Desde Francia, un nuevo mexicano se convertía en matador de toros. El eje internacional de la tauromaquia, transversal, de continente a continente, tomaba cuerpo en el anfiteatro nimeño. Un monumento sostenido por los siglos para celebrar la vida y la muerte, donde ahora se organizan corridas de toros. Quien no vea en esto algo transcendente que no moleste, por favor.
A Luis David Adame le llegó el día en Nimes, como a tantos otros. De blanco y oro. Llegar al día con ese cartel y ambiente es un triunfo en sí. Iniciado el sueño, ahora empieza lo serio. El listón mucho más alto. Debajo, la colchoneta es ya muy fina. 'Sosegado' fue el cuvillo con el que accedió al nuevo escalafón, el primero de una buena corrida de toros.
Se estiró Adame en unas verónicas tropezadas, en ese limbo en el que el novillero ya no lo es pero tampoco se puede hablar oficialmente de matador. El viento enredaba, el toro muy brusco. Talavante no perdió su oportunidad de hacer quite: tres gaoneras para marcar territorio. Luis David Adame le respondió por tafalleras y saltilleras. Se le caían de la comisura las briznas al rematar la réplica. Hubo bandera blanca en la ceremonia de alternativa. Brindó Adame a sus hermanos, el matador Joselito Adame y el novillero Alejandro. Orgullo de saga.
La faena, a ver, no tuvo mucha consistencia. Y es que molestó el viento demasiado, arrugada la muleta, imposible asentarla delante. El joven matador empezó con unos estatuarios. Igual que en el capote, el toro aceleró a fondo. Impetuoso. El viento lo descubría al mexicano constantemente. Algo de presión también. Por fin, puso a cubierta la tela, metiéndola en la arena. Ahí respondió el toro. Le llegó muy bien a la cara, tiró de él en una serie buena, templada y ligada con la derecha. La mejor. Las bernardinas sin ayuda acercaron la muerte, amarrada en una estocada en la suerte de recibir que espoleó al público por fin. Se llenó la plaza de pañuelos. Luis David Adame cortó una oreja a su primer toro en público. Ya hay un nuevo matador.
Anda que Talavante iba a observar la creación de un nuevo rival con condescendencia. El mejor elogio es cómo salió el extremeño. El segundo toro se estiró nada más pisar las arenas blancas. Un torpedo de largo, con la carga reluciente delante. Pasó del caballo. Talavante se echó de rodillas de esa forma semiinconsciente. Se le caen las piernas poseído. Lleva toda la temporada dejándose el cuerpo en casa. La arrucina como si nada. De ahí salió trastabillado el torero, tendido a merced del cuvillo. Un pitonazo lo sacó del cadalso. De pie, toreó al natural, a ritmo. Pasándoselo muy cerca.
Quién habla de la improvisación de Talavante, que no sabe de lo que habla: ese muletazo está estudiado. Talavante ha bajado a su sima para subir a la superficie el tesoro. Sonaba un pasodoble que funcionaba como metrónomo de cada instante. Otra serie de derechazos finalizó con una nueva arrucina convertida en suerte fundamental por la limpieza y suavidad. No se sabe si se paró el toro o lo paró él metido en los pitones. Dudó un instante el cuvillo y Talavante se regodeó rozándose con las puntas, casi Freudiano. Un rompeolas la taleguilla manchada de sangre. La estocada agarró las orejas. Talavante desoreja los toros tan fácilmente. Hará falta pronto otra medida.
No le ayudó el cuarto, recuperado el orden tradicional de lidia. Le daba pereza embestir. Este cuvillo tenía dentro una siesta de agosto. Talavante lo fue arrancando del sofá, primero por doblones, luego al natural. Se defendía el bicho castaño. En los ojos, la señal más oscura, como el 'Idílico' de Barcelona. Tres muletazos con la izquierda rompieron abajo como bengalas de su capacidad, deshecho el tornillazo. Con la espada, se desactivó: le ocurre con los toros que no le embisten.
Luis David Adame presenció la lidia de cinco toros tragando gatos. El sexto era un tiaco. Los revisteros dirían un señor con sombrero. Ofensivo, los pitones se abrían de par en par. Todo el trapío para el más joven. Se derramaron sus intenciones en una larga cambiada. Un pitonazo rozó como bala perdida la chaquetilla. Las lopecinas volaron resueltas. Luego, el que voló fue él. Quieto, el toro le rodeó de pitón a pitón y giró en una vuelta de campana completa. Las dos puntas bailaron sobre la cara de Adame.
Vaya paliza. Se volvió a poner de nuevo y lo consiguió. La faena transcurrió en el alambre. Hizo equilibrio Adame tirando de valor. Una machada sobreponerse al ímpetu agarrado, mirón. Qué disposición. No importaban las miradas y los arreones teledirigidos. Al natural, de uno en uno, alcanzó la meta. La última palabra fue suya. El traje blanco y oro era un sudario cubierto de sangre cuando se fue a por la espada.
López Simón naufragó con un lote extraordinario, para acabar con el cuadro. No tuvo medida con el buen tercero y encerró en terrenos y distancias al extraordinario 'Farfonillo'. Acumuló una pila de muletazos vacíos. Al menos, ese quinto se llevó el quite por cordobinas de Adame. Qué gran toro 'Farfonillo', arrastrado con las dos orejas y el rabo.
NÚÑEZ DEL CUVILLO/ Alejandro Talavante, López Simón y Luis David Adame
Las Arenas de Nimes. Domingo, 18 de septiembre de 2016. Última de feria. Casi lleno. Toros de Núñez del Cuvillo, 1º humilló, se dejó sin fondo el 2º, un 3º bueno, embistió a tornillazos el 4º, profundo y templado el gran 5º, duro el 6º.
Alejandro Talavante, de sangre de toro y oro. Estocada algo caída (dos orejas). Pinchazo abajo, pinchazo tendido y espadazo entero.
López Simón, de azul noche y oro. Espadazo atravesado (oreja). En el quinto, estocada trasera y atravesada. Dos descabellos. Dos avisos (saludos).
Luis David Adame, de blanco y oro. En el de la alternativa, estocada entera en la suerte de recibir. Aviso (oreja). En el sexto, buena estocada (oreja).