Habría a lo mejor 22 antitaurinos rodeados por un cordón policial en los aledaños. El gallinero lo completaban dos nacionales a caballo situados frente a los aficionados. En sus caras se leía el malestar por las funciones de niñeros de las que se hacían cargo. Los menores de edad gritaban detrás las manidas consignas. Todo era tan infantil que hasta los niños que llegaban a la plaza tomaban cierta madurez a su lado. Había diversión en ese contraste. Los padres los acercaban a la línea. Interés puramente zoológico. "Mira, hijo, eso es lo salvaje", y seguían su camino a la localidad asignada.
Dentro, un lleno de 9.000 personas. Los antitaurinos chocan contra la fuerza de un espectáculo legal. El ridículo es ya extremo. 'Marcado' abrió el duelo a pie. El mano a mano mixto. Colorao, ojo de perdiz y bocidorado, el hierro le caía como una reiteración. Estaba claro que era Cuvillo. José Tomás hilvanó tres verónicas rodilla en tierra con presteza. A la cuarta, el cuvillo arrancó el capote suspendido desde los dedos. Lo hizo jirones enganchado en un pitón. El sonido de sábana rota relampagueó en la plaza. El siguiente lance a pies juntos lo tomó en una voltereta y ya no fue el mismo. Se lesionó. Y salió 'Farfonillo' en su lugar. Negro, oscuro. José Tomás torearía de capote a tres toros en su último paseíllo en España. O penúltimo. O quién sabe. Algo de sangre se derramaba donde debería caer la divisa. 'Farfonillo' no quiso tomar la verónica. Salió a su bola de las gaoneras. Se dio un paseo mientras JT lo espera atalonado. Caía el hombre sobre la figura. Así, al relance sacudió la segunda gaonera sin pestañear. Qué valor. El toro no decía mucho.
Se abrió José Tomás con la muleta en un inicio espolvoreado. 'Farfonillo' iba de aquí para allá sin fijeza ninguna. A galope morucho. El madrileño se lo permitió todo al natural. Tres tandas tragando sapos. Embroques en el límite. La voz como segunda muleta, frontera y muro. Iba escarbando en el fondo de gatos del Cuvillo que activaba el radar en cada arrancada. No quiso nunca pelea, porque cuando le obligó con la derecha desistió. La gente rugió en dos muletazos. El toro no humilló nunca. La cara suelta al final. Pero se rajó. Al natural otra vez no repitió. Un ayudado por bajo y a matar. El polvorín de la reserva estalló con la chispa del acero y 'Farfonillo' se descubrió en toda su extensión lanzando los pitones al corbatín. Se encunó José Tomás, arropado en la testuz. Salió despedido. El cuvillo lo perseguía con ansia predadora, el matador corría para detrás en un túnel. La luz del final era la de la enfermería. La muerte venció a la fiera cerca del desolladero.
Ondeada la verónica, José María Manzanares se hizo presente en el que era su tercer paseíllo con José Tomás. Soltó una mano en el remate y el toro se quedó encima. No alcanzaba los 500 kilos 'Aguaclaro'. Sus hechuras tenían todo el remate que le faltó a la corrida de Zalduendo del jueves, estigma en la memoria. Colorao, un listón claro recorría el lomo tomando color conforme alcanzaba los costados. Un punto cornicorto.
Los doblones telonearon el trincherazo, descolgada la muleta y la mano. Después, dos tandas con la mano derecha envolvieron a 'Aguaclaro', eficaz en su embestida, codicioso y noble. El alicantino tiró de él desde delante hacia delante, olvidada ya la ruleta intensa de otras veces. Se gustó Manzanares en el natural pulido, donde el empaque es una consecuencia de la naturalidad y no de la afectación. El remate de cada muletazo en un suspiro, soplada la muleta desde la yemas. 'Aguaclaro' no hacía un feo. Qué fondo. Alcanzó un punto de más de reunión Manzanares cuando cogió de nuevo la derecha, arrebatado, pisando a fondo. El cambio de mano que culminó la serie fue templado, redondo y largo: dos muletazos en uno serpenteando 'Aguaclaro' en torno a Manzanares que volcó la plaza. Algunos se levantaron. Otros miraban incrédulos. Muy despacio. El remate se produjo como el chasquido de los truenos, algunas milésimas después. Mató recibiendo de un cañonazo. Perdió la muleta en el choque. Al toro se le escapó un sanguinolento borbotón de la nariz: 'Aguaclaro' cayó bajo un clamor. Recibió una gran ovación en el arrastre. Manzanares paseó las dos orejas.
El espectáculo ecuestre había rebajado algo la tensión después de la faena de Manzanares. Es contraproducente mezclar, sobre todo cuando la lidia es tan aburrida. Hay que darle una vuelta a este tipo de carteles. La corrida prácticamente volvía a empezar cuando se hizo presente el quinto, que tuvo más trapío. 'Marcado' también. Serio, castañazo, astifino de punta negra. Lo recogió José Tomás con algunas verónicas anticipadas, enganchando al aire para acto seguido templar. Salía el toro fijándose en los tendidos, sin hacer caso al matador. Lo repitió al acercarse al peto. La puya lo alcanzó de milagro antes de huir. El quite de José Tomás fue muy vistoso. En cascada, medios faroles y caleserinas enfundados con una serpentina rítmica y voladora.
