Lo mejor de estos días es bajar a Las Ventas por Avenida de los Toreros. El paseo es breve y agradable, cuesta bajo, con la querencia claramente marcada. Una delicia para lo que suele ser Madrid. La temperatura es ya la ideal. El paso se acelera cuando aparece recortada la Monumental encima del valle delimitado por las calles Alcalá y Julio Camba. Fenomenal ambiente en los aledaños al poner el primer pie en las escalones. La gente va y viene, hay corrillos, personas que esperan a otras y aglomeraciones en algunas puertas. Todos se arremolinan atraídos por el imán de la plaza: un peregrinaje de más de 23.000 almas sin reivindicar nada, por gusto. Sin resentimientos. Se respiraba la expectación. Repitió el Rey emérito, que ha visto cuatro de las cinco confirmaciones perfeccionadas en estas dos semanas de feria. Todo eso echó a perder la nefasta e infumable corrida de Alcurrucén.
El confirmante esta vez era José Garrido, que se presentaba como matador en Madrid sin la propaganda de otros jóvenes compañeros de revolución. Saludó una única ovación en los albores de la tarde. Escaso recuerdo para una tarde que prometía mucho más.
Se desplegó con el capote sin pensarlo con su primer toro en Las Ventas. Las verónicas de Garrido tuvieron prestancia hasta los dos últimos lances, tropezados por el serio primero.
Quitó el freno de mano para alcanzar la muleta de Garrido en el centro. De rodillas y enganchando delante hubo una conjunción inmediata. Por abajo respondió el alcurrucén, hasta entonces distraído, con el tranco de la casa y el hocico por delante. Se sucedieron ocho muletazos limpios y largos, con el de pecho ligado como si estuviera de pie el torero. Una pedazo de tanda. No hubo limpieza sin embargo en la segunda: el toro soltaba un pitonazo y Garrido no cogió la velocidad.
Desde entonces el núñez no fue el mismo, cambiante y complicado. Al natural se paró. Le hizo a Garrido la zancadilla y el pitonazo al muslo lo despidió un metro en vez de hacer carne. Mató a la primera. La ovación, que ya está escrito, sería lo único tangible dos horas y cuarto después.
Fue un poco paletón el sexto. 'Trompetillo' no tuvo nada, apagado. Arriesgó José Garrido en el quite para levantar la sombra que recorrió los tendidos desde la
muerte del cuarto. Las caleserinas de rodillas, iniciadas con un farol, se antojaron imposibles. Se fue cuerpo a tierra al rematar con la larga cambiada. Lo intentó Garrido con la muleta por ambas manos. Su convicción no sirvió. Ni el arrimón. Y es que el extremeño toreaba sobre los escombros de la tarde, despeñada sin remedio mucho antes. Vaya marmolillo 'Trompetillo'. Se estrelló al entrar a matar y fue a la tercera.
Hace una semana Castella dejó una impresión fría en su primer compromiso olvidada tras el tifón de Talavante y el triunfo de Roca. Quedan otros dos.
Volvía este viernes con la misma corrida que lo hizo triunfador en 2015. No hubo 'Jabatillo' ni nada que se le pareciese. En siete días tampoco ha cambiado demasiado la cosa. Desarrolló su manido inicio de faena en los medios con el quinto cambiando el viaje por atrás. Su clasicismo. La embestida fue con todo, descompuesta, puesto el torero por fin de frente. Y después nada. Sonreía el francés a las ocurrencias del público, con el que interactuó mientras buscaba algo del tercero. Desarmado al natural desistió como no hizo ante aquel toro, con el que alargó una faena inconsistente e insulsa mientras lo intentaba con las dos manos sin eficacia. No encontró más que dos naturales cuando enganchó desde el hocico. Sólo eso. El toro se rajó harto, el aviso sonó y siguió toreando.
El Juli se estrelló con su lote. El segundo toro era largo, castaño, jirón, calcetero y redondo en toda su dimensión. Un torazo de 608 kilos. Un núñez relleno. Reponía desde las manos. Se dobló Juli brusco en el inicio y se acabó. Tan enorme como soso. Después ocurrió casi lo mismo. Se sostuvo un poco más el cuarto, sin poder, del que hizo acopio El Juli. Le dio sitio después de agobiarlo. Empujó el madrileño al natural pero nada. La transmisión se quedó en casa.
ALCURRUCÉN/ El Juli, Sebastián Castella y José Garrido
Monumental de las Ventas. Viernes, 19 de mayo de 2016. Decimoquinta de feria. No hay billetes. Toros de Alcurrucén, de buen y cambiante pitón derecho el complicado 1º, descompuesto el 2º, un 3º deslucido, soso el enorme 4º y el 5º, muy apagado el marmolillo 6º.
El Juli, de verde y oro. Pinchazo hondo y varios descabellos. Aviso (silencio). En el cuarto, estocada entera algo trasera (silencio).
Sebastián Castella, de azul marino y oro. Pinchazo y espadazo en los bajos (silencio).
José Garrido, de gris perla y plata. En el de la confirmación, estocada entera contraria. Aviso (ovación). En el sexto, dos pinchazos y estocada entera (silencio).