Las novilladas en Las Ventas tienen algo de muro de las lamentaciones: todos vuelcan sobre ellas sus cositas. Meten sus papelitos por el hueco de las hechuras. Muchos cabezazos ha aguantado ya el concepto. Quieren educar a los chavales, a su modo. "Más exigencia, más". "Menos, hay que cuidarlos". Son los niños de todos. Las novilladas más fuertes que las corridas de provincias siguen siendo un must aquí. Ahí está Córdoba. Si parecen un poco utreros mejor. El novillo-novillo. Como hoy, algunas culatas, los perfiles, los pechos, tenían el aire de adolescencia, de toros jóvenes y no cuajados. Si la plaza se crece con los que vienen en figura, consiente a los pobres, con los novilleros hay un instinto de haberse pasado el juego con trucos. Tecleado klapaucius se ve clarísimo. Una atmósfera de examen. ¡De bloc de notas!
La verdad es que Tremendo, el quinto novillo, fue raro. Era melocotón. De la badana para delante jabonero, como una señal de madurez: las primeras canas en alguien tan joven. El primero al que le salió bigote de la clase, la voz grave adelantada, las risitas por lo que venía. Viejoven, un toro en miniatura, con las carnes colganderas en una estructura corta. De todas formas era bajo. Recordaba al chaval de toda pandilla, algo gordo, con ropa negra, que anda un poco por detrás cuando el grupo avanza y es amigo de todas las niñas. ¡El que le sacaba partido a mensamanía! Los pitones enseñaban las puntas, en el perfil se perdían con el color de piel. Muy cortas las manos, cuesta abajo a pesar de la leve pendiente del espinazo. Carretero lo cogió por delante en las bernadinas. A la segunda no se libró. La voltereta lo elevó desde el pecho, perdido el pitón un instante enorme. En el suelo, Tremendo hizo presa apretando sobre la zona de la ingle; destrozada la taleguilla, el color oscuro en el bajo vientre hizo temer lo peor. La sangre no era del novillero. Lo había desnudado. Lo vistieron con una toalla anudada en cinta aislante y volvió a la cara. La gente chiflaba. Había prisa. Carretero no la tenía. La faena había comenzado con un cartucho del pescao desbaratado en el primer momento. A Tremendo le molestaba una barbaridad rozar la muleta, era otro. Cuando Carretero corrió la mano hubo cierto temple. Otras veces no lo hizo. Una para el utrero, otro para el joven. En esas, paró Tremendo y avanzó él pero no hubo mucho más.
Un manojo de verónicas amplificadas en los tendidos, intensas, llegó desde la larga cambiada. La primera estación de rodillas. El novillo pegó un salto y cayó Carretero, repuesto sobre el remate. No lo hacía mal en los capotes el montealto. Más electricidad. Un tranco encendido. Con la derecha encontró acople Carretero saltando de isla a isla. En medio mares de distancia, colocación y volver a empezar. Reunidos en una baldosa vino lo mejor, el buen trazo de Carretero, acoplados en una tanda redonda. Al natural, un muletazo descolgó toda la acción. Después el novillo se puso más difícil y se diluyó la faena hasta el primer pinchazo.
El tercero era gordote, sin morrillo, con las manos muy bajas. Un punto ensillado, sin menos carne que el ya famoso Tremendo. Era el de la presentación de Younes en Las Ventas, un francés rubio. Empujó en el peto aunque siempre con la melancolía de chiqueros. La faena comenzó con un cambiado, los estatuarios, el arrojo estudiado. El desprecio lo elevó, vertical, seguro. Resplandecía el lila reflejado en la cal. Nublado, como aquel día de Chenel. El novillo no decía mucho. Se iba. Un tornillazo siempre al final. No rompía. Cierto temple diluido en la falta de celo, bah. Younes lo intentó por ambas manos. Los derechazos a pies juntos los deconstruyó el bicho saliendo del trance disperso. La espada entró llovida: Rápido -siento lo de aquel naranjazo- fue a morir a casa.
Qué feo el sexto. Los pitones bajaban como el manillar de una fixie. No había por donde cogerlo. Las hechuras trazadas a borrones. Younes se puso a torear de inmediato. Dos naturales buenos, un tirón y sin rematar. Vuelta a empezar. Muy vertical en la derecha, relajada la mano que no torea. Un poco más hacia fuera, en zona continental, de uno en uno los muletazos. Encerrado de nuevo, los naturales volvieron a brillar. Los toques envolviendo, suaves, colocado de frente. Tuvo Younes ritmo puesto de perfil, apurando la media embestida, sin terminar de redondear. La estocada llegó al encuentro de los dos, en un esquinazo. Giraron y allí estaban: enterró la espada Younes perdiendo la muleta.
Leo Valadez casi que tuvo el lote. La novillada de Montealto tampoco es que fuese especialmente buena, al contrario. Ni estos dos ejemplares cumbres. Saludó Valadez a su primero con unas tijerillas toreadas hasta que lo tropezaron. Las chicuelinas fueron respondidas por unas gaoneras de Carretero y a la vez por el mexicano con una crinolina y fregolina: aires de Fuentelencina. El novillo embestía con temple, las puntas hacia delante. Leo Valadez lo toreó con facilidad, desde el inicio de rodillas. Cambió la muleta y como si lo hubiera hecho de pie, sin eco. Increíble. El toro tenía un tranco excesivo, Leo tenía que rectificar cada vez y no le consintieron tocar en la pala. No hubo apenas alegría y la faena no alcanzó nunca los tendidos. El petardo de las mulillas fue menuo. Más montaraz resultó el cuarto, alto y fino. El utrero se movió. Valadez fue capaz de sortear el cabezazo. Emocionante primer tramo. Más sucia la siguiente tanda. El nublado se cernía sobre el ruedo con algunas gotas. Complicada esa marcha de más. Aguantó un parón el mexicano y vació con el de pecho. Iba y venía el bicho en su condición. Alargó Valadez un trasteo que no llegó a aterrizar nunca.
Ficha del festejo
Monumental de las Ventas. Martes, 30 de mayo de 2017. Media entrada. Utreros de Montealto, 1º templado, rebrincado 2º, deslucido 3º, a menos el 4º, 5º noble, se dejó el feo 6º.
Leo Valadez, de sangre de toro y oro. Tres pinchazos traseros, uno tendido. Dos descabellos (silencio). En el cuarto, pinchazo caído (silencio).
Diego Carretero, de grana y oro. Pinchazo, metisaca y espadazo suelto perpendicular. Un descabello (silencio). En el quinto, pinchazo y espadazo entero (división de opiniones).
Andy Younes, de lila y oro. Espadazo perpendicular y algo atravesado (silencio). En el sexto, estocada algo caída (silencio).
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