Los primeros aplausos los levantó un señor que sujetaba una pancarta a favor de la primera víctima del animalismo consensuada por los dos bandos: el toro de la Vega. Unos ganan un poco de terreno, otros sueltan lastre haciendo como que no se enteran. La tauromaquia hay que explicarla y defenderla sin dejarse nada atrás, desde ese sustrato arqueológico que pervive en nuestro siglo, que es lo único que pone de relieve la consecución de un espectáculo taurino profesional, aséptico, basado en la exposición transparente de valor del hombre y con el toro de protagonista.
En una carrera de siglos que duró un segundo, la atención del público volvió a estar sobre el ruedo cuando asomó en el palco el pañuelo blanco. Por los chiqueros apareció una corrida sumida en arenas movedizas, blanda. El fango de El Pilar donde se hundieron los seis.
Bueno, el tercero embistió algo más. El tuerto dentro de los ciegos. Este no era tan pilarón. Cierta fineza se le intuía. Más recortado. David Mora se abrió con el capote por verónicas. Hasta los medios llegó en ese aire propio, estirada la figura, recogidos los brazos. Un lance se elevó sobre el resto, despacio y suave. Apenas enganchado. El toro se largaba. Antes de rematar, el arreón lo dejó en el alambre de su pierna, pero resolvió con una celebrada media. Una chicuelina nació del conjunto, como las del quite, aunque no tuvo mucho ritmo el conjunto.
Era bueno, aunque no estaba sobrado este pilar. No humillaba. Se entienderon los dos como viejos amigos. David Mora le ponía la muleta a su altura y el toro perseguía el engaño haciendo camino al andar. Lo metió Mora en un laberinto de muleta, una ruleta templada de embestidas y derechazos sin descanso que encandiló a la gente. Suena bien la banda de Valladolid. Al natural se paró el toro y la noria. A David Mora se le encasquilla la muñeca en los finales. Le funcionó la cabeza para volver a la derecha, dio sitio, apretó y alargó en una serie de fuegos artificiales. Disfrutó la gente. En el momento más álgido, metió la espada y tocó pelo.
El sexto desató un ansia futbolística. Menos mal que no lo vio Florentino. Regateó a David Mora, tumbándose hacia el bordado con el capote, y al caballo, apoyando tres veces en la carrera larga. Se meció Mora en el saludo, con algunos delantales. La faena tuvo tiempos muertos, vacíos que dio el matador para afianzar al toro. O a él. Era pronto, pero se acostaba. Muy fijo al menos. David Mora tiraba de él. Algo gazapón. Tuvo la virtud del ritmo sumergido el trazo. Por las dos manos igual. La música puso la intensidad. Despertó a la gente, que se vino algo arriba. Aprovechó David Mora para agarrarse a eso. El toro ya no existía, rajado y bajo refugio. La última tanda ni se produjo.
El Juli armó una verónica apaciguada. El primero de El Pilar, escurrido de 561 kilos y alto, acometió agostado y sin poder. La condición blanda la mantendría con la chispa hecha cenizas en su interior. Igual que El Juli, que rebajó el fuego que le arde e impulsa, para, al menos, acercarse algo a él. Las chicuelinas fueron aplastadas por la obsesión julista de la mano baja. La larga con el revés del capote se convirtió en una revolera cadente y templada.
Desde esa templanza, El Juli lo trató a media altura. Relajado, sin la electricidad que lo agarrota otras tardes, corrió la mano tratando de afianzar al bicho. Los punteos sin poder sólo tocaron aire, la muleta lo rozaba a un milímetro. Afianzado, tuvo una tanda. Juli echó los vuelos al suelo sin aprisionar. Un desarme apagó la música y entró en sus terrenos silenciada la obra. El Juli impuso su alarde, aguado por lo blando del toro.
Cuatro tacones brillaron en la oscuridad de chiqueros. Sobre las alzas, 'Miraboro', el cuarto, con un mirador en las puntas. Se podía asomar uno a Valladolid desde ahí. Todos los andamios de la casa fraguada en Salamanca. Estaba escurrido, afilada la culata desde la perceptible cadera. Nada de volumen. Altitud como el K2. No se dejó torear con el capote y el puyazo le cayó fatal, bajo. Precisamente no fue lo que mejor le venía. Aturdido, perdió las patas. Se tambaleaba. Otro blandengue.
