En noviembre de 2019 Galicia vivía una jornada histórica bastante particular, al desarticularse una red de tráfico de drogas que había logrado una "hazaña" jamás vista hasta entonces. Aquel noviembre, lo que parecía una leyenda urbana contada el verano anterior, se hizo realidad y sorprendió a toda España con una historia de película.
Un narcosubmarino había sido apresado en la ría de Aldán (Cangas) con más de 3.000 kilos de cocaína en una operación policial inédita y difícil de creer. Tan inverosímil es el relato que el director Daniel Calpasoro, conocido por títulos como Cien años de perdón, ha decidido poner en marcha una producción con Amazon Prime Vídeo en la que relatará la gesta de los narcotraficantes que transportaron droga en un "submarino" desde Colombia hasta Galicia.
La "proeza" de dos ecuatorianos y un gallego, hoy detenidos junto a otras cuatro personas integrantes de una red de tráfico internacional, se hundió, literalmente, en el fondo del Atlántico a escasos kilómetros de la costa gallega. Un temporal y el operativo policial desplegado obligaron a los tripulantes a "hacer desaparecer" el batiscafo y perder la mercancía, que fue recuperada mientras ellos trataban de huir. Una historia que parece pura fantasía y que hoy, dos años después, sigue causando sorpresa en todo el que la escucha.
‘Semisumergido’ 26 días
Agustín Álvarez es el gallego que viajaba a bordo del narcosubmarino apresado en 2019, un joven de 29 años que quiso hacerse con un dinero rápido llevando a cabo una particular hazaña. Su aventura comenzó con una extraña propuesta de colaboración que le haría viajar a Brasil en octubre de aquel año.
La empresa era arriesgada: llevar algo más de tres toneladas de cocaína de Latinoamérica a Europa en un semisumergible de 20 metros de eslora. Si realizaba el trayecto con éxito, Álvarez cobraría 100.000 dólares (algo menos de 90.000 euros), después de que dos planeadoras recogieran en algún punto de la costa gallega los fardos con la droga. En el viaje estaría acompañado por otras dos personas y 20.000 litros de combustible.
Con la premisa de cumplir la misión que se les había asignado, los tres tripulantes del batiscafo partieron del río Amazonas, del que recorrieron 3.000 kilómetros, y surcaron los 6.000 kilómetros que separan Colombia de Galicia en un artefacto de poco más de 20 metros de eslora y algo menos de 2,5 metros de manga en su parte más ancha.
El submarino, en realidad, era un ‘semisumergible’ que permaneció a unos dos metros y medio de profundidad durante todo el trayecto. En su interior, los tres tripulantes convivían en el habitáculo en el que se almacenaba la droga, pues el resto de espacios de la nave estaban destinados a albergar el motor y el combustible necesario para cruzar el océano. Conviviendo con 152 fardos de cocaína, Agustín Álvarez y los dos ecuatorianos llegaron hasta Galicia tras 26 días de navegación.
¿Una misión suicida?
Como una crónica de una muerte anunciada, el narcosubmarino fue presentando problemas a medida que se acercaban a la costa española y se alejaban de la colombiana. El motor, de 2.000 caballos de potencia, enseguida dio fallos y fue uno de los principales escollos con los que Álvarez se encontraría en la misión, según él mismo confesaba a la Guardia Civil en uno de los primeros interrogatorios.
A esto se sumó que el habitáculo tenía problemas de ventilación y que perdieron gran parte de los víveres y el agua que llevaban adosados al casco en un golpe de mar, según contó la tripulación en los primeros días tras las detenciones. Después de más de veinte jornadas de navegación, además, el semisumergible se vio obligado a "vagar" por las Rías Baixas hasta que la organización les diese un punto concreto en el que la droga sería recogida.
Para llevar a cabo el final del golpe, los colaboradores en tierra consiguieron una embarcación y una furgoneta y realizaron varias compras en Vigo para poder llevar ropa seca, comida y otros efectos a los tripulantes del semisumergible. Todo esto se hizo en comunicación con el gallego que viajaba en el batiscafo mediante teléfono-satélite.
"La situación de temporal en el mar no permitió al semisumergible entregar la droga a una segunda embarcación y obligó a sus tripulantes a desplazarlo hasta la costa, donde los detenidos provocaron su hundimiento y lo abandonaron", anunciaban Guardia Civil y Agencia Tributaria tras interceptar la embarcación.
La madrugada del 24 de noviembre uno de los implicados acudió al punto de encuentro en tierra en coche para supervisar la llegada de los tripulantes y de la droga. En el maletero del coche se encontraron tres bolsas con la comida y la ropa destinadas a los tripulantes.
En ese punto fue sorprendido por una dotación de la Guardia Civil que, curiosamente, no estaba implicada en el operativo antidroga y, tras inventar una excusa para explicar su presencia en la playa, abandonó el lugar. La mala suerte, la casualidad y un descuido hicieron que las luces del coche estuviesen apuntando al mar, por lo que los agentes pudieron ver a los tripulantes del narcosubmarino saliendo del agua.
En ese momento se pudo detener a una persona y pocas horas después se dio con la segunda. El gallego, que conocía la zona de O Hío (Cangas) en la que se hundió el submarino, consiguió escapar y estuvo escondido durante cuatro días, cuando también fue detenido.
Fin de trayecto
El golpe final a la organización se asestó tras meses de investigaciones, que comenzaron cuando el Centro de Análisis y Operaciones Marítimas en materia de Narcotráfico (MAOC) alertó al Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO), sobre una embarcación sospechosa que se dirigiría a España por el Atlántico cargada de cocaína. "La colaboración con los cuerpos policiales de Reino Unido ha sido fundamental para la posterior interceptación del submarino", decía la Guardia Civil en aquel primer comunicado.
En la operación también participaron policías de Portugal, Estados Unidos y Brasil, culminando con un dispositivo de detección y localización con medios aeronavales de A Coruña y Pontevedra y el refuerzo de la presencia policial en toda la zona de costa. El primer aviso de la presencia de la embarcación, de hecho, lo dio la Administración de Control de Drogas estadounidense (DEA por sus siglas en inglés), lo que desencadenó el despliegue de medios policiales en las Rías Baixas.
"Aunque el uso de submarinos es muy habitual en América, se trata de la primera vez que se detecta este sistema de transporte de droga en Europa", aseguraba la Guardia Civil tras la incautación del aparato. "Se trata de un artefacto de fabricación artesanal, realizado en fibra, con capacidad y autonomía para transportar entre tres y cinco toneladas de cocaína". Efectivamente, tras el recuento total de los fardos, se supo que se transportaban 3.050 kilos de droga.
Una larga y exhaustiva investigación posterior ocasionó la detención de otras cuatro personas implicadas, que serán juzgadas junto a los tres tripulantes la semana del 13 al 17 de diciembre. Los detenidos han sido puestos en libertad provisional en el transcurso de estos dos años, a excepción de los tres tripulantes del batiscafo, que saldrán de prisión para declarar.
La Fiscalía pide penas de 13 años y medio de cárcel para cada uno de los siete acusados, así como el pago de 300 millones de euros en multas, por un delito contra la salud pública. El delito, además, se ve agravado por tratarse de una cantidad de notoria importancia y que causa grave daño a la salud, por el uso de una embarcación y por cometerse en el seno de una organización internacional.