La extraña 'fuga' de los menores Lydia y Juan en Murcia: un adulto los ha podido acoger en su casa
La última pista de los desaparecidos, de 13 y 14 años, los sitúa en la estación de autobuses donde presuntamente trataron de contratar un taxi.
23 abril, 2020 20:05Noticias relacionadas
El tonteo diario y el intercambio de miradas cómplices entre Lydia y Juan fue una constante desde el inicio de curso en el instituto Cascales de Murcia. Y ocurrió lo inevitable: ella con 14 años y él con 13 años pasaron de la amistad a estrenarse en el amor. El rendimiento académico de Lydia fue a menos porque cambiaba las clases por pasar tiempo en el parque con su chico, Juan, al que habían expulsado del centro en marzo por acumular varias amonestaciones: mal comportamiento, desobedecer a los profesores... En solo unos meses el vínculo emocional entre ambos menores de edad se fue haciendo tan fuerte que han pasado de hacer novillos a fugarse juntos para saltarse el confinamiento domiciliario que les impedía verse.
“Son dos criaturas”, reflexiona con un nudo en la garganta Cristina, la madre de Lydia López Salinas, de 14 años. Este jueves se cumple el cuarto día desde que esta pareja de novios menores de edad se fugó de sus hogares en pleno estado de alarma por el coronavirus y sus respectivas desapariciones fueron denunciadas ante la Policía Nacional. “Estamos desesperados”, subraya esta mujer mientras admite que le está siendo imposible cumplir el confinamiento porque para ella exponerse a contraer el dichoso Covid-19 es un mal menor, con tal de volver a estrechar entre sus brazos a su querida hija. “No puedo estar esperando en casa sin hacer nada”, zanja con determinación.
Cada día que pasa sin saber nada de la mayor de sus tres hijos es más angustioso que el día anterior. “Vamos a seguir buscándola: si hace falta bajo tierra”, insiste Cristina. En su cabeza se repite como un bucle la última conversación que mantuvo con su hija y donde nada hacia presagiar que iba a fugarse. “El padre de Lydia y yo estamos separados, tenemos la custodia compartida, y este lunes la llamé por teléfono, a la una del mediodía, justo antes de marcharme a trabajar a la confitería”.
La adolescente estaba pasando el confinamiento domiciliario en casa de sus abuelos en el Barrio de Vistabella, junto a su progenitor, y Cristina la telefoneó para saber cómo llevaba la situación. “No noté nada raro. Cuando acabamos de hablar me dijo: 'Mamá llámame cuando salgas del trabajo'”. Siete horas después, a las ocho de la tarde, Lydia se fugó aprovechando que su abuelo salió del inmueble unos minutos para recibir a su esposa y poder aparcar el coche.
“Es la primera vez que hace esto”. Su madre no asimila ese comportamiento en Lydia porque no daba problemas en casa. “Le encantaba bailar y jugar con sus dos hermanos pequeños”. Uno de 7 años y otro un bebé de solo un añito. También ellos extrañan a su hermana a la que se perdió la pista en la calle Lugo del Barrio de Vistabella. La principal hipótesis que manejan tanto la familia como los investigadores es que Lydia corrió al encuentro de su novio porque, ese mismo lunes, Juan se había fugado de su domicilio familiar, situado en el Barrio de Santiago el Mayor de Murcia.
Este chico, de nacionalidad ecuatoriana y 13 años de edad, esperó a que sus padres se marchasen a trabajar a primera hora de la mañana y se escapó con sigilo por una ventana para burlar a su hermana mayor que se había quedado a su cargo.
Última pista: la estación
La Policía Nacional está trabajando sin descanso en la búsqueda de los dos menores de edad con la colaboración de Policía Local, Guardia Civil y SOS Desaparecidos. Entretanto, Cristina, su esposo, Mustafa, y su exmarido, Alejandro, están pegando cientos de carteles con la foto de Lydia por toda la capital murciana: desde la Plaza de las Flores a la zona de centros comerciales de Nueva Condomina y los barrios que solía frecuentar en compañía de sus amigos. Están empapelando cada calle desde Vistabella a El Carmen, incluso el Jardín del Malecón.
“También hemos mirado por casas abandonadas”, apunta Cristina. La última pista fiable que tuvieron de su hija, Lydia, y su novio, Juan, les llevó este miércoles al Barrio de San Andrés. “Nos llamaron diciéndonos que les habían visto en los alrededores de la estación de autobuses tratando de contratar un taxi pirata para marcharse de Murcia y fuimos para allá a buscarlos”. No los encontraron. “Sus compañeros de clase nos han dicho que tenían planificado fugarse hace tiempo”, asegura apesadumbrada la mujer. “Vamos dando palos de ciego: no sabemos por dónde mirar”.
Capturas de WhatsApp
El círculo íntimo de amigos de los menores está siendo escudriñado al milímitro por la Policía Nacional para tratar de dar con el paradero de los dos desaparecidos. Los investigadores también están haciendo un seguimiento minucioso de las redes sociales y han analizado el teléfono móvil de Lydia porque no se lo llevó de casa de sus abuelos. Del análisis del terminal han podido constatar que la chica había borrado varias conversaciones mantenidas con su novio.
Las familias de los desaparecidos están colaborando activamente con la Policía Nacional para que la investigación llegue a buen puerto. Prueba de ello es que un familiar ha aportado a los agentes unas capturas de conversaciones de WhatsApp donde supuestamente el chico, de 13 años, le dice a su novia, de 14 años, que tienen que fugarse: “Ya es la hora”.
Mónica, la madre de Juan, confiesa apenada que esta es la segunda vez que su hijo se escapa de casa: “La primera vez que lo hizo fue en marzo y estuvo desaparecido nueve días”. La mujer confirma que el pequeño de sus tres hijos tiene el teléfono apagado desde el lunes porque todos los días le llama decenas de veces: “Estar sin saber de él es un sinvivir”.
¿Les ayuda alguien?
Mónica detalla que en la primera ocasión que Juan se fugó “me dijo que se marchó porque quería más libertad, pero esta vez no sé por qué se ha ido, imagino que se habrá escapado con Lydia”. Desde su expulsión en el instituto la familia le había restringido el acceso a las redes sociales y estaba estudiando cambiarle de centro para ver si mejoraba su conducta. Sin embargo, tras la expulsión estalló la pandemia del coronavirus y esos planes se quedaron aparcados. Ahora lo único que les quita el sueño a los padres de Juan es encontrarle en buen estado.
“La primera vez que se marchó estuvo durmiendo en casas de amigos, creo que alguien le tiene que estar ayudando porque mi hijo no se llevó ropa y solo tenía diez euros que cogió de su hucha: así uno no puede irse a ningún lago”, reflexiona Mónica. La posibilidad de que existe algún cómplice la comparte Cristina, la madre de Lydia, porque su hija tampoco se llevó ropa ni cogió dinero: “Estamos empezando a creer que la ha cogido un adulto”.