Los estudiantes han sido, desde que comenzó la pandemia en marzo de 2020, uno de los colectivos que más ha reivindicado sus derechos durante la situación de alerta sanitaria. Los universitarios de toda Galicia se organizaron durante los primeros meses —allá por la primavera de 2020—para que la adaptación a las clases telemáticas fuera justa y nadie se quedara atrás y trabajaron codo con codo con los rectores para buscar soluciones.
Pasado ese primer año de prueba, durante el pasado curso se mantuvieron las medidas sanitarias y la mascarilla no dejó de ser obligatoria hasta el Real Decreto 286/2022 del 19 de abril. Ese fue el primer paso hacia la recuperación total de la normalidad que, por fin, parece haber llegado para el curso 2022/2023.
Las clases comienzan este lunes 5 de septiembre con unas cifras de contagios mínimos. El gran porcentaje de vacunados también apoya la certeza de que este año los estudiantes no volverán a clase con una mascarilla preparada en la mochila. ¿Pero cómo es la percepción de los jóvenes en primera persona? ¿Cómo han vivido ellos estos últimos años?
Un curso medio ‘online’, medio presencial
En el caso de la Universidad de Santiago, el curso 2021/2022 arrancó con un escenario semipresencial para la mayoría de grados. Atrás quedaba ver al profesor dando clase exclusivamente a través de una webcam, pero aún quedaba lejos la vuelta al completo a las aulas.
"Este curso íbamos rotando todas las semanas, una parte de la clase iba presencial y otra online", cuenta Marta Sanjiao, estudiante de Farmacia en la USC y que encarará ahora su último año, "Al estar a medias entre ambas modalidades, si estaba online no me concentraba bien porque el profesor atendía a los que estaban en clase físicamente".
Sandra Souto cursa el grado de Comercio en la UVigo y a pesar de que el curso 2021/2022 lo pasó de Erasmus en Polonia, sí vivió la adaptación de las clases a la pandemia. En su facultad nunca tuvieron docencia telemática, sino que se establecieron ‘aulas espejo’ para dispersar el aforo.
"Había un aula principal donde estaba el profesor dando clase y si no entrábamos todos, estaba el aula espejo. Allí se oía la clase a través de unos altavoces y veías la pantalla igual que los otros", relata la estudiante de Comercio, "Pero si alguien le hacía una pregunta al profesor, no se escuchaba. Al final era como ver la clase desde tu propio ordenador".
Las dificultades en la interacción con el profesorado también las apunta Marta Sanjiao: "La participación era más difícil en las clases online. El profesor no sabía si la gente estaba atendiendo o no". Todo ello le hizo darse cuenta de que cuando iba presencialmente a la facultad aprovechaba mucho mejor el tiempo.
Enrique Pérez, alumno del grado en Empresariales de la Universidad de Coruña, apunta que el curso pasado, en el segundo cuatrimestre les dejaban estar sin mascarilla en clase "pero manteniendo la distancia". Sin embargo, cuando era obligatoria, sí era un factor que entorpecía la comunicación con el profesor: "Si estabas en las filas de atrás no se entendía".
En la UDC también estudia David, quien cursa el tercer año de Náutica. De los meses más duros de la pandemia recuerda que "las normas eran que tenías que sentarte siempre en el mismo sitio en clase, mascarilla siempre puesta y ventanas abiertas". Además, hacían descansos de 10 minutos para airear el aula y cada vez que había varios contagios se suspendían clases presenciales 15 días.
Otra medida que recuerda este estudiante es "que los repetidores no acudieran a las clases presenciales de las asignaturas pendientes, para no acumular a un gran número de estudiantes en las aulas y que solo estuviesen los de primer curso que se iniciaban en la universidad".
Salud mental
Si bien la calidad de la enseñanza es un factor importante, ver cómo toda esta situación afectó a la salud del estudiantado también es relevante. Los años universitarios se venden como una época de diversión, maduración y crecimiento personal. Para muchos jóvenes es la primera experiencia fuera del nido materno o paterno.
"Tuve suerte de que en mi primer año pude disfrutar con normalidad hasta que empezó el confinamiento, pero para los que empezaron en plena pandemia tuvo que ser muy difícil el tema de socializar", comenta Pérez.
El distanciamiento social o el uso de la mascarilla, como bien pudimos comprobar todos, imponen ciertas barreras a la hora de establecer contacto con el resto de personas. Sandra Souto recuerda aquellos meses en las aulas como "solitarios y depresivos".
Lo cierto es que la socialización es un pilar clave en el desarrollo de la etapa universitaria y uno de los factores que afectan a la salud mental de la juventud, como afirman los expertos. El confinamiento domiciliario de hace dos años y las posteriores medidas de restricción se señalan como posibles causas del repunte de trastornos alimenticios, de ansiedad y depresivos.
La Confederación Salud Mental de España alertó de que en 2020 se suicidaron en nuestro país 14 niños menores de 15 años —el doble que el año anterior—. Entre los jóvenes de 15 a 29 años el suicidio es ya la segunda causa de fallecimiento, solo superada por los tumores malignos.
Estos indicadores no pasaron desapercibidos para el movimiento estudiantil gallego. El 18 de mayo de 2021, la Universidad de Santiago de Compostela puso en marcha el Servicio de Atención Psicolóxica, profesionales a disposición del alumnado de manera gratuita. Durante su primer mes de actividad atendieron más de un centenar de llamadas.
La USC mantiene el servicio psicológico para sus estudiantes a través de diferentes medios, como se explica en la página del proyecto SOS Digital.
Qué hemos aprendido
Marta Sanjiao censura que "con la excusa del Covid" la Universidad redujera durante el pasado curso el horario de biblioteca, así como las horas de prácticas en laboratorio, indispensables en una carrera como Farmacia. Malena Fernández, quien cursa el doble grado de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la USC, también aguarda que vuelvan las clases prácticas presenciales al 100%.
Por su parte, Sandra Souto, estudiante de Comercio, opina que la pandemia puso en relieve la necesidad que tiene la Universidad de tener protocolos preventivos para situaciones de este calibre. "Cuando tuve covid estuve 10 días perdiéndome clase porque los profesores me dijeron que no tenían los medios para darme las clases online", critica.
"Decía el ministro Castells que todo esto iba a suponer una transición hacia la universidad online y a distancia, pero las personas que estaban en la UNED también tuvieron muchos problemas durante el Covid", señala Marta Sanjiao, "Para tener ese modelo de universidad hay que prepararla bien, lo que hacíamos nosotros no era eso. La universidad online no puede significar ser autodidactas".
Sin embargo, Fernández confía en "recuperar la normalidad", pero afirma: "Espero que la universidad aprendiera algo del Covid y reduzca el tema de la presencialidad obligatoria. Se está demostrando que hay más opciones más allá de estar en una aula ‘equis’ horas de forma obligatoria y que eso cuente para nota".
David, estudiante de Náutica, declara ilusionado con vistas a este nuevo curso: "Ahora todo ha cambiado, tenemos mucha más libertad y podemos hacer vida normal, también fuera de las facultades, como salir de noche a discotecas y pubs sin límites de horarios o aforos por el coronavirus".