La voz de José Luis Lozano es patrimonio de la afición a los toros. Desgarrada, la afonía con más personalidad de España. A la cabeza de la familia que mejor ha entendido el toreo en las últimas décadas, descuelga el teléfono con naturalidad, sin citas ni gabinetes de comunicación. “¿Diga?”. Apoderado, empresario y ganadero, tiene una clarividencia que se echa en falta en los despachos. No hay impostación, ninguna forma, quizá el personaje amasado por el núcleo del sistema, esa radiación que le da rango de capitán. Empresario con afición antes de que se convirtiera en oxímoron, aquella época donde la palabra taurino no era un insulto. La inercia del optimismo de los 90, los años de colores. El molde está construido por tantas horas de vuelo embarcando toros, contratando y diseñando toreros, dirigiendo plazas. A través del auricular se aprecia esa sonrisa fácil, sincera, alimentada por el aire, el ambiente, huele a algo, esa arquitectura sentimental que fue capaz de reproducir Jaime de Armiñán en Juncal. José Luis Lozano, aquel Madrid de apretones de mano, Batán y tertulias, famosos y dominguines, el underground dorado, el Savoy de Las Ventas, es mitología de la tauromaquia, mide sus análisis al milímetro y decide cuando se acaba la conversación. A punto de desvelar el grial del toreo, se detiene. “Bueno, yo creo que tienes ya para escribir un libro”, remata la improvisada conversación.
¿Cómo ve la situación actual de Las Ventas como plaza de temporada?
Madrid ha sido plaza de temporada de toda la vida. Siempre se han dado festejos en verano. Las plazas de temporada son un vivero, la cantera para que salgan toreros. Barcelona y Valencia lo eran, primero toreaban allí los novilleros, se les repetía, y llegaban a Madrid a que le dieran el visto bueno para ser matadores de toros. Cogían fuerza como cohetes directos a tomar la alternativa. Eso ha cambiado. Ahora sólo queda Madrid.
Este año sólo se va a dar una corrida de toros en todo el verano.
El resto de festejos eran corridas, aparte de la Prensa y Beneficencia. Todos los domingos y algunos jueves. Gracias a eso se consolidaban los toreros. Madrid es curioso: hay que conseguir que, además de las figuras del toreo, toreen 10 o 12 tardes toreros con cartel en esa plaza. Había muchos que no tenía cartel de figuras pero que en Madrid gustaban, tenían ese estatus. Frascuelo tenía cartel en Madrid. Fernando Robleño. El Cid. Te estoy hablando de hace ya 15 años. No eran figuras pero tenían su sitio.
¿Qué torero gusta en Madrid?
Cualquiera. El que torea bien, el que se arrima. La capacidad de Madrid es infinita. Han tenido como toreros a Pepe Luis Vázquez y a Manolete.
¿Qué recuerda de la época en la que fueron empresarios de Las Ventas?
Fue una época muy bonita. Cogimos la plaza después de que la dejara Manolo Chopera, que fue un gran empresario, con 700.000 espectadores, y la soltamos con 1.350.000.
¿Cuál fue la clave en esa gestión?
Nosotros cuandos nos presentamos a Madrid lo hicimos con mucha afición y un gran equipo. Florito, Miguel Potra, Fidel de Salamanca, y todo revisado por mi hermano Pablo y Manolo Cano como gerente. Todos tenían mucha afición. Querían hacer cosas y sacar toreros. Dar al público lo que quería. Estaba de moda ir a los toros. Claro que se pone de moda cuando hay interés en el ruedo. Las Ventas es distinta a cualquier otra plaza de feria. En Madrid hay que estar todo el año, en invierno y en verano programando cosas. Tiene que estar abierta.
¿Es una plaza que se tenga que gestionar en exclusividad?
Depende del equipo que tengas. Otra plaza puede ser compatible. Con un gran equipo, Madrid funciona.
