Enrique Ponce echó a andar la última vuelta al ruedo de su temporada. En la mano derecha los tres pinchazos aún rebotaban. En las palmas de los miles que llenaban la plaza crujía el recuerdo de una faena cumbre. El baño de masas sin despojos, maldito hueso donde se estrelló el bólido del maestro de Chiva, era premio simpático para lo que acababa de ocurrir: Enrique Ponce fue capaz de crear desde la técnica y las alturas una inspirada faena, con ese toque a veces pasteloso. Otras chispeante. Todo bueno.
Pululaba el rabo. Tenía las dos orejas amarradas con toda la fuerza. Logró tanto que hasta a un toro ramplón, el castaño cuarto, le dieron una vuelta al ruedo en el arrastre con la inercia festiva. Ponce es el Euromillón. Era martes, además, día de sorteo.
Se adelantó al toro en las verónicas, ganándole terreno. La cadencia en el lance lo despedía pasándole cerca el juampedro, rozando el lomo la esclavina, suelta la cintura. La media estrujó el ritmo en la cadera. Llevó la lidia él, ansioso por encontrárselo de frente. Todo medido. El brindis fue a las cuadrillas despidiendo el año. La clásica imagen de Zaragoza con Jaén casi consumido. El inicio fue eléctrico. Alcanzados los medios, Ponce había desplegado derechazos, doblones, un cambio de mano y un pase de pecho.
La gente había entrado de inmediato. A partir de ahí la paciencia. Jugó con las alturas, tocó las distancias. Consintió al toro, no lo molestó y fue rebuscando el fondo en el desordenado interior del bicho. Si es que no humillaba. Qué suerte tuvo de caer en Ponce. Dos muletazos para afianzarlo, otro bajando la mano. Los pases de pecho se enroscaban elegantes. La faena iba cogiendo sustancia, probando al toro, a ver hasta dónde podía dar.
Apretó algo más. Y le respondió, a pesar de no meter la cara del todo. Un natural se fue largo y cerrado. Vibraba la plaza. El 3 en 1 los volvió locos, cogiendo al toro de tan largo. Añadió el molinete mecido. Luego cambió la muleta para torear al natural.
Presentaba el pico del revés y bajo el hocico cambiaba el fleco a su estado natural para sublimar el muletazo con la izquierda. El tercero fue el mejor, entregado, hasta atrás. Luego la poncina, el final de faena por bajo con el toro por fin humillando, agradecido al trato, lanzados los dos y el clásico abaniqueo. Lo hizo todo con menos. El mapa de Enrique Ponce. También en el fallo con la espada.
Antes se le murió el primero en las manos. Sólo existía el juampedro, vegetaba. La muerte no descubrió nada.
Como un rejoneador, Cayetano se fue al micrófono de la televisión antes de salir el toro. Quería brindar. Insólito. Soltó un certero discurso sobre los antitaurinos, después de las ofensas arrojadas sobre Adrián. La gente en la plaza, obvio, no sabía qué ocurría.
Protestaban mientras el matador hablaba con vehemencia, tirando de la rabia acumulada estos días, brindando al chaval enfermo. Toda la razón. "Te vas a curar, valiente", dejó la montera en el callejón y se fue directo a chiqueros, enfadadísimo. El momento exaltó al público.
Arrodillado, soltó el capote, le hizo así con las manos al toro para que se viniera en una imagen de blockbuster de Marvel y voló la larga cambiada. Esperó hasta el último momento. Un auténtico alboroto. Hervía la plaza. El resto resultó enredado, ocurrió un traspiés en la chicuelina, y el remate afarolado envolvió el saludo. Todo raza el matador. Ganas. Más limpias fueron las verónicas del quite. Luego volvió a brindar, esta vez al público. Se echó de rodillas en otro inicio de pura disposición. Cayetano supera ciertas cosas a base de entrega. La faena siguió ese hilo hasta frenarse del todo. Se paró el toro. Había brillado en ese ímpetu un cambio de mano.
Como luego dos largas con el capote en el quinto, en un remate tan largo como el recibo. Pasó un achuchón por la ventana que dejó abierta en uno. Apenas duró el toro después, intentándolo Cayetano por ambos pitones.
López Simón cortó la única oreja de la tarde a 'Barrabás', el tercero. Se atisbó cierto compás en una verónica por el lado izquierdo. Casi que fue lo mejor porque luego juntó varias tandas hasta los circulares, que entusiasmaron. No dijo nada el toro. Él se metió en la ligazón. La oreja cayó como podría no haberlo hecho. Se recordará lo mismo. El sexto resultó rebrincado. No hubo mucho mando para encauzarlo. Se descomponía. Fue perdiendo el poco recorrido que tenía. Casi le echa mano a López Simón, vendido por traerlo de lejos. Mató en los medios al último toro de la temporada en la que más y menos ha toreado.
JUAN PEDRO DOMECQ/ Enrique Ponce, Cayetano y López Simón.
Plaza de toros de la Misericordia. Martes, 11 de octubre de 2016. Cuarta de feria. Lleno. Toros de Juan Pedro Domecq, 1º moribundo, apagado 2º, sin recorrido el 3º, no humilló el 4º con fondo que fue premiado con una exagerada vuelta al ruedo, 5º se paró, 6º rebrincado.
Enrique Ponce, de carmelita y oro. Espadazo caído casi entero (silencio). En el cuarto, pinchazo caído, pinchazo arriba, pinchazo desprendido y estocada entera. Aviso (vuelta al ruedo).
Cayetano, de rosa y azabache. Pinchazo delantero, pinchazo arriba y estocada tendida (saludos). En el quinto, pinchazo hondo sin soltar, pinchazo bajo y estocada atravesada. Tres descabellos (silencio).
López Simón, de grosella y oro. Estocada casi entera algo trasera (oreja). En el sexto, estocada tendida y suelta que se escupió, pinchazo hondo, menos de media estocada desprendida. Aviso
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