Los tres novilleros que estrenaron este martes la Feria del Toro 2016 debutaban en la plaza de toros de Pamplona para abrir la semana larga en la que la ciudad se derrama sobre el mito viviente del bravo. La cuenta atrás llega a su fin y en el enorme 7 de julio, la fecha que parte el calendario en dos, se desatará la centrifugadora con una peregrinación mundial al encuentro del pitón y el bufido.
Luis David Adame, el mexicano que causó sensación este San Isidro, volvía a una plaza de primera después de la cornada sufrida en Madrid. El ambiente para su debut en Pamplona era inmejorable. Estuvo a la altura de lo esperado, confirmando su ventaja sobre los compañeros de escalafón. Figura en potencia.
Las dos orejas llegaron ante el quinto. Manejó el capote con solvencia durante toda la tarde. El saludo en ese novillo fue con rodilla en tierra por verónicas. Lo llevó al caballo galleando por chicuelinas. Los dos puyazos fueron exactos y precisos. Las zapopinas, las lopecinas de Juli, despertaron a la plaza, medio aburrida hasta ese momento. Mantuvo alto el interés desde los medios, abriendo con los cambiados muy ajustados una vez se hizo con la muleta. La cabeza despejada para utilizar el valor.
El novillo iba y venía con cierta transmisión sin emplearse. En una de las tandas al natural soltó la cara y se lanzó al fajín, atrapando a Adame asentado, que se libró por milímetros. La taleguilla marcada quedó como único indicio del asalto porque el mexicano no levantó el pie en ningún momento. Se puso en el mismo sitio, firme y toreando despacio, para armar otro ramillete de naturales. Cambió a la derecha, soltó una arrucina y de nuevo al natural. Pasaron cerca las manoletinas. La muerte abrochó una actuación seria, con desparpajo, en la suerte de recibir. Dos pañuelos se descolgaron rápidamente del palco.
Se deshizo en estatuarios, atalonado, cambiando por detrás en el último instante con su primer parralejo. Antes se había presentado en San Fermín con un larga cambiada; también repitió quite. Dos veces utilizó las chicuelinas, primero en el novillo de Marín.
Luego la faena basculó de manos, entendiendo la condición sosa, con tendencia a rajarse del parralejo. El muchacho lo ponía todo. Las ideas claras, el desparpajo. El torete alcanzó por fin las tablas con ansia de naufrago y hasta allí se fue el hidrocálido para exprimirlo con unos circulares. Rajado definitivamente, las manoletinas no tuvieron el efecto deseado. Al pinchar la muleta se cortó Adame en la mano. Las dos sangres se encontraron arriba, donde cayó el acero, y cortó una oreja, la primera de la feria.
Javier Marín, navarro, fue el encargado de abrir el ciclo. Se puso de rodillas, encadenando cinco faroles al primer parralejo que desplegó el galope en la profunda arena. Hasta los medios se fueron los dos en un oleaje de capote repetido hasta en cinco ocasiones para no moverse más de allí. Los cambiados por la espalda y la faena se sucedieron en el centro del ruedo.
Marín quiere componer, se asienta y mete la barbilla en el pecho. Estuvo más cómodo con la derecha, no hubo el mismo ritmo al natural. El utrero, montado en los primeros compases, tuvo calidad, yendo a menos hasta pararse, manteniendo la nobleza intacta y quiso siempre distancia. Las bernadinas dieron lugar a tres pinchazos y Marín paseó una vuelta al ruedo ante sus felices paisanos, que vivían lo mejor de las fiestas, su previa.
También se tiró de rodillas en el tercio con el más basto cuarto. Si en el primero la derecha fue la mano, aquí se templó al natural. Toreó despacio. Tirando de la embestida, hurgando en el comportamiento más áspero de este ejemplar, sacando momentos buenos. Esperó a que metiera la cara sin descomponerse, encajado. Fue capaz de dar tiempo y sitio y mató, esta vez sí, a la primera. El espadazo no fue eficaz. Tardó en morir el novillo y la oreja se desprendió de inmediato del palco.
Andy Younes, francés, completaba el cartel internacional, reflejo de la dimensión del toreo. Hay un vivero de chavales con ganas de ser toreros bajo todas las banderas. El jabonero tercero era precioso. Las hechuras de plaza de primera perfectas, sin estridencias.
Las verónicas de Younes mostraron cierto empaque. Embestía su compañero con calidad. Con la muleta se fue directamente a la mano izquierda. Cerrado el compás y vertical, lanzó la mano en un par de tandas. La primera, la mejor. Después el de El Parralejó se paró y se metió Younes entre los pitones. De rubio a rubio. Tras el fallo, el espadazo no fue suficiente. Los intentos con el descabello se convirtieron en silencio.
Por doblones se inició con el último, paletón, más feo. Ese sexto salió hasta la segunda raya mandado por Younes y ahí transcurrió la faena. Basó el trasteó en la mano derecha. Se quedaba debajo. Con un tirón tantearon la orilla de los medios. Se lo pensaba, soltaba la cara y lo intentó el de Arles al natural. No había mucho lucimiento. Tragó de nuevo con la diestra en el medio muletazo. Hubo firmeza. Los nubarrones aparecieron otra vez con la espada, estrellado el torero entre los pitones.
Estatuarios, atalonado.
EL PARRALEJO/ Javier Marín, Luis David Adame y Andy Younes.
Plaza de toros de Pamplona. Martes, 5 de julio de 2016. Primera de feria. Más de tres cuartos de entrada. Utreros de El Parralejo, el noble 1º, un soso y rajado 2º, con clase y a menos el 3º, más áspero el 4º, no se empleó el 5º, sin clase y a la espera el 6º.
Javier Marín, de azul noche y oro. Dos pinchazos y pinchazo hondo (vuelta al ruedo). En el cuarto, espadazo atravesado (oreja).
Luis David Adame, de grana y oro. Estocada entera (oreja). En el quinto, estocada algo caída en la suerte de recibir (dos orejas). Salió a hombros por la puerta grande
Andy Younes, de lila y oro. Pinchazo, estocada y varios descabellos (silencio). En el sexto, varios pinchazos y dos descabellos (silencio).