El último toro de su temporada en España lo brindó José Tomás al público. Ascendió estatuario a estatuario. Una cadena imparable arremolinada en el centro del platillo, discúlpese la antediluviana expresión. El desprecio liberó las gargantas y la embestida en ese milímetro donde la acción se vuelve tragedia. Qué natural se la puso José Tomás con la derecha. Relajado, como en casa. La siguiente tanda fue más tocada, una revolución más, echando carbón a la acometida. La primera oleada rompió en Valladolid. La marejada continuaba subiendo. Cambió la mano. Por ese lado el toro embistió con más agresividad, rompiendo arriba del palillo. Intentó José Tomás calibrar las distancias y la velocidad; el muletazo, a pesar de ser trastabillado, tenía intensidad, nacía desde el codo dormida la muñeca, en un ensayo de laboratorio para domar la embestida suelta y bueyona. Hervía la gente. Cambió el matador. Ahora más entregado, roto, empujó en una serie que abarcó una extensión prodigiosa. La decena mantuvo el hilo, sin bajar nunca el nivel. Además, despacio. Había conseguido recomponer la gris embestida, pieza a pieza, paso a paso. Al natural con la derecha se arrebujó con el toro, flexionado. Una nueva tanda claustrofóbica, reducidos todos los espacios, lanzó definitivamente la actuación.
El solo de la banda coincidió con un pase de las flores. Interrumpida la granadina, abierta la muleta dando la espalda el matador con el pico metido en la taleguilla, lo intentó de nuevo. Sí logró esta vez tirar del hilo hasta el molinete, un afarolado y el de pecho. A revolución por segundo. José Tomás diluyó al toro en dos circulares, el segundo un redondo muy templado. Lo sorprendió una vez, y se metió con él, dejándoselo llegar, afianzado en sus terrenos, descarado. 'Marcado' buscó un poco, quiso quedarse abajo y salió dormido, ondeando la bandera blanca. Se escuchaban gritos, el personal se entregó cuando fue a por la espada en un bullicio hipnotizado: hizo guardia. La decepción los abofeteó. Quiso remontar José Tomás con manoletinas. Lo reventó a la segunda. Las dos orejas las despojó el subalterno bajo un auténtico clamor. Replicó el torero de Galapagar la primera actuación de Manzanares, alzando un tanto más el listón. Se igualaba la contienda.
Con el listón muy alto, salió el sexto, que tuvo el aire del quinto, serio también. La corrida de Cuvillo estaba partida en dos. Clase y tracción. Uno para cada uno. La tracción chirrió más. Chocolate se volcó en un gran puyazo, justo en la yema, donde el morrillo se convierte en llanura y el negro en castaño. Ahí se agarró Chocolate, hundido en el travesaño de la puya, rebajando el genio.
Este toro resultó más sostenido. Manzanares tiró de él, con el triunfo bajo el colchón. Le dio tiempo para que se afianzara. No hubo tanta intensidad como antes. Aguantó en las tinieblas de un parón inesperado. El reloj corría. Los derechazos tuvieron cierto ímpetu. La faena a partir de ahí no despegó, mantuvo esa línea relajada. El trabajo hecho. Tampoco el toro daba para más. Manzanares se enroló con él y se rajó. La espada esta vez se fue algo desprendida y la oreja se concedió en el último instante. Hay que volver a enseñar al público como pedir los trofeos. Al final, los dos a hombros.
Lo de rejones: Al primero de Luis Terrón le costó entrar. Barbeaba las tablas mientras Leonardo orbitaba a su alrededor. La cabalgadura se chocaba contra la culata negra. Comenzaron los pitos. En realidad no se sabía si porque querían que pasara rápido o bien. Un rejonazo espabiló al torete. A su manera persiguió a 'Sol' con más enfado que con celo. Rebotaba contra la montura. El caballo, desde su mosquero encendido, ponía todo. Leonardo se decidió después por 'Xarope', una bestia domada para alcanzar los tendidos. La gente aplaudía por inercia, esperando solucionar el trámite: se vio en la petición insuficiente para la oreja, justa para quedar bien con el rejoneador.
Más de lo mismo ocurrió con el cuarto. Esta vez el toro tuvo intenciones más claras de saltar. De una punta a otra, avisó a los que se arremolinaban en el callejón. Había overbooking en los burladeros interiores. El toro utilizó al caballo de rotonda. Pivotaba sobre él para buscar otra salida. Un rejón de castigo lo espabiló para nada. El segundo lo paró. Dos banderilleros intentaron engatusarlo. La gente no protestó, emocionada de ver alguien descabalgado. Leonardo envió señales al vacío espacio exterior del luisterrón con 'Amatista'. Sólo se dejó poner una banderilla. Baldío el esfuerzo de Leonardo. Un globo aerostático se asomó al ruedo. No se llevó la escena a aguas internacionales. Leonardo pinchó muchísimo, enrocado el marmolillo. Lo mismo hubiera sido más eficaz descabellar. Su actuación agonizó lentamente.
CUVILLO Y LUIS TERRÓN/ Leonardo Hernández, José Tomás y José María Manzanares
Plaza de toros de Valladolid. Viernes, 9 de septiembre de 2016. Tercera de feria. Toros de Núñez del Cuvillo, 2º a la espera, sin entrega y con peligro, bueno el 3º, se dejó sin humillar el 5º, 6º más agarrado y rajado; y dos para rejones reglamentariamente despuntados de Luis Terrón, 1º mansurrón, paradísimo e inapetente el 4º.
Leonardo Hernández, rejonazo (saludos). En el cuarto, rejón trasero y varios pinchazos (silencio).
José Tomás, de verde botella y oro. Estocada entera (oreja). En el quinto, espadazo que hizo guardia y estocada entera (dos orejas).
José María Manzanares, de grana y oro. Gran estocada en la suerte de recibir (dos orejas). En el sexto, espadazo caído (oreja).