En 1970, el entonces alcalde Rafael Portanet -figura controvertida de la historia viguesa- promovió la creación de un zoológico en Vigo. El testigo del proyecto lo tomó Antonio Ramilo Fernández-Areal, siguiente regidor de la ciudad, y el 18 de julio de 1971, el zoo de la Madroa abrió sus puertas. A día de hoy, el parque se enfrenta a un cierre próximo sin fecha determinada y a un futuro reinventado.
Los animales llegan a la ciudad
Antón Lois, de la asociación ecologista Amigos da Terra, narra la historia de Vigozoo desde el principio. Es importante entender que cuando el parque se abrió, allá por los años 70, la mentalidad sobre lo que debía ser un zoológico era completamente distinta. "Lo que se perseguía en aquel entonces era un simple antojo", dice el activista, "en el año 71 no existía ningún zoo en Galicia, entonces fue el típico recurso para tener un atractivo más que visitar en la ciudad".
El comienzo del zoológico ya fue polémico. Se decidió construir las instalaciones en lo alto del monte de la Madroa, en una ladera orientada al norte, con unas condiciones de calor extremo en verano pero todo lo contrario en invierno. Para cumplir la motivación del zoo, que según Antón Lois, era "ser una atracción turística" , se trajo en primer lugar "lo que la gente quería ver"; es decir, tigres, leones… Estas especies, sacadas de su hábitat, no soportaron bien las condiciones climáticas de la Madroa: "hubo animales que literalmente se murieron de frío, teniendo que habilitar a toda prisa invernaderos para especies tropicales y demás", cuenta Lois.
La habitabilidad del parque tampoco era la adecuada para la vida animal. Como ocurría en los demás zoos de aquella época, los ejemplares convivían hacinados en jaulas de escasos metros cuadrados: "una pareja de osos en una jaula de apenas 25 metros cuadrados, tres leones en una jaula de 50 metros y un espacio completamente vacío, como mucho con un tronco en el medio para rascar", añade.
Primeros pasos del cambio
A la par que pasaba el tiempo fue mudando la perspectiva de la sociedad. La gente visitaba el zoo con sus hijos y comentaba al volver "fui, pero no vuelvo". Poco a poco era más desagradable ver a los animales en aquellas condiciones. Cuenta Antón Lois que los problemas de las instalaciones de Vigozoo eran múltiples; por ejemplo, los caminos del parque eran tan estrechos que no podía pasar el camión de la basura y no existían puntos de agua a lo largo del zoo, por lo que se debían extender metros y metros de mangueras para la limpieza.
En los años 80 surgieron las primeras protestas contra el zoo, que no pedían su cierre sino la mejora de sus condiciones. Desde el Ayuntamiento se tomaron algunas medidas, aunque para Lois fueron más "estéticas" que otra cosa. También empezó en esa época el discurso desde las administraciones a favor de cambiar el zoo. Cada partido, fuese del color que fuese, que pasaba por el mando del concello de Vigo, prometía reformar la Madroa.
La llegada de la ley (y de los problemas)
La oportunidad de transformación real de Vigozoo se hizo posible con la entrada de España en la Unión Europea y la entrada en vigor, consecuentemente, de su normativa. En el catálogo de leyes, una fue clave: la directiva comunitaria 1999/22 sobre el mantenimiento de animales salvajes en parques zoológicos.
Dicha norma expresaba requisitos como el "fomento de la educación y de la toma de conciencia" del público sobre la biodiversidad o el "alojamiento de los animales en condiciones que persigan la satisfacción de las necesidades biológicas o de conservación de cada especie". Por fin se configuraban en una ley las obligaciones de los zoos que reclamaban desde hacía tiempo diferentes colectivos sociales.
Así, acogiéndose a la normativa 1999/22, las asociaciones ecologistas realizaron un informe sobre la situación de los parques zoológicos de España. La Madroa estaba entre los diez peores. Vigozoo, junto a otros zoos del país, recibió una denuncia ante la Comisión Europea.
La consecuencia más grave de no pasar el examen ante Europa era el cierre del parque. Los colectivos ecologistas abogaban por esa opción. Sin embargo, desde el Ayuntamiento se negaron y prometieron reformar la Madroa. La promesa se pospuso varios años.
