Padilla aterrizó con la cara sobre el piso de Las Ventas, hecho un guiñapo en la arena. Arrastrado con toda la inercia del cuerpo en el aterrizaje sobre el lado de la cara donde cae el parche negro. El parladé se había lanzado con sus 641 kilos impulsados por la enorme bodega, barriga y pechos de elefante, cuando abrió los brazos sujetando las banderillas. Se citaron. La enorme testud llegó primero al esternón y los pitones lo estrujaron, levantándolo como un fardo sin hundir la punta, zarandeando al hombre que ya volaba sintiendo la presión: no lo partió en dos, pero lo crujió de arriba a abajo. En el suelo pasó sobre él como sombra de un dragón, dos pitonazos no perforaron la carne y con las pezuñas encontró blando. Palizón. Se levantó como pudo y logró poner dos pares más, uno al violín, con la plaza en vilo.
Ya se había ido antes al filo de la portagayola, librada al paso distraído del toro. Allí salió el colorao, redondo, gordo, todo carne, y zancón. Un juampedro en relieve, como si le hubieran dado 'zoom' al encaste. Del brindis al público se descolgó un pase del desprecio templado. 'Facundo' guardaba una gatera, arrancándose con todo. Tuvo que tirar de él Padilla por el derecho. Se miraban a los ojos. Las puntas señalaban a los machos. No había motor para moverse. El buey se acordaba del tacto de la presa. Guasa toda. La muleta flameaba. Reponía el toráncano al natural. Padilla lo cazó después del circular y pasó a la enfermería.
No apareció hasta el cuarto, con la cara y la camisa ensangrentada, el chaleco abierto y una hombrera arrancada. El Ecce homo de Jerez cuajó esta vez el tercio de banderillas. Se fue hasta los medios. Sacó al toro de rodillas, un derechazo, otro de pecho. No humillaba ni por casualidad 'Fanfarrio'. Una fanfarria de toro, que diría mi abuelo. Se fue apagando hasta quedar en marmolillo: como si Padilla fuera Medusa. Se estiró queriendo alargar el viaje, pasándolo por las dos manos. Al natural surgió algo mejor. El medio muletazo lo apuró, provocado con el medio zapatillazo. La gente respondió con la imagen todavía en mente de Padilla volando a la bandera y una minoría pidió la oreja. Quedó en saludos. Sobrevivió una tarde más.
El segundo toro parecía el sobrino del primero. Los 570 son los nuevos 490. Ya ocurrió el día de Juan Pedro Domecq. El ojo se acostumbra a lo enorme y el grande parece normal y así. Bah. Madrí apuesta por rinocerontes en vez de toros de lidia. Fue además un cabronías. Ya pasó un atragantón Garrido. De la tafallera salió despedida la montera. Fandiño se encontró en la muleta un pitonazo en cada movimiento, una mirada a la deriva. Por el palillo todo, reponiendo desde las manos, buscando el oro. En la suerte suprema, Fandiño chocó contra el dique de los pitones al pecho.
Totalmente distinto fue el quinto. Grandísimo, con cinco años y medio, salió de chiqueros como Kardashian. Era todo cuartos traseros, qué volumen, cómo contoneaba los 649 kilos yendo a los burladeros. Fandiño se estiró a la verónica. Los dos puyazos los tomó con alegría y el primero cayó en la yema.
Se fue el torero directo a los medios. El toro sacó el galope del caballo, alegre. La inercia lo alejaba en la primera arrancada para ir a menos sucesivamente, acostándose en la tercera vencido por los kilos. Cuarta y quinta eran un mundo para el animalote. Hubo dos tandas con energía. Luego cambió los terrenos el de Orduña y al peso del toro se le incorporó además el tercio. Una ballena varada era entre las dos rayas. La estocada caída fue suficiente para desempolvar una ovación en el último toro de Fandiño este San Isidro.
También era la última comparecencia para José Garrido. Con el capote estuvo dispuesto toda la tarde, desde las verónicas a las gaoneras con el compás abierto. Las chicuelinas arroparon el lance, gustándose el extremeño. Su primer toro inauguró la procesión de cinqueños. Vaya expresión. Le salía la edad por los poros. En el centro se echó la muleta a la izquierda. Venía también un poco por dentro. Cantó la gallina. De tercio a tercio. Los toques fuertes lo convencían. Quedó parado, soseando. Los naturales no subieron el peldaño.
Salió el sexto con la plaza convertida en un botellón. Voces, camareros y el olor espeso a esquina en los vomitorios, qué panorama. Parecía que iba a ser. A los cites iba largo, con un galope extendido. Como al resto, la inercia le jugó una mala pasada. Ni con turbo. Se fue quedando. Firme Garrido tiró de él. No salía de los vuelos. Se rebrincó. Al natural, los pitones al pecho. Estuvo mucho tiempo en la cara el matador y le protestaron las bernadinas. Se volvió a atascar con la espada. El toro se echó por su propia voluntad. Comienza la cuenta atrás. Ya quedan 10 tardes.
PARLADÉ/ Juan José Padilla, Iván Fandiño y José Garrido
Monumental de las Ventas. Jueves, 26 de mayo de 2016. Vigesimoprimera de feria. Casi lleno. Toros de Parladé, 1º agarrado, descompuesto el 2º, un 3º parado, 4º sin humillar, bueno el 5º a menos, se quedó en nada el 6º.
Juan José Padilla, de grana y oro. Espadazo trasero y caído. Aviso (ovación). En el cuarto, estocada entera algo tendida (ovación).
Iván Fandiño, de verde manzana y oro. Dos pinchazos, media en el sótano, varios descabellos. Aviso (silencio). En el quinto, estocada caída (ovación).
José Garrido, de tabaco y oro. Tres pinchazos y un descabello. Aviso (silencio). En el sexto, tres pinchazos (silencio).