¿Qué opinión tiene de Plaza 1, la nueva empresa?
La empresa nueva está con su optimismo. Hay que realizar las cosas. A ver cuando acabe la temporada que balance se hace. ¿Y de este San Isidro? En San Isidro ha habido una cosa buena: las figuras estuvieron bien y embistieron las corridas que tenían que embestir. Eso es muy importante. Aparte de otras cosas, tuvo el atractivo ese. Los días de expectación la gente salió contenta.
Ginés Marín le cortó las dos orejas a un toro de vuestra ganadería.
Es que los chavales estuvieron bien. Fíjate que Ginés Marín, Álvaro Lorenzo y José Garrido tienen cualidades pero le dan pocos toros. La gente no los conoce. El sistema este no me gusta. No me gusta. No se retira nadie. Hay ciento y pico de toreros. Estamos hablando de una profesión de alto riesgo. A los toreros que se les ha pasado el arroz que no sigan insistiendo. Hay que respetarlas, pero las grandes figuras están durando demasiado, están donde tiene que estar, desde luego. Otros se eternizan. Ocurren cosas raras, reaparecen unos, torean siete u ocho tardes. Habrá que apoyar a la gente nueva, ¿no? A las novedades.
¿Depende eso del toro?
No me lo explico. La gente no es exigente con ello, la prensa tampoco. En mi mentalidad de taurino no entra eso. Antes, todo el que llegaba a matador de toros tenía grandes condiciones. Los toreros que ganan dinero son cuatro o cinco, figuras. El objetivo es ese: hacerte millonario, ser figura. Si al segundo o tercer año veías que era inalcanzable te metías de banderillero o a otro negocio. Un torero dura hoy como un notario y eso no es normal.
¿En qué situación está el toreo ahora?
El toreo siempre ha tenido ciclos. Baches, crisis. La crisis económica le ha hecho mucho daño. Luego se ha puesto de moda hablar mal de los toros por parte de los políticos, que es una cosa increíble. En el partido socialista han sido grandes aficionados a los toros. La cantidad de taurinos que hemos tenido ahí: Enrique Múgica, Corcuera, Alfonso Guerra… El primer gobierno socialista ha sido el que más ha hecho por los toros pero han pegado una vuelta de 180 grados. Entiendo que a un señor no le gusten los toros. Eso de prohibir es diferente. ¡Es que es una costumbre, una vieja costumbre! Crea puestos de trabajo, está en el ministerio de Cultura y les da igual. Los toros son del pueblo. En los pueblos en los que no hay toros no hay fiestas.
Esta gente ridícula parece que no tiene que hacer otra cosa, cuando sus obligaciones son dos: no meter la mano en el cajón y empujar entre todos para ver si salimos ya de la crisis económica. Que dejen al toro en paz. No queremos que lo ayuden tampoco. A mí hay veinte mil cosas que no me gustan y no voy por ahí haciendo manifestaciones. Además, los antitaurinos están pagados. Van haciendo el cernícalo y saltando a las plazas de toros. Hay que tomar medidas porque puede pasar algo.
El aficionado tiene mucha paciencia.
Esa pasividad de los políticos no la entiendo. Tampoco entiendo ese odio. Cataluña ha sido la región más taurina de España. Se empeñaron en acabar con los toros, pero es que era el principio. Después de eso ha venido una y otra, una y otra.
¿Qué le hace falta a esta generación de empresarios?
Que vaya gente a los toros. Hay que trabajar para conseguirlo con afición y sacrificio. Tampoco lo tienen fácil. Para ser empresario taurino hay que trabajar mucho, empezar desde abajo, en una plaza pequeña. Ahora quieren ser empresarios y campeones del mundo. Primero hay que tener curriculum. Las cosas no salen por obra y gracia del espíritu santo. Los empresarios deben tener afición y no ser unos negados, claro. Porque si eres un negado por mucha afición que tengas no va a salir nunca nada.
