Desde que se conoció el hundimiento del Villa de Pitanxo, el pasado martes, Galicia se vistió de luto. La semana se ha teñido de un único color y ha centrado un solo sentimiento. En el horizonte, Canadá, mientras el presente más cercano iba dibujando las caras de la tripulación del buque gallego.

Detrás de cada rostro de los supervivientes, fallecidos y desaparecidos, se esconden las historias vitales de 24 personas, de sus familias y de sus amigos. Y son ellos los que llevan días luchando en búsqueda de respuestas a miles de kilómetros, víctimas colaterales en tierra de lo que les robó el mar.

Incertidumbre, dolor, miedo y desesperación son sentimientos que aparecen en este tipo de tragedias que golpean la vida de tantas personas. "Abatidos", aseguraban este viernes que se encontraban a la salida de la subdelegación del Gobierno en Pontevedra, en la búsqueda de una puerta en la que tocar para hacerse escuchar.

Desde la Xunta de Galicia, el pasado miércoles, el presidente autonómico, Alberto Núñez Feijóo, aseguraba que se les prestaría todo tipo de ayuda que necesitasen, especialmente la psicológica para afrontar un momento tan duro.

El duelo y sus fases

"El duelo es la respuesta natural para adaptar la vida a la pérdida de un ser querido". Así lo definen desde el centro Olívica Psicoterapia y Trauma de Vigo. Se trata del proceso de elaboración de esa pérdida, "un proceso de reconstrucción".

A pesar de que se trata de un dolor que cada persona vive de forma única, se puede hablar de diferentes etapas. La primera es la negación, una "defensa inicial" que ejecuta el cerebro para tratar de asumir lo que está ocurriendo y que funciona como "amortiguador" que permite movilizar otras defensas. Esa no aceptación lleva a la segunda fase, la ira, que cataliza la tristeza, y que da paso a la negociación o pacto.

En este caso, indican desde el centro especializado en estos traumas, se trata de "una tregua para negociar el regreso de esa persona", plantearse preguntas del tipo "¿Y si no hubiese ido?" y comenzar a organizar y entender la pérdida.

A continuación, llega la depresión, entendida como una tristeza profunda, que es la más fácil de identificar y la que más tiempo permanece. "Es necesario conectar con esa tristeza, con ese vacío ante la pérdida", afirman, y la expresión pública de esas emociones "facilita la superación y el cierre del proceso de duelo", que finaliza en la aceptación, en hacerse consciente de la pérdida y de una nueva realidad sin la presencia del ser querido.

Sin cuerpo al que velar

"Sabemos que no tienen vida, pero los queremos de vuelta", expresaba con dolor una de las familiares a las puertas de la subdelegación del Gobierno de Pontevedra, tras una infructuosa reunión con su titular, Maica Larriba. Y es que el proceso de duelo, se complica "cuando no hay un cuerpo que acompañe a esa pérdida".

"Es traumático asumir la ausencia de una persona a partir de suposiciones", confirman desde el centro Olívica. En estos casos, además, se "impide los rituales funerarios que hacemos en un duelo normal" y con los que hacemos más real la pérdida. "Las personas necesitan psicológicamente encontrarlo para asimilar el carácter definitivo de la pérdida y poder iniciar los rituales sociales de despedida".

Los familiares de las víctimas del Villa de Pitanxo han sufrido, además, la sobreinformación, tanto de los medios como de los órganos oficiales. En unos casos, meras elucubraciones y, en otros, informaciones contradictorias, como a las que hacían referencia sobre la decisión de Canadá de retomar las labores de búsqueda, algo que un periodista desplazado al país norteamericano les comunicaba que no era cierto. En estos casos, "no es recomendable estar todo el día buscando información al minuto, ya que puede aumentar el malestar, no obstante es entendible esa necesidad".

Más allá del papel de los medios, que deben tratar la historia "desde el respeto", tanto a víctimas como a familiares, muchas veces es beneficioso "escuchar a otras personas que están pasando por lo mismo", lo que les ofrece compañía, comprensión y arropamiento.

Los supervivientes

En el caso de los supervivientes en estas tragedias, se producen reacciones psicológicas diferentes, como inquietud, desamparo, indefensión, miedo e incluso culpa por haber sobrevivido. "A posteriori puede haber presencia de ansiedad, alteraciones del sueño o alteraciones de la alimentación", matizan desde el centro vigués.

Otra emoción que puede surgir es la del miedo, en este caso a volver a embarcarse, después de la experiencia traumática. También todo lo contrario: sentir la necesidad de volver no solo al mar, sino incluso al mismo lugar, como respuesta a lo vivido. Esto "dependerá de los recursos de la persona".

Cuando estas reacciones se extienden en el tiempo, se habla de "estrés post traumático", que también se puede dar en otras personas cercanas. "Pero debemos saber que, casi todos, en principio, tenemos los recursos para poder afrontar situaciones de adversidad".

Lo más importante, aseguran desde Olívica Psicoterapia y Trauma, es "validar todo lo que está sintiendo y permitirse sentirlo, buscar apoyo y canalizar todas esas emociones de la mejor manera para la persona".