Lo mejor de la actuación de Andy Cartagena fue la estocada. Al toro que se lanzaba a los pechos del caballo, lo cazó como en una emboscada. No pudo mirar al cielo: ya estaba muerto. Pudo brillar con Pinta, Picasso, y hacer sus piruetas también.
No hubo portagayola de Galán: el toro se fue directo a los burladeros de en frente. A ver si me torea alguien, pensaría. Estaba bien hecho el toro, con las hechuras redondas levantadas desde el morrillo. Zabala de la Serna habla de pelotas de baloncesto, una de las metáforas que se le caen de la mochila. Me gustaba el toro: al caballo no tanto. Apenas se dejó, el rejón costó mucho clavarlo. A lomos del tordo le pudo Galán. Y las piruetas, algunos efectos más, lo exprimieron, muy serio el rejoneador. El par a dos manos dejó una sola banderilla. Qué hechuras el toro, que apretó la carrera del caballo a las tablas. Mató bien.
Andrés Romero se topó con un toro de casi 600 kilos. Era largo, salió estirándose como un gato ante la puerta de chiqueros. Acudía a las grupas. Romero no conectaba demasiado. La chaquetilla no podía ser más fea, cerrando un conjunto hortera. El oro en el traje de corto, ya ven. Guajiro rectificó, es elástico el caballo. El toro humillaba para coger el rabo. Qué buen quiebro. Otra vez Guajiro regateó la embestida, que le pilló la vez en el tranco. ¿Pingaba el caballo? No lo había visto nunca. El siguiente par lo arregló. La actuación quedaría en el limbo por la espada. Matar desde arriba con tantas ventajas no debería llamarse suerte suprema. En fin. Que pinchó y se le fue baja la otra, dejando a medias el mejor toro hasta el descanso.
Cartagena mandó un quiebro en el centro del ruedo. Luego apuntó la banderilla sobre el lomo del toro sangrado con dos puyazos. “Vamos al lío”, se escuchaba en los micrófonos de ambiente. El toro, afeitadísimo su perfil acapachado, se iba parando. Cuatro piruetas tras la banderilla calentaron los tendidos. Luego un caballo que andaba sobre las dos patas a paso militar. Ligerillo, como con prisas por ir al baño. Las cortas gustaron a todos. Al detalle, con el zoom de las cámaras, se vio que Cartagena iba vestido por la tienda de novios Pecado’s. Esos bordados siniestros que brillan. Mató a la segunda, quizá precipitado en el primer intento. El toro cayó rodado. Y cortó una oreja.
El quinto era un toro fuerte por delante, con las mazorcas de Fuente Ymbro. Clavó el rejón a la segunda. Sergio Galán iba macerando una actuación muy buena. Completando una tarde redonda, digo. Esta faena, además, llegaba a lo tendidos, pasándose los pitones –lo que quedaba– por la barriga del caballo. Dos banderillas tuvieron más importancia que toda la corrida junta, hablo de los compañeros, claro. Ojeda se escurría por los terrenos ardientes, abierto el pecho. Ahora sí cuajó el par a dos manos. Apolo, un fenómeno. El rejón de muerte fulminó al toro, el mejor de la tarde.
Andrés Romero galopó mucho. No hubo limpieza en todo. Clavó un buen par. Parecía como si Fuenterey liderara la actuación. El público no entraba. Le sobraba un toro. Encima iba Andrés Romero, zarandeado por las virtudes de ese caballazo. Levantó otro caballo a dos patas, más tímido que Cartagena. El medio rejón acabó su actuación. Y la tarde.
Monumental de las Ventas. Domingo, 19 de mayo de 2019. Sexta de feria. Casi lleno. Toros de Fermín Bohorquez, 1º soso, 2º manso, 3º alegre, se paró el 4º, a más el 5º, se dejó el 6º.
Andy Cartagena, buen rejón (aplausos). En el cuarto, pinchazo y rejonazo (oreja).
Sergio Galán, buen rejón (silencio). En el quinto, gran rejón (oreja).
Andrés Romero, pinchazo y bajonazo (silencio). En el sexto, medio rejón (palmas).