¿En qué piensan los toreros? Es una pregunta que suele tener como respuesta un tráiler de tópicos. Los lugares comunes reconfortan a los que se juegan la vida. El once-contra-once de los toreros es la mentalización. Evitan hablar del miedo como de los rivales, transformándolo en las responsabilidades que rodean a las plazas de toros, diseccionadas con el filtro de quien se viste de luces. Público, que tiene boca para chiflar. Los reventas, que añaden más presión. Y hasta el portero, que estira con demasiada fuerza el pestillo.
Minutos antes de que salga el toro, el culpable de moldear la realidad, todo es interpretable. “El paseíllo es como un camino hacia el misterio”, escribió Felipe Benítez Reyes. Justo ahora me doy cuenta de que el paseíllo es la espera, lo acabo de descubrir. Los toreros están siempre esperando, incluso cuando torean. Parafraseando a Vila-Matas en Perder teorías, ¿es en realidad la plaza de toros una gran sala de espera?
Alumbrado por este hallazgo imprevisto, creo que no he enfocado bien el texto sobre la mente de los toreros, que se preparan, en realidad, para seguir esperando. La acción culmina con la retirada. Ya me veo como el protagonista de un relato en el que el periodista se hace a sí mismo la pregunta que no formuló a las fuentes. Es la siguiente: ¿en qué piensan los toreros cuando esperan? Roca Rey descubre a este diario qué hace cuando está esperando, aunque la pregunta sea sobre la mentalización. “Sí, claro, hago ejercicios de mentalización. Me gusta la soledad, la reflexión y aislarme en algunos momentos para pensar. Vivo solo en Sevilla. Me preparo mentalmente. Creo que es una parte muy importante de nuestra preparación”, describe a través de un correo electrónico la figura del toreo peruana, que arranca este miércoles su presencia en San Isidro, la primera feria del mundo, donde toreará tres tardes. Esperará tres tardes.
La sicología de los toreros ha sido expuesta brevemente. Sólo se habla de su forma física, cuántos minutos aguantan corriendo o cómo se machaca Manuel Escribano en los vídeos de Instagram. La técnica está también muy presente. Coger los chismes de una determinada manera dice más del torero que mil entrevistas, la forma de colocarse delante del toro, dónde va la mano que no torea si pasa demasiado cerca el “desencadenamiento de energía equivocada”.
Mandar para que el toro sea flexible en su fuerza bruta, encauzando la embestida por el lugar donde le señala el hombre, agota mentalmente. ¿Qué hacen los toreros para superarlo? “Hombre, necesitar, no, pero sí que he hablado con sicólogos. Su punto de vista me ayuda a mejorar”, confiesa Roca Rey. ¿Entonces, en quién confía para desahogarse? “En la gente que me rodea. Mi equipo, mi familia... Me gusta tener contacto con ellos para saber cómo ven las cosas y lo que va sucediendo”.
"Los toreros no duermen"
Toñi Martos es una sicóloga especializada en deporte. Ha tratado a unos cuantos toreros, “tantos como los dedos de una mano”, añade misteriosa. “No me relaciones con ninguno en concreto porque puede haber problemas. Ya me la ha jugado alguna vez la prensa. No quiero que se repita”, advierte, como condición para continuar la conversación. Acepto. ¿En qué piensan los toreros? “Lo mismo que tú y que yo. En vivir y triunfar. Son fieles, comprometidos con su profesión”, explica Toñi, como si a través de ella hablara un torero.
“A veces vienen con debilidades”, descubre el primer resquicio. “Tienen épocas en las que no duermen o no descansan. Por lo que sea, no se sienten cómodos en la plaza. Recopilamos las debilidades, las fortalezas a nivel personal, físico o técnico, y en base a eso trabajamos. Muchas veces no son lo que se ve en televisión. Me tengo que adaptar a sus necesidades”.
¿Cómo se preparan para esperar, es decir, torear? “Depende del torero. Sus necesidades son diferentes. Algunos utilizan visualizaciones, otros se mentalizan y otros prefieren la relajación. Es importante el grado de madurez”, señala Toñi, que trabaja a varios ritmos según el matador de toros que acuda a su consulta. “Con algunos he trabajado varios meses. Otros me han necesitado durante años. Algunos toreros sólo vienen para solucionar un problema concreto de ansiedad. La noche antes de la corrida no pueden dormir”.
Toñi Martos aclara: “no soy sicóloga clínica, no vienen a desahogarse, sólo a ejercitar la mente. Es un entrenamiento en el que hay diferentes herramientas: la autoestima, la confianza, el control del pensamiento ante el fracaso, por ejemplo. Se preparan para aceptar el fracaso cuanto antes y recuperarse rápidamente, porque pronto sale el siguiente toro”.
Algunos matadores desarrollan estas técnicas durante la corrida de toros. Se puede ver, si se observa, esas miradas antes de que salga el toro por chiqueros. Cómo Manzanares se agarra el hombro contrario mientras recita una letanía al aire. El clásico que besa la estampa guardada en la montera. Los que meten la cabeza debajo de los brazos estirados, sujetando también el capote contra la madera, porque se sujetan. “La gente no se entera de quién está trabajando. Les propongo algunos ejercicios de respiración, repeticiones. De eso no se entera nadie”. ¿Hay algún antídoto para el miedo? “Trabajar”, dice Toñi, quitándole toda la literatura a la palabra con más sinónimos del mundo, según Juncal. “Nunca he recetado pastillas para desconectar, la verdad. Los toreros vienen a mi consulta a trabajar precisamente por eso. Quieren superar situaciones que los hacen más débiles”.
