A David Mora le tocó el mejor lote de la tarde con un triunfo en el cofre. Da igual cuando lo lea. La corrida de Parladé pasó por las tres fases de Madrí: los líos de corrales -siempre hay alguien que lo suelta haciéndose el interesante- el debate tuitero, la planificación de la ekintza en los bares con el orden de lidia marcado en rojo y las protestas en la plaza. Había realmente toros con un trapío de zahorí: había que buscarlo mucho. No se armó la escandalera porque los nombres del cartel hacían tilín a los exigentes. Es fácil imaginar qué ocurre si el sexto sale en una corrida de figuras y encima le toca a Juli, por poner. Falsas banderas por todos lados.
Ese sexto completó la pareja de Mora. Toda su tarde fue una reivindicación espoleado por lo del otro día. Helénico tenía un perfil para poner en valor las novilladas. Igual que el tercero. Las hechuras armónicas, descolgado. La expresión de buenazo. Un toro bonito por Las Ventas. ¡Bajo! No hubo el silencio de aquella legendaria corrida de Saltillo, pero casi. Algún pañuelo verde flameaba. Las palmas de tango, cariñosas. Desde el capote el castañito resultó desplazarse. Las verónicas lo embarcaron, optimistas, en la fragilidad. Desde los terrenos del 9 comenzó David Mora por bajo. Entregada la gente, celebró el muletazo rodilla en tierra y hubo fiesta grande con el molinete. Qué bien lo hacía el toro por el derecho, de lío. La siguiente tanda, cero mando, tuvo intensidad. Muy inconsistente todo. Otra más liviana -sí, era posible- y a partir de ahí poco más. La colocación perfilera, los naturales por fuera y el toro acabado, asfixiado, oprimido. Con cuatro series se fue a por la espada. Mora enterró el acero caído y trasero. Impensable la oreja en ese momento. Pero sucedió lo imposible: hubo compasión, desde la petición al palco. La compasión a un torero es como la pena al toro. Jesús María Gómez cambió los tres avisos por el trofeo. Una birria de oreja. Pobre Fandi.
Había saludado Ángel Otero por dos buenos pares. "¡Miau, miau!", cantaban a la salida del tercero, cuando la tarde estaba aún caliente, toreando de capote David Mora. Lo mejor de toda su actuación fue el quite por gaoneras, limpio, templado. Cerró una revolera con cadencia. Su actuación a partir de aquí fue idéntica a lo que vendría después. Calcada. Este toro también tuvo posibilidades que se quedaron en el camino. Molestó el viento. Sin suavidad, la primera tanda lo devolvió en un costalazo. Quebrado el bicho, no fue el mismo.
Fandiño corrió turno cuando devolvieron al segundo, flojo de remos. Pudo esperar un poco más el presidente, que quizá lo devolvió por no dar vida tan pronto al incendio que se preveía con el resto. Salió el quinto, que era desproporcionado, ensillado y no tenía rabo. Samuelón desde atrás. No descolgó nunca. Soso, iba y venía. El de Orduña brindó al rey con un discurso. Luego, Fandiño lo intentó por las dos manos, le perdió pasos, consintió y en algún momento hubo un atisbo rebajado por los pitos. La faena no subió nunca en intensidad: en ese ritmo de tentadero.
El sobrero resultó mejor hecho, al menos por comparación. Las hechuras redondas. Más toro. Acobardado tenía por dentro una bomba de relojería, pólvora fresca. Quiso subirse a la grupa del caballo en la pelea. Los pitones directos al pecho, el hocico llenó de babas la silla de Juan Melgar. Una batería de cabezazos culminó la rabieta. Expulsó la metralla con los banderilleros: los esperaba, monitorizando las carreras, modo predator. Los hombres pasaron un trago. Se jugó la vida el banderillero Víctor Manuel, un pitonazo lo tiró al suelo y allí lo buscó el toro carnívoro, por cumplir el reglamento. En la URSS pasaba mucho. ¡La burocracia! Se atrincheró con lógica Fandiño en la muleta. Tres pasadas. El toro cabrón miraba por encima del palillo, insolente, pasota. Orientadísimo. En su jurisdicción se descomponía, soltando la cara traidor. Al acecho. Fandiño se fue a por la espada lógicamente y lo cazó. La estocada hizo guardia. Más difícil fue descabellarlo.
Curro Díaz tardó en despegarse del musculoso primero. Le pesaba hasta el aire que respiraba al parladé. Se le vio a gusto a Curro sobre el tercio, recreándose un poco en los toques y la colocación. Tenía ganas de hacerlo bien el toro pero no podía moverse, atacado por la vida. El cuarto era de El Montecillo. No es que remendara la corrida por su trapío, más bien se adaptó a ella. Burraco -fresco el recuerdo de aquel tercero del lunes-, suelto de carnes. Brindó al público el matador. En el prólogo dos derechazos verticales. El toro sin celo, bah. La faena se fue directa al desenlace. Curro se despidió de Madrid con un espadazo corto. Hasta la próxima.
Ficha del festejo
Monumental de las Ventas. Jueves, 18 de mayo de 2017. Octava de abono. Tres cuartos de entrada. Toros de Parladé, 1º desfondado, bueyón el 2º, a menos el noble 3º, orientado el peligroso 5º, 6º noble y uno (4º) de El Montecillo que se defendió sin celo.
Curro Díaz, de rosa y oro. Media estocada desprendida (silencio). En el cuarto, pinchazo hondo atravesado (silencio).
Iván Fandiño, de lila y oro. Estocada casi entera, trasera y desprendida (silencio). En el quinto, espadazo que hace guardia. Varios descabellos. (silencio).
David Mora, verde manzana y oro. Estocada trasera (ovación con saludo en el tercio). En el sexto, espadazo trasero y algo caído (oreja).
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