid fruto de un brote de esquizofrenia paranoide, la médico Noelia de Mingo está a un paso de recuperar la libertad, y, de conseguirlo, quiere publicar los relatos que ha escrito y ser traductora.
Así se lo ha explicado a algunos de los forenses que la han tratado y que han coincidido en que De Mingo está preparada para salir del psiquiátrico y recibir tratamiento ambulatorio bajo la custodia de su madre.
La juez de Vigilancia Penitenciaria, con el visto bueno del fiscal, ha pedido ese cambio. Ahora será la Audiencia Provincial de Madrid -el tribunal que la sentenció a 25 años de internamiento- la que decida si acepta esa propuesta o no.
Ella ha disfrutado ya de varios permisos y se ve preparada para salir en libertad. Ha aprendido a vivir con lo que hizo. Es consciente, eso sí, de que la alarma social que generó su caso puede influir en la decisión del tribunal. Y tiene una visión "real" de su futuro. Sabe que acarrea un estigma que puede complicar su vida.
Así reza en el último informe psiquiátrico aportado a la causa, el realizado el 7 de abril de este año por el Instituto de Medicina Legal de Alicante, cuyo autor, al igual que los especialistas del Centro Penitenciario Psiquiátrico de Fontcalent, la trabajadora social y el psiquiatra que la trataría si sale en libertad, son partidarios del cambio de tratamiento.
En esos informes, a los que ha tenido acceso Efe, consta que De Mingo ha salido en dos ocasiones de permiso, una durante quince días y otra durante sesenta, y tiene pendiente otro de noventa días. Ha hecho el Camino de Santiago con otros internos. También sale diariamente del centro sin acompañamiento para asistir a la escuela de idiomas y come en una casa que ha comprado su familia.
Noelia tiene planes de futuro. Ha estudiado inglés, portugués y valenciano. Y quiere ser traductora. En principio, de valenciano, porque para inglés sabe que se buscan licenciados. Pero baraja hacer un curso de traductor médico de inglés, idioma del que tiene un nivel alto (C1).
Aún así, es consciente de que tiene un 43% de discapacidad y que eso, unido a su pasado, complica la búsqueda de empleo.
También aspira a publicar los relatos que ha ido escribiendo desde que se presentó a un concurso en el psiquiátrico y de los que ha acumulado un volumen importante.
El informe de la trabajadora social deja constancia de que su familia está volcada con ella. Su madre ha aceptado su custodia y cuidado. Y sus hermanos no han dejado de visitarla. Ahora -dice- puede ejercer de tía con sus sobrinos, algo de lo que "tenía muchas ganas".
Durante su entrevista con el psiquiatra del Instituto de Medicina Legal de Alicante le contó que considera "inexplicable" lo que le pasó. Porque ella es "muy pacífica" y "huye de los conflictos".
Catorce años antes
Lo que pasó es que el 3 de abril de 2003, De Mingo, médico residente especializada en Reumatología, de 31 años, cogió el cuchillo que había comprado en una tienda, hizo un agujero en su bata y lo metió convencida de que "era el final", de que "iban a acabar con ella".
Una vez en el hospital, sonó un teléfono, lo cogió su compañera Leila El Ouamari, de 27 años, se río y Noelia entendió de que había recibido la orden de acabar con ella. Estaba segura de que no eran médicos, sino actores puestos de acuerdo para ver su reacción.
Se levantó, cogió su cuchillo y mató a Leila, a la paciente Jacinta Gómez e hirió a seis personas. Uno de ellos, Félix Vallés, murió dos días después. Su carrera homicida terminó gracias a un celador que la golpeó. Ella no recuerda nada más hasta que se despertó en el hospital.
Para entonces, llevaba dos años enferma. Sufría una esquizofrenia paranoide no diagnosticada ni tratada a pesar de que todos sus compañeros la veían mal. De hecho, Leila, la joven a la que quitó la vida, le ofreció ayuda si le pasaba algo.
Una semana antes de los hechos, el jefe del servicio le dijo que o iba al psiquiatra o la llevaría él. Para entonces ya ni siquiera exploraba a pacientes y dejaba la historia clínica en blanco.
Dos años antes de que ocurriera eso, Noelia estaba en el teatro y empezó a escuchar voces. Fue la primera vez de muchas. Pensaba que la seguían, que era víctima de una trama de los psiquiatras, que desde pequeña la vigilaban con satélites.
El tribunal sentenció que la Fundación Jiménez Díaz fuese responsable civil del pago de las indemnizaciones a las víctimas por no tomar medidas pese a que sus compañeros "habían puesto en conocimiento de sus superiores su estado, sus temores y el peligro que suponía su mantenimiento en el Hospital".
Consciente de la enfermedad
Todos los forenses concluyen que Noelia de Mingo es plenamente consciente de su enfermedad, de la relación entre ésta y sus actos, y del tratamiento que debe tomar. No ha sufrido ninguna recaída desde que se medica. "Hace crítica real del delito que ha cometido", dice el forense.
Las víctimas, representadas por la asociación El Defensor del Paciente, se oponen a que salga. Han sido informadas de todos sus permisos y ella asegura que no ha habido "problemas", aunque algunas directamente han pedido no saberlo.
Afirman que es peligrosa, y preguntan si "volverá otra vez a ejercer como médico aquella que mató a una compañera, a una paciente, al marido de otra paciente y dejó heridos de gravedad a otras seis personas".
La última palabra la tiene la Audiencia de Madrid, que ha pedido un informe al fiscal y a las acusaciones.