Javier Jiménez salió a hombros en Madrid con naturalidad. Un paseo sobre la multitud. No hubo sorpresa: ese es el triunfo. El tercer rubio de Espartinas reunió en Las Ventas lo despejado en Sevilla y la firmeza de Pamplona. Lo rozó hace un año y este domingo despegó por fin en el agosto cálido, torero y guiri. Una liberación. Javier Jiménez concreta la búsqueda, aliviado y feliz, consciente y tranquilo. La capital amaneció más soleada para él.
“Llegué a la habitación después de cenar y me pasé un buen rato con mi gente viendo y leyéndolo todo”, cuenta a EL ESPAÑOL. “La Puerta Grande es el resultado de todas las horas, de todas las ilusiones. Esta noche estaba deseando que se hiciera de día. No podía dormir. Por la mañana fui a correr al Retiro. Estoy encantado, sobre todo por la alegría de ver a mi familia tan feliz”.
La Puerta Grande es un bálsamo. “Qué alivio. Está siendo una temporada muy importante para mí. He tenido actuaciones destacadas pero sin rematar. Interiormente estás satisfecho pero hace falta más. Todo llega, me decían. Me estaba creando esa presión”, explica. Madrid, la plaza más exigente, esperaba. “No me afectó. Viví la tarde segundo a segundo. Corté la primera oreja y no me obsesioné con la segunda. Disfruté en todo momento: es la vez que más tranquilo he salido a hacer el paseíllo. Doy gracias a Dios de que mi tarde más redonda se haya dado aquí. Salió a la luz todo el trabajo físico, el toreo de salón y la mentalización”.
La corrida de Antonio Bañuelos fue importante. “Hay que darle la enhorabuena al ganadero, sí. Mis dos toros fueron diferentes, cada uno con sus posibilidades”, recuerda. “El tercero, el primero de mi lote”, señala, “ tuvo calidad aunque le costaba más venir”, explica ‘viéndolo’. “Se ralentizaba en el embroque”. “El sexto puso la emoción, más encastado”. Los naturales al último convencieron a todos. “Ambos toros duraron mucho. Ese me permitió engancharlo por el lado izquierdo”, ataja. La faena se amplificó con los remates por bajo. “Pude cuajarlo como quería”, se intuye la sonrisa al teléfono.
Además, Javier Jiménez redondeó cumpliendo una deuda pendiente con Borja, su hermano pequeño, matador de toros como él. “Él me brindó el novillo con el que salió por la Puerta del Príncipe en Sevilla, el más importante de su vida. El domingo, antes de empezar la faena al sexto, le dije que ojalá este fuese el mío. Lo fue”, dice.
“Fíjate”, confiesa, “cuando me mandaron las fotos de los toros le dije que me gustaba uno que luego me tocó en primer lugar y a él le gustó otro, el que después completó el lote”. ¿Se vive la competencia en casa? “Qué va. Tengo la suerte de convivir con un compañero, hablamos el mismo idioma, nos aconsejamos. Tenemos muy buen ambiente en casa, hay que darle las gracias a mis padres. Luego en el campo o en la plaza no conocemos hermano alguno. Nos picamos incluso más”.
Atrás queda la paliza de Pamplona. “De la tarde en San Fermín no recuerdo nada. Sólo hasta la segunda voltereta”. El toro lo zarandeó de arriba abajo, lo tiró contra el suelo cayendo con el cuello y se quedó inerte, incapaz de levantarse: a los pocos minutos ya salía de nuevo por la enfermería. “Vuelvo a recordar justo ahí. Estoy casi del todo bien. Al 95%. Cuando hago esfuerzos llega el dolor por la columna”. Se partió las apófisis de tres cervicales.
“Verme en el suelo sin poder mover las piernas después en televisión conmueve, pero son de esos días en los que hay que hacer un esfuerzo e ir en contra de los consejos. No sé si salir de nuevo fue una inconsciencia. Lo tenía que hacer y punto”, zanja. Justo antes de Las Ventas, reapareció en Málaga, donde no pudo matar un toro. “Un accidente”, relativiza. “José Luis Peralta, mi apoderado, me dio confianza y así es más fácil llegar relajado a la siguiente tarde. Me lié con el descabello... me dio mucho coraje. Entré al burladero cabreado, porque había tenido una buena actuación. Era una prueba y hay que superarla. El triunfo está ahí, me dijo Peralta”.
Por delante, un calendario anoréxico. “Toreo en septiembre en la provincia de Huelva dos fechas. Esto va a valer, saldrán más cosas, estoy seguro. En realidad no me preocupa, yo ya he hecho lo que dependía de mí. Ahora si salen o no los contratos ya no es cosa mía. Merece la pena hacer todos los esfuerzos. Con sacrificio, las cosas salen”, se convence.
¿Se ve en San Miguel, en la corrida de Alcurrucén? “Ojalá. Y en más fechas. Figúrate cómo es el cartel. Sobre todo por las sensaciones que tuve en la Feria de Abril. De todas formas, pase lo que pase, estoy feliz: he hecho lo que tenía que hacer”.