Los técnicos de la Dirección Xeral de Conservación da Natureza de la Xunta acudieron al recinto para revisar el cumplimiento de la normativa europea. El zoo había invertido miles de euros en solucionar las ocho irregularidades que encontró la Comisión, entre las que figuraba el riesgo de fuga de los animales. La obra de mayor envergadura fue la reparación del cierre perimetral.
En aquel control a manos de la Xunta, VigoZoo se salvó de una sanción mayor y lograron una prórroga para el cumplimiento total de la directiva europea. Todavía quedaban un par de cuestiones pendientes: la prevención de transmisión de plagas y parásitos procedentes del exterior y la planificación de un programa de conservación ex situ (fuera de su hábitat natural) de las especies de fauna silvestre.
En 2011, la Xunta volvió a poner en el punto de mira el zoológico. El parque no disponía de la licencia municipal que reconocía su actividad como zoo y que se le había exigido ya en el 2008. Desde VigoZoo declaraban que no era necesaria la licencia al tratarse de un recinto propiedad del Concello, contradiciendo las demandas de la Consellería de Medio Ambiente.
"No quiero un zoo que tenga animales presos"
A comienzos del pasado año, Abel Caballero, alcalde de Vigo, anunció en una rueda de prensa el fin del zoo tal y como lo conocíamos hasta la fecha. El regidor declaró que "la ciudad no quiere animales presos, porque es una crueldad absoluta cómo están ahora".
Caballero anunciaba con esta rotundidad la conversión del zoológico en un "aula educativa", pero sin determinar en qué plazo se llevará a cabo. A priori, será un proceso lento. Actualmente viven en la Madroa cerca de mil animales. Muchos no pueden regresar a su hábitat natural y necesitan continuar viviendo en el zoo, como la mayoría de los reptiles. La variedad de especies es amplia: escinco de lengua azul, cocodrilo enano o pitón birmana, entre otros.
No se repondrá a aquellos animales que vayan muriendo, pero mientras continúen con vida su destino es incierto. En octubre de 2020, VigoZoo anunciaba que necesitaba deshacerse de 89 animales por la imposibilidad de mantenerlos. Entre ellos había puercoespines, llamas, burros fariñeiros o boas arborícolas. Los ejemplares fueron puestos en venta a disposición de parques o núcleos zoológicos públicos o privados, entidades con programas de conservación y asociaciones relacionadas con zoológicos.
El aspecto actual del parque dista bastante de la imagen que se pretende conseguir con su transformación. La sensación que transmiten algunas zonas del parque es la de abandono. La hierba está tan alta en ciertas jaulas que es casi imposible distinguir qué criatura se encuentra allí. Esta situación se refleja en las reseñas que recopila el zoo en internet, donde muchos usuarios resaltan el "mal estado de conservación" del lugar.
La esperanza: visitas escolares, talleres y otras actividades
El futuro de la Madroa está claro que no se encuentra en la exhibición de animales silvestres. El modelo de zoo clásico tiene los días contados. Lo más probable y acorde con los planes de Caballero es que el camino del parque siga la estela de proyectos actuales como "Escapes en VigoZoo" o "Sábados Astronómicos".
En la web del zoo recogen todas las iniciativas del Aula Educativa. Los más pequeños son los protagonistas de gran parte de ellas; se organizan desde cumpleaños a excursiones escolares. Hace unos días comenzaban los habituales campamentos de verano, donde los niños descubren la fauna del parque y el amor por la naturaleza.
Sin embargo, Antón Lois, de Amigos da Terra, es crítico con este proceso anunciado por el alcalde vigués. El activista cree que es "inviable físicamente, políticamente y económicamente" convertir la Madroa en un zoo del siglo XXI. Apoya desechar esos planes y proponer algo distinto que sí sea beneficioso, que el objetivo del zoo "no sea la exhibición de animales". Por ejemplo, "recuperar especies de aquí para devolverlas a su hábitat" o "evitar la extinción de razas autóctonas". Alternativas para el zoo que, según Lois, son más "útiles" y más "baratas".