Apareció Garrido en Valladolid con la confianza por las nubes. El triunfo en las Corridas Generales ha afianzado el concepto. Subido a la lanzadera, el despegue es inminente. La sensación fue que él había visto al toro antes de que el toro lo viera a él. Desprendido desde la primera embestida del tercero. Toreó a la verónica con compás. La cuenta atrás. Los motores rugían abriéndose en una gavilla exacta y sin arrebato, cadente, con ritmo e hilada. Sorprendente la fluidez. 'Saltón', colorao, encajaba a la perfección en ese cauce, el trote medido. La nube de fuego de la ignición rugió en el quite. Por el mismo palo, esta vez tirando del toro ya solucionado el puyazo. En el mismo son. O mejor. Allá va Garrido, consolidándose como uno de los mejores capoteros del escalafón.
La faena fue casi perfecta. Construyó los ayudados con empaque. Vaciando arriba, adelante siempre. El tam-tam sonaba cercano. Ahí llegó el primer cambio de mano. El registro del tempo exacto. Luego alcanzó otro en tres tiempos, botando la muleta en la mano. Por las dos toreó Garrido. La derecha natural encajado, con suficiencia, apoyado en la cadera. 'Saltón' desprendía el hocico. Garrido lo cuajaba por abajo. Con la izquierda la embestida más enganchada, algo más rota la composición.
Alcanzó el punto de ebullición y no bajó en ningún momento. Mantuvo un nivel alto, muy regular. No hubo arrebato definitivo.
Alargó el metraje hasta el arrimón. El ojedismo de Garrido, descarado, con suficiencia. Capacidad toda. Se tiró con un ímpetu total al morrillo. ¡Bien matao! En realidad algo trasera. Dos orejas para tomar vuelo.
El más feo fue el sexto. Chirriaba dentro de la corrida rematada, aún en la diferencia de alturas, de Matilla. Bizco, suelto. Esta vez fueron las chicuelinas. Un quite aireado y envuelto. El toro salía del revés. En uno se quedo más abajo. Resolvió Garrido desde el arrebato, armados los codos en jarra, en una circunferencia animal. Tuvo sabor, en definitiva. Hasta la meta de un trincherazo hundido llegó el inicio de faena. El toro perdía las manos, no estaba sobrado. Miraba a la muleta desgarbado en sus hechuras. Jorobado, incluso.
La primera serie de derechazos no consiguió llevarlo. Dio tiempo Garrido, perdiendo algunos pasos, retomando la distancia. Se la volvía a poner a ver si así pero tampoco. Ni las series cortas, ni el medio muletazo. Al natural igual, colocado el joven matador con todo el pecho por delante. Las manoletinas atornilladas. Otra estocada rotunda alcanzó el trofeo.
Curro Díaz se relajó al natural, cogido el palillo por el cáncamo, la muleta puesta siempre al hocico en un suave golpe de tela, gustándose con el cuarto. Un apósito cubría el recado de Tarifa, alcanzado por un toro en la nariz. Había recogido la verónica levemente antes. Hubo muletazos buenos, entregado el torero al pico de la muleta. El fleco parecía bamba. Más amplia fue la siguiente serie. Estirándose con abandono el matador. A placer, que dirían los clásicos. Se lo pasó cerca en la diagonal que cruza desde las tablas a la primera raya de cal. Curro Díaz iba completando el camino con personalidad. El toro, así como retinto, castaño oscuro, se dirigía en el sentido contrario, cada vez más retraído, parado. A años luz de aquel que aparecía por la falda de la muleta en el inicio por bajo de Curro, como cuatro teclas, rasgado y afinado, de doblones y trincherazo. El pase de pecho a pies juntos fue sencillo. Para qué más. Esta faena fue más compacta que la anterior.
De Linares a Linares arrancó la banda con Manolete en los albores de la tarde. El domingo con sabor a lunes, la vuelta al cole palpita en estas fechas como un trauma, fluía desde el palco musical. En la memoria aquel final de capítulo con Juncal en la calle Cervantes de Córdoba. El hogar retumbando en Valladolid. También el homenaje de hace una semana, sepultado como un recuerdo en la hoguera de las fechas. El eco permanecía: Víctor Barrio llenó una combinación de media plaza, el cártel más rentable de la historia.
