"No soy artista", dice Jérôme Pradet en la Sala Alcalá de Las Ventas. Un grupo de periodistas lo rodea, a su izquierda, su hermano Thibault, representante, traduce del francés. Algunas de sus láminas cuelgan de las paredes. "Ni pintor". Es ilustrador. "He trabajado para la televisión francesa y el cine, haciendo dibujos animados".
Tiene 35 años y es de Dax, una ciudad del suroeste de Francia. Allí, la cultura taurina parece joven, que nace cada año. La afición no es un acto de fe, se construye. Ambos están en la plaza de toros como una extraña pareja situada en las afueras de lo taurino. Ya sólo la actitud los diferencia: también el bigote de Jérôme, que se eriza en dos pequeñas olas. Hay un más allá. Joserra Lozano, director de comunicación de Plaza 1, la nueva empresa de Las Ventas, ha contado con él para ilustrar los primeros carteles del año y los programas de mano de cada tarde en San Isidro.
"Irán saliendo ilustraciones nuevas cada día". Ya se ha impreso a Gallito, Antonio Bienvenida o Curro Romero, un cartel de coleccionables. "No sólo retratos", su especialidad, "también algunas acciones relacionadas con lo que pasa alrededor de una tarde de toros en Las Ventas", avanza Jérôme. "O personajes anónimos. Hay que contar lo que ocurre, no sólo centrarse en los toreros".
Hasta ahora, su trabajo se podía ver en Instagram, Tumblr o su blog. El salto a la luz del mainstream ha sorprendido a muchos, acostumbrados a collages o montajes. Al maniqueísmo cursi. "Siempre se hace lo mismo. Tenemos 70 ilustraciones por sacar. Quería proponer algo nuevo. Hacer la tauromaquia más pop".
La gente va pasando, escudriñando los retratos, comparándolos con la imagen que tienen de los toreros en la cabeza. Primero escepticismo, risas nerviosas, de adolescente de última fila. Después aceptación y elogios. Supongo que así fue cómo se descubrió el fuego. "No hay ni un gesto relacionado con el hecho de torear. No quiero sacar ni un muletazo". Resume la esencia de cada matador en trazos simples, como un concepto individual, islas. "Habrá gente a la que no le gustará pero hay que proponer cosas", asume. El toreo sufre. "De dogmas y capillas, es algo sagrado", diagnóstica Pradet.
¿Con quién fue más difícil? "Manzanares. Si se hace un retrato es para mejorar, aportar algo. Él es guapo y si lo haces más feo de lo que es no vale", señala. "Es mejor si es más expresivo".
El hombre que fuma esperando en la explanada de Las Ventas es una metáfora de todos. Victorino cobijado bajo el hijo, héroe manga. Antoñete mira a cubierto de su mechón, la vía láctea del toreo. El último café de Manolete "Esto es como el flamenco. Se torea siempre con flamenco", dice Jérôme. "Hay que empezar a torear con Iggy Pop. Se puede torear con música de Iggy Pop".