Frente a frente, el toro le respiraba a Juli en la hombrera. No perdonó el madrileño, más atacado en esta ocasión. Pronto para sacar lo que tuviese rápidamente. Nada de nada. El toro embestía a saltos, apoyado sobre las puntas de los zancos. Repicaban las banderillas. Alguna tanda por la derecha enlazó Juli sin premio. Otra por la izquierda. Algunas veces se caía el toro, otras reponía. Qué cosita. El Juli buscó la muerte. Tras dos pinchazos, metió un feísimo espadazo que hizo guardia, hilvanado el estoque en la piel. 'Miraboro' huyó del ring y cayó a plomo como si la estocada se hubiera hundido arriba hasta los gavilanes.
Tardaron en devolver al segundo, que era mal andao. Parece casualidad, pero no tuvo mal son en el capote, como todos los que van para atrás. Este de verdad, repitiendo. Algo le pasaba en los cuartos traseros. Talavante apaciguó los ánimos tratando de sostenerlo y casi le ponen una banderilla. Para los que teníamos el tren temprano, el uy nos nació de dentro. El sobrero tuvo más caja, igual de alto. Negro chorreado, que son los que dan miedo. Talavante lo recibió con una tafallera y a pies juntos después. Este tampoco se sostenía. La protesta tomó tintes de escándalo. Llegó a derrumbarse con estrépito con todas las patas para cada lado. Desarmado el mecano, el presidente lo aguantó con distinto criterio ahora: este toro estaba peor.
Los remos tenían termitas, cada cite era un apuro. Volvió a perder las manos y sólo se escucharon ya lamentos. A la gente le cuesta pagar por venir y cuando paga ocurren cosas así. Será por sobreros. Le costaba un mundo al toro. Talavante se apiadó de él y se fue a por la espada. Lo mató con sumo cuidado a la segunda. Salió la espada un poco por el costado. La bronca al presidente fue antológica.
El quinto se frenó en el capote. Bufido y freno de mano. Tarascada al aire. Talavante lo toreó con mucha facilidad, entregado en la verónica. Dos medidas limpias a pies juntos abrocharon. Se fue hasta los medios para brindar al público. El relámpago del domingo todavía latía debajo de la arena. Al natural de pie enganchó en la distancia la embestida. No decía nada el toro. Ni con la inercia. Se había picado fatal.
Suave y medido, Talavante fue abriéndose camino en las arrancadas simplonas, abúlicas del toro. Regando un desierto. Levitaban las notas de 'Suspiros de España'. Surcaban la escena cuatro globos, dibujando un horizonte vanguardista, como de otro planeta. El color del otoño a la esquina. La faena tuvo la sustancia del fondo nada barroco de Talavante, simplificando el toreo, de esa forma de hacerlo bien sin pensar, metido en la vorágine de su momento. Se estaba a gusto. La temperatura acompañaba. Talavante podría haber toreado hasta el lunes sin aburrir a nadie. La manoletinas pusieron el final y la estocada con travesía hasta el costado del toro devolvió todo a la realidad.
PD: Vaya feria se está pegando el arenero que pinta las rayas: cuatro ovaciones, cuatro.
EL PILAR/ El Juli, Alejandro Talavante y David Mora
Plaza de toros de Valladolid. Sábado, 10 de agosto de 2016. Cuarta de feria. Lleno. Toros de El Pilar, de contado poder el 1º, 2º bis muy blando, tuvo recorrido el 3º sin humillar.
El Juli, de obispo y oro. Espadazo trasero algo contrario (oreja). En el cuarto, pinchazo hondo, pinchazo trasero y espadazo que hace guardia (saludos).
Alejandro Talavante, de azul eléctrico y oro. Pinchazo y estocada que hace guardia (saludos). Espadazo atravesado que hace guardia. Dos descabellos (saludos).
David Mora, de verde manzana y oro. Estocada entera algo trasera (oreja). En el cuarto, pinchazo arriba, pinchazo y estocada (saludos).