¿Cómo es el trato con los toreros?
El trato con los toreros es difícil desde siempre. Hay muchos intereses personales, quieren manejar. Cada torero es un mundo. Entonces el empresario tiene que ser el árbitro y el arreglador. Con mano izquierda y dando el espectáculo que quiere el público, conociendo bien el mundo del toro. El empresario que conoce el mundo del toro lleva mucho adelantado.
¿Se están haciendo ahora las ferias de espaldas a la afición y pensando más en los intereses personales?
El público se orienta y se desorienta rápido. Puede ser. Los toreros toda la vida han tenido sus peñas. Como antes la vida de torero era corta, se tenía que dedicar al público porque eran sus clientes. Los toreros antes tenían un montón de peñas como los cantantes tienen sus fans.
Además de corridas de toros, en los planes de Plaza 1 estaba dar otro tipo de espectáculos.
Eso es muy bueno. Un local tan grande como Las Ventas no se puede quedar limitado, sin restar nada al taurino, ojo. Si es aprovechable, es un ingreso atípico más y eso es buenísimo. La plaza no puede estar cerrada. Con nosotros vinieron muchos, Julio Iglesias, algunos ingleses, Miguelito Bosé. Es un sitio ideal para dar espectáculos si no resta nada a los toros.
¿De todo el trato con toreros que ha tenido la familia, con cual se queda?
Siempre me quedaré con el recuerdo imborrable de Palomo Linares. Para nosotros ha sido muy familiar, un gran figurón. Espartaco ha sido una cosa parecida. Hemos estado desde niños rodeados de grandes figuras del toreo. Fíjate si ha habido figuras de la guerra para acá, como Luis Miguel y El Cordobés. Con Domingo Ortega teníamos predilección. También Marcial. Hemos conocido a toreros buenísimos, cada uno en su palo. El mejor no existe, eso no depende de cada uno. Sí se puede hablar de grandes toreros. En la década de los 90 hubo una gran generación de toreros. Ponce, Joselito, Finito de Córdoba, los últimos años de Espartaco y Ojeda, dos fenómenos. Esa generación tuvo la guinda de José Tomás y César Rincón. También novilleros con cartel como Juli.
¿Y qué falta ahora para que salga otra así?
Falta mover el cotarro. Toreros hay. Que salgan caras nuevas con competencia. A las grandes figuras, Morante, Ponce, Juli, hay que ponerle gente joven que le aprieten los machos. Y que se retiren los que sobran. Si no eres figura, me muero de la pena, como dicen en Colombia, pero hay que dejar la profesión. No es vitalicia. Hay que estar para ser figura.
La muerte de Víctor Barrio y la de Iván Fandiño ahora han conmocionado al toreo.
Son tragedias. Lamentablemente esas tragedias dan fuerza a lo nuestro. La gente se olvida de la autenticidad del toro. No hay un espectáculo tan importante. Voy a contarte una cosa. Estábamos Luis Miguel Dominguín y yo en Verona, porque queríamos dar toros.
-Es un marco ideal para hacerlo, el coliseo, todo aquello, ¿lo conoces?
-Sí.
Luis Miguel tenía mucha influencia ahí porque estaba casado con Lucía Bosé, quería dar toros y habíamos pedido ya los permisos municipales. Por la protectora de animales finalmente no se dio. Pero nos quedamos y una noche acudimos a la ópera, que actuaba Visconti. Fuimos a cenar con él a un restoran de la zona y empezamos a hablar de su espectáculo. “El espectáculo mayor que hay en el mundo es una tarde de toros”, dijo Visconti. La muerte está latente, decía. “Muere un pura sangre y puede morir un hombre”, así lo dijo. No hay un espectáculo como este. Visconti era un gran partidario. Como él, mucho intelectuales. Cuatro o cinco nobeles han escrito de toros y ahora salen esos cernícalos que si no es cultura, esto y lo otro.