Hubo un cambio de mano floreado. Esa manera de salir de la cara a saltitos precedió los derechazos templados. A partir de ahí Curro Díaz compuso mecánico. El embroque diluido. La cintura arqueada. Tiró de la muleta sin un tropezón, eludiendo los cabezazos. A golpes embestía el primero. La dejó muerta en la cara alguna vez. Otro de pecho bueno. Largos los naturales despegados. La oreja del cuarto para el cómputo global.
No tardó Fandi en echarse a tierra. Las largas cambiadas son una obligación para él y así las resuelve. Algunos gritos confirmaron la ilusión. Luego, estirado el matador surgió una verónica muy buena, la verdad. Por chicuelinas la cosa cambió. El toro se abría mucho. Tenía una carita pequeña, comodísima. Galopaba con ansia, de un lado para otro. Encontró millas de sobra mientras Fandila le adornaba el lomo. Una banderilla por aquí, otra por allá. El par al violín, de dentro hacia fuera, fue el mejor.Arrancaba con carbón el toro. Derrapaban los cuartos traseros en la tracción. El inicio de faena fue movido, con el toro sin centrar y el torero sorprendido. Se colaba, arremetía, volcaba la cara. Fandi corrió la mano con habilidad. Una jartá de series.
Cero enganchones. El tempo lo impuso el toro siempre. Al principio toda esa velocidad canalizada en derechazos, luego más asentado el conjunto por el lógico desgaste del bicho. Un natural voló bien. Agotados los remates, los martinetes y molinetes, también el toro, se tiró Fandi hacia él en un final de película de acción. Le hizo de todo. Un señor con sombrero, en el palco bajo del 2, se desgañitaba gritando obviedades festivas. Como si le escuchara. La gente en general vibraba. La estocada recibiendo cayó baja y eficaz: en un instante el toro estaba tirado y Fandi celebraba el gol. Le concedieron dos felices orejas.
Hizo cosas rarísimas el quinto de salida. Allí delante suya se plantó el granadino. De nuevo el capote tendido para cambiar por encima de la cabeza el viaje. Pudo dar uno. En una verónica se frenó el toro, mirando a través de la capa. El escáner halló la presa. En el siguiente lance le echó mano. Revuelta sobre sí misma, una sombra negra alcanzó a Fandi en el pecho. Debajo del engaño se parapetó y el toro lo pasó como un bombardero sin soltar la carga. Se levantó el matador con un golpe en el pecho, dolorido. De la axila izquierda se levantaba un trozo de piel, explorarían luego los médicos.
Se repuso en seguida para ofrecer su repertorio. Igual que calló a la espera, el público respiró al verlo lanzar la lopecina desde los medios y correr para atrás en la moviola de los palitroques. Esa inercia la frenó el toro agarradísimo. Todo se paró. Fandi tiró de él. Sacó alguna embestida. Arrancó un natural. Poco más se podía hacer. Mató y volvió a cortar una oreja antes de pasar a la enfermería. No salió a hombros. Allá se iba Garrido en solitario lanzado.
GARCÍA JIMÉNEZ/ Curro Díaz, El Fandi y José Garrido
Plaza de toros de Valladolid. Domingo, 11 de septiembre de 2016. Última de feria. Casi lleno. Toros de García Jiménez, 1º se dejó, 2º con transmisión, bueno el 3º, muy agarrado el 5º, y sin fondo el 4º Peña de Francia.
Curro Díaz, de rosa y oro. Estocada casi entera algo desprendida. Tres descabellos (saludos). En el cuarto, metisaca y espadazo entero.
El Fandi, de sangre de toro y oro. Estocada muy baja en la suerte de recibir (dos orejas). En el quinto, estocada trasera (oreja)
José Garrido, de azul cielo y plata. Estocada trasera (dos orejas). En el sexto, espadazo trasero (oreja). Salió a hombros.