Emilio Muñoz confesó hace poco en la entrevista con Ojeda y Espartaco de El Mundo la clave mental para ser mandar en el toreo. “Yo aflojé y me tuve que ir a mi casa. Entre Paco, mis neuras y la muerte de Paquirri...”. No aflojar. Roca Rey llega a San Isidro pre-consagrado. El matador peruano está siempre a punto de consagrarse, va avanzando apartando la maleza que todavía tiene la cima, para él.
La irrupción se ha dividido por fases, como si habláramos de las etapas de Picasso. Sutilidades que frenan quizá mínimamente la ascensión imparable de quien está destinado a jubilar a una generación. “No sé si se aprende a ser figura. Desde muy jóvenes estamos preparándonos para que llegue este momento y todo está enfocado a cuando ocurra. Ahora hay que disfrutarlo y seguir creciendo”, escribe su respuesta. Tiene 22 años y provoca asombro en el público nuevo que sienta en los tendidos. “Eso lo digiero como una gran motivación. El llegar a una plaza y saber que está llena es lindo. Sin duda, es un estímulo”.
A su forma de torear se le han adherido los elogios. Un millennial con la concepción clásica de las figuras: cuantos más toros valgan, mejor. “Porque no nos engañemos: escribimos siempre después de otros”, aclara Vila-Matas, como una señal de tráfico que le parpadeara a los toreros. “Toreamos siempre después de otros”. Atribuye a Gracq esta frase: “No hay escritores sin inserción en una cadena de escritores interrumpida”, ni toreros. Los elogios que escucha ahora Roca Rey son el oleaje que se repite cada vez que sale uno con la escoba. La tauromaquia espera sus ídolos. “Son bonitos lógicamente”, pero no le distraen. “Intento transformarlos en energía, motivación... Me ayudan a mejorar. Afortunadamente, tengo gente a mi lado que me aconseja bien y me hace ver la realidad”.
¿Dónde queda el duende?
A la realidad acceden los toreros muy de vez en cuando. “Nunca he tenido ningún matador con problemas con el triunfo”, aclara Toñi, la sicóloga. “Suelen tener entornos [personas a su alrededor] muy grandes”, que pueden sacarlos del objetivo. “Trabajo también con ellos. La cuadrilla o familiares o esa persona cercana a los matadores. Alguna vez ha hecho falta”. Insiste en que torear también es un deporte. “Igual que el ballet o la danza. ¿Cuántas horas hay detrás de ejercicio físico y repetición técnica? Son deportistas. Mentalmente, diferentes, porque no es lo mismo lanzar a canasta que torear a un animal que puede matarte”. ¿Qué respuestas les diferencian? “Se incorporan de nuevo a la vida diaria con una facilidad brutal. No se pueden quedar estancados en la tarde de antes”.
El trabajo de los sicólogos aparta, no sé, lo que se ha llamado durante tantos años duende. Una especie de atmósfera capturable sólo en vivo, definida por la capacidad sobrehumana de algunos toreros de superar el instinto de supervivencia, ponerse en manos de su creación. La plaza crepita en esos momentos, sintonizada con los movimientos del matador en una frecuencia extraña. La sicología, los refuerzos mentales, las ayudas externas parecen crear superhéroes dibujados por Marvel y no personas afectadas, oscuras, impacientes, terriblemente caprichosas, ansiosas, es decir, artistas geniales.
¿No se supone que los artistas utilizan sus frustraciones, sus sombras, para crear una obra más interesante? “Es que eso depende de la persona. Dentro del mundo del toro, hay algunos más oscuros. Por ejemplo, Roca Rey es muy expresivo, arrogante, dice mucho hacia fuera. Otros necesitan penurias. Otros bromas o chistes. Y otros simplemente estar delante de un toro para que les salga lo que tienen dentro”.
Morirse como meta –algunas tardes–
Hay siempre algo inexplicable, incluso para el joven sobre el que recae el peso de renovar la afición, la apuesta por el público, los editoriales en las revistas de moda. “Son días claves que uno sabe que tiene que dar el máximo”, morirse si hace falta. “Y así se afrontan. Esas plazas grandes, con expectación son las que más me motivan. Si sabemos que dentro de ochenta años no vamos a estar aquí, qué más da lo que ocurra hoy. Eso dice una canción de Vicente Fernández que tengo como lema”. Roca Rey preconiza su muerte: morirse es anticiparse a la muerte; qué más da morirse hoy. ¿Ha madurado en este tiempo? “Entiendo que mucho, pero eso lo sabré con el paso del tiempo, imagino”. No compite, dice, con otra figura. “Sólo conmigo mismo. Admiro y respeto mucho a todos los toreros pero mi meta y mi reto es conmigo”.
A Curro Romero no le hacía falta el sicólogo para “distraer al miedo”. “Siempre jugué al dominó y a las cartas”. Estos análisis, descubrir en qué piensan los toreros cuando esperan, es decir, cuando torean, lo pondrían enfermo. Ya lo dijo en El País. “Las dudas y los miedos también son muy bonitos...”.
De Rafael de Paula hablaba sobre “los grumos del miedo” un autor sin nombre. Aunque Camino rechazó el miedo en una conferencia en el colegio de abogados de Málaga. “Tenía el toro en la cabeza”, dijo, como si el único sicólogo que hiciera falta tuviera pitones.
“Me veían como una excentricidad del torero. Hay gente que ha pensado que es una tontería. Al principio me presentaban como si fuese un familiar o una amiga. Ya soy la sicóloga”, dibuja Toñi el cambio. Roca Rey está en el momento justo que permite “al autor descubrir lo que quiere decir”. Ya esperan los toros de Parladé. La presión de una feria entera. “Me motiva y me gusta mucho”.