Tras el espectacular derrumbe del puente Francis Scott Key sobre el río Patapsco en Baltimore (Maryland, EEUU), los últimos días hemos asistido a un cierto debate en torno a si podría suceder lo mismo en Rande, aunque es muy complicado que esto ocurra. Para empezar, aunque es verdad que el puerto de Vigo aloja cargueros similares al Dali, muy pocas veces han tenido que pasar bajo el puente y, en caso de hacerlo, lo harían escoltados por patrulleras de Gardacostas.
Sin embargo, es interesante plantear el debate y conocer las especificaciones técnicas del puente que cruza la ría de Vigo, aunque solo sea por saber cómo los ingenieros que lo construyeron contaron también con la posibilidad de que barcos de grandes dimensiones pasasen debajo del mismo con total seguridad. Con 43 años de vida, el Puente de Rande sigue siendo una de las obras más impresionantes de Galicia y una referencia mundial de la ingeniería, con una ampliación, además, que ha recibido varios premios internacionales.
Proyectado por los ingenieros italianos Fabrizio de Miranda y Alfredo Passaro y el español Florencio del Pozo en la década de los 70, comenzó a construirse en 1974 con un presupuesto de 3.658 millones de pesetas y terminó de cimentarse en 1976. Con 1.558 metros de longitud, se convirtió en el puente atirantado más largo del mundo y en el puente más largo de España.
Lo curioso de su construcción, además, es que se diseñaron frente a las pilas principales unos "pequeños" cubos de hormigón que se bautizaron ‘duques de alba’ y cuya misión sería proteger los pilares de las propias corrientes de la ría y de las embarcaciones, en caso de que pudiesen producirse colisiones. Los bloques protegerían tanto a las embarcaciones de chocar contra las enormes pilastras como al propio puente de recibir toda la fuerza de un gran impacto.
La revista Obras Públicas es quien, en 1978, dedica un artículo a admirar esta impresionante construcción, detallando la funcionalidad de estos singulares bloques de hormigón. Tan sencillo y tan invisible que pocos vigueses se habrán fijado en estos macizos, que llevan ya cuatro décadas protegiendo al majestuoso Puente de Rande de una potencial catástrofe.