Volvía el Rey a la plaza y volvía el rey a Las Ventas después de un año ausente. Don Juan Carlos y su corte de guardadespaldas, amigos y acompañantes bloquearon la entrada al patio de arrastre donde todo el mundo lo quería saludar en una llegada musical amenizada por la charanga, el calor y un olor agrio a muchedumbre. Las confluencias. Y Enrique Ponce se gustó descorriendo las cortinas entorno a su concepto de distancias, tiempos y alturas. Decir que Ponce es el rey es un recurso manido y cursi pero es que roza la perfección camino de cumplir los 30 años de alternativa. Treinta.
Lo mejor ocurrió en el segundo, 'Malaguito', el más feo de todos los que pisaron la arena. La corrida de Puerto de San Lorenzo no destacó ni por arriba ni por abajo. Algunos más lavados, otros más agresivos en la monotonía. Tuvo una general falta de fuerza y dos se rompieron las manos y otros dos fueron devueltos antes de consumarse la lesión.
Enrique Ponce alcanzó los medios por verónicas con 'Malaguito'. Media y revolera, chicuelina y larga para soltarlo en el caballo. Derribada la montura, Ponce decidió picarlo con el caballo libre, corriendo la cabalgadura hasta los terrenos del '6'. Un acierto. Se enceló el toro bajo el hierro las dos veces.
El inicio de faena por bajo, doblándose, fue muy torero. Un cambio de mano quedó a medias. Blandeaba el toro, como tocando a retirada, pero el de Chiva no se lo iba a permitir. La mano derecha describió un trazo suave, ligada desde el perfil, a la altura que pedía 'Malaguito': por abajo no se sostenía. La distancia la encontró sin viento, por el mismo lado, elevando el tono de la faena. Muchos quilates. Los oles se sucedieron desembocando en el consumado, ahora sí, cambio de mano elegante y templado.
Al natural se emborronó un poco. Y Ponce resolvió dando distancia, tiempo, afianzando. Uno acabó enorme por debajo de la pala del pitón. Sin ganas tomó el toro dos derechazos a pies juntos. Llegó un aviso. Ponce había estado a gusto, moldeando la embestida. Pinchó una faena perfecta para volver a poner de moda las vueltas al ruedo.
Después de devolver a los dos que salieron en cuarto lugar por renquear de sus frágiles remos de porcelana, como si los hubieran tenido a remojo todo el día, apareció el sobrero de Valdefresno, castaño, una prenda. 20 años después como una ruleta del destino allí estaban otra vez hierro y torero. El mismo grana. Y los pitones de 'Pituso' haciendo jirones el aire, veletos, no tan descarados como los de 'Lironcito'. Se acabó toro e ilusión en el caballo. Ponce probó. Un solitario derechazo en los inicios hizo descolgar a 'Pituso', que acudía siempre encampanado y midiendo. Se cruzaba Ponce con la muleta como una bandera. Lo vendió bien. 'Pituso' era incómodo y sin el motor de su bisabuelo.
En la izquierda la muleta era un pendón. Vaya tarde huracana. El toro se aburrió antes que Ponce. Imposible. Macheteó con torería dejando un sabor de boca muy bueno y las ganas de verlo una tarde más que no será.
Desde el centro acudió al galope el sexto. Allí estaba Román. El brindis al público desencadenó una tanda de derechazos en la distancia. Se quedaba abajo el del Puerto primero, soltando la cara. Luego la tomó mejor. Román la dejaba puesta, sosteniendo una embestida con transmisión que no terminaba de salir de los vuelos. Pesaban los segundos en el embroque. Tragó el confirmante, tiró del toro, cada vez más agarrado, y al natural subió la emoción. Se acabó el toro.
Las dos poncinas del final fueron largas, tuvieron ritmo. En la segunda se le coló y resolvió. Una sorpresa. A pies juntos cerró el último pase de pecho.
Dejó Román buen ambiente después de tener toda la mala suerte con el toro de la confirmación. 'Relicario' perdió un casco de la pezuña derecha y se partió la mano izquierda después de los estatuarios. Para abajo se fue en el desprecio detrás de su bonito tranco. En ese resbalón ocurrió la desgracia augurando lo que vendría después. La plaza reaccionó peor que a mil descabellos. Un dolor innecesario. Román, que se había ajustado las gaoneras en el quite, se fue a por la espada. El toro mermado produce compasión, sentimiento incompatible con la lidia. A la segunda fue y el descabello ahorró males mayores. Recogió la montera de manos del Rey con resignación. "Lo siento", se leyó en sus labios.
Los dos toros de Daniel Luque fueron frágiles de cuerpo y espíritu. Su primero, que brindó al Emérito, llevaba un trote chulesco, de un lado a otro, difícil de encajar. Esa manera de moverse en el ruedo obedecía a una lesión latente en las pezuñas. Parece como si las hubieran tenido a remojo todo el día. Se descubrió en la primera tanda y el toro la acusó algo más tarde. El quinto tuvo poco ímpetu. Desgastado en los quites, Román por tafalleras rematadas con una larga cambiada librada al milímetro y Luque por verónicas templadas como respuesta, se desentendió de la muleta después. Lo trató bien el de Gerena, con suavidad. Al natural el toro iba algo más sin fuerzas ni ganas y la muleta corrió a su velocidad con parsimonia. Por la derecha, justo cuando cogía entidad alguna tanda echaba la cara arriba y se desentendía, desguazando lo conseguido. Con un bajonazo a la segunda fulminó Luque su toro y su paso por Madrid.
PUERTO DE SAN LORENZO/ Enrique Ponce, Daniel Luque y Román
Monumental de las Ventas. Jueves, 19 de mayo de 2016. Decimocuarta de abono. Casi lleno. Toros de Puerto de San Lorenzo, de buen tranco y en el límite de fuerzas el lesionado 1º, un blando 2º, lesionado también el 3º, flojo, soso y desentendido el 5º, con transmisión el 6º y uno (4º tris) de Valdefresno que no se entregó.
Enrique Ponce, de grana y oro. Pinchazo, estocada casi entera trasera y perpendicular y un descabello. Aviso (ovación). En el cuarto, espadazo entero algo desprendido. Aviso (ovación).
Daniel Luque, de verde botella y oro. Estocada entera trasera (silencio). En el quinto, bajonazo. Aviso (silencio).
Román, de sangre de toro y oro. En el de la confirmación, estocada trasera y un descabello (ovación). En el sexto, tres pinchazos y sartenazo (ovación).