Su vida no había sido un camino de rosas. Desde hacía tiempo, esta joven estadounidense andaba perdida. A los 17 años dejó la escuela. A los 19 probó su primer porro. Y a los 20 se arrancó los ojos y los aplastó con sus propias manos. Kaylee Muthart tenía adicciones a varias sustancias, un trastorno bipolar que le diagnosticaron más adelante y la sensación de que cometiendo un acto tan salvaje como la automutilación se liberaría de todo eso.
No lo consiguió: era simplemente el pensamiento durante un 'mal viaje' de metanfetamina. Después, lo único que logró fue quedarse ciega y que su rostro anterior, en el ingreso hospitalario y posteriormente se publicara en decenas de medios, tanto del país norteamericano como de otros lugares del mundo.
Ahora, tras aquel tétrico episodio, el nombre de esta residente en la ciudad de Chicago ha vuelto a saltar a la palestra por su evolución física y por las revelaciones sobre aquellos momentos borrosos. Según recogen algunas publicaciones, Kaylee Muthart luce unas prótesis en lo que antes solo eran las cuencas oculares y goza de una felicidad aceptable en compañía de su pareja, Alex George.
Es este compañero, de 45 años, el que graba uno de los últimos vídeos donde se la ve sonreír: el momento en el que le colocan estas pupilas adaptadas. George repite varias veces lo guapa que está mientras ella duda de que estén registrando esos instantes por su falta de visión. "Ella nunca fue diferente a mí, pero sé que ha querido esto durante mucho tiempo y estoy muy feliz de que lo tenga ahora. Sentí tanta alegría, amor, aprecio y gracias a Dios", declaraba su pareja al periódico New York Post.
Pero volvamos al suceso concreto. Muthart dejó los estudios después de ausencias por trabajo y un diagnóstico de arritmia cardíaca. Con estas circunstancias, decidió tomarse un tiempo libre y luego regresar y obtener una beca universitaria para estudiar biología marina. Un año después, sin embargo, comenzó a beber más alcohol del habitual y a fumar marihuana. Todavía evitaba las drogas más duras.
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Con 19 años experimentó un "extraño subidón" después de fumar un porro que se cree que estaba mezclado con cocaína o metanfetamina. Aquella experiencia le hizo sentir "particularmente cerca de Dios". "No tenía trabajo y mi relación con mi novio de dos años empezaba a deteriorarse. Para hacer frente, seguí fumando marihuana y bebiendo alcohol y comencé a tomar Xanax recreativamente", confesaba en 2018 a Cosmopolitan.
"Debido a la ruptura, tuve un colapso mental. Meses después, en febrero de 2018, me diagnosticaron trastorno bipolar. Tenía sentido, ya que cuando me sentía feliz, me sentía súper feliz, y cuando me sentía mal, me sentía profundamente deprimida. Eso me dejó especialmente vulnerable y expuesta a las drogas", añadía.
La joven seguía enganchada a ese colocón. La buscaba una y otra vez. Hasta que terminó con algo más salvaje. "Estaba alucinando, así que mis recuerdos son borrosos. Recuerdo haber pensado que alguien tenía que sacrificar algo importante para enderezar el mundo y esa persona era yo. Pensé que todo terminaría abruptamente y todos morirían si no lo hacía si no me arrancaba los ojos inmediatamente", relataba.
"Me metí el pulgar, el índice y el dedo medio en cada ojo. Agarré cada globo ocular, lo giré y tiré hasta que cada ojo se salió de la cuenca; fue una lucha enorme, lo más difícil que he tenido que hacer", continuaba, "porque ya no podía ver, no sé si había sangre, pero sé que las drogas adormecieron el dolor". Cerca del lugar donde cometía esta automutilación había una iglesia. Los fieles reunidos dentro salieron corriendo al oír sus gritos. Ella rechazó la ayuda.
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Uno de los responsables religiosos dijo que la vio apretándose los ojos con las manos mientras todavía estaban unidos a su cabeza. Aseguran que gritó "¡Quiero ver la luz!" y que aplastó los ojos. Cuando los médicos pudieron calmarla, ya era demasiado tarde para salvarle la vista. Muthart pasó una semana en el hospital antes de ser transferida a un centro de tratamiento psiquiátrico.
Tras este hecho que le cambió la vida, Muthart ha aprendido "una cantidad decente" de braille, está esperando la asistencia de un perro guía y muestra entusiasmada sus prótesis, que enseñó a su madre, Katy Tompkins a través de una videollamada: "Ella también lloró de felicidad", apuntaba Muthart a The Sun, "está muy emocionada por mí y por este próximo capítulo de mi vida". Muthart se plantea obtener el título de secundaria e ir a la universidad. "Dejar la metanfetamina fue horrible física y mentalmente. Hubo alucinaciones y psicosis, pero lo superé gracias a Dios", incide.