Diego Urdiales respira Bilbao. La arena gris es la marmita en la que se hundió hace ocho temporadas. Un gigante de las Corridas Generales. Hace un año cuajó una de las faenas de la temporada en Vista Alegre: la sutileza del clasicismo lo elevó con las dos orejas de 'Favorito', el alcurrucén de su vida. Lloró desgarrado de alegría en un burladero. Este miércoles vuelve a 'su' plaza para defender el título, bajo el peso del dorado, afrontando el primero de sus dos compromisos en el ciclo, buscando la revolución que se le escurre en 2016.
A punto de llegar a Bilbao, descuelga. "La ilusión y la responsabilidad son tremendas. Voy con la presión lógica de torear en esta feria, de las más importantes del mundo. Eso preocupa. Espero que la corrida embista y ayude", confía. El año pasado puso a todos de acuerdo. "Estaba convencido de que podría llegar un día así".
Aquella tarde la tiene difusa. "De la faena no recuerdo nada concreto. Sólo sé que me entregué con el alma y la gente se dio cuenta y respondió con el alma también. Fue mi tarde más rotunda por los números, pero me quedo con otras muchas aquí", señala. "En Bilbao", aclara, "me siento respetado. El público tiene paciencia conmigo y puedo hacer el toreo que me gusta", paladea.
¿De qué le salvó la faena a 'Favorito'? "De que me soltaran el pie del cuello. Ese triunfo me facilitó estar en más sitios. Tener la oportunidad de hacer más veces lo que quiero", responde de corrido. A su temporada le falta una conquista, tan plana hasta ahora. "Es más que evidente", asume. "El año pasado triunfé casi todos los días de mitad de temporada hacia delante. Ese tipo de cosas preocupan sobre todo porque no me puedo expresar. Hay rachas y rachas. Bilbao es uno de los sitios más bonitos para hacer el toreo. Tengo el deseo de que mañana [este miércoles] llegue la suerte", dice serio.
La vida le cambió en noviembre, desbrozada en contratos y ferias después de años masticando banquillo y fieras. "Me fui con la FIT [uno de los grupos empresariales más fuertes] fundamentalmente porque iba a seguir conmigo la persona que yo quería. La filosofía era la misma. Sabíamos dónde queríamos ir. Me sentí a gusto y lo hice". ¿Y el concepto? "Es el mismo. No voy a traicionarme ahora. Lo he buscado. A pesar de ser un camino difícil, embisten menos toros y sacrificas orejas, estoy dispuesto: me hace feliz. Todavía me quedan cosas por descubrir. Cada año que pasa me siento mejor torero", añade.
Esa manera de estar en la plaza le ha hecho obtener cierto reconocimiento. "Es un orgullo sentir el respeto de los compañeros y la gente". Un halo que le rodea y que no ve como inconveniente. "Qué va. No tengo ningún problema. Es un orgullo". El recuerdo inevitable vuela hasta Víctor Barrio. "Me enteré en casa. Como todos, lo viví y sufrí mucho. Fue terrible. Dos días después toreaba en Pamplona. Se hizo duro", resuelve. "Los insultos", puntualiza, "no duelen, son de risa al lado de lo que ha pasado la familia y lo que supone la pérdida de un compañero así".