"Da gusto ver que eso de que nadie es profeta en su tierra no siempre se cumple", aseguraba Domingo Villar en una entrevista concedida a Treintayseis con motivo de su nombramiento como Vigués Distinguido este 2022. Nacido hace 51 años, Mincho, como lo conocían sus más allegados, volvía a Vigo para recoger la distinción concedida por su labor como autor de novelas en las que su ciudad natal era un protagonista más.
En la víspera de la celebración del Día das Letras Galegas una noticia conmocionaba a la sociedad viguesa y al mundo de la cultura nacional. Domingo Villar era ingresado de urgencia tras sufrir un ictus que revelaba un pronóstico muy grave. A penas 48 horas después, se confirmaba su fallecimiento en el Hospital Álvaro Cunqueiro tras haberse descartado una recuperación que quería mantener la esperanza de todos los que le conocían, en persona o por sus obras.
Afincado en Madrid desde hacía tres décadas, Vigo siempre estaba en su memoria; era el lugar idílico al que regresaba para escribir, para conectar con sus vivencias y recorrer las calles en las que había vivido y crecido, "el lugar emocional donde volver cuando me siento a escribir", como él mismo lo definía. Tres novelas y un libro de cuentos le dieron una relevancia muy complicada de lograr en un mundo como el editorial; una producción corta pero muy exitosa, fruto de un concienzudo trabajo en el que se mezclaban el talento narrativo y la inseguridad del perfeccionista, del que confía más en el trabajo que en la prodigiosa inspiración momentánea.
Tres novelas de éxito y proyectos en el tintero
Ojos de agua, en 2006; La playa de los ahogados, en 2009; y El último barco, en 2019. Tres obras separadas en el tiempo, especialmente la tercera, la más extensa, y a la que precedió un manuscrito que terminó descartando. Esa pausa y cautela a la hora de elaborar sus novelas le gustaba porque, confesaba, le permitía quedarse "a vivir en un capítulo unos meses". Al otro lado, sus lectores esperaban con ansia nuevas noticias del inspector Leo Caldas; a cambio, Villar quería ofrecer "el mejor libro que sea posible".
Su primera novela, Ojos de agua, cuenta con 23 ediciones y fue un éxito a nivel nacional. La playa de los ahogados lo consagró en el panorama internacional, fue traducida a más de 15 idiomas, cosechó un gran número de premios y fue llevada al cine; y su última novela, El último barco lleva ya doce ediciones. En el tintero se quedan una obra de teatro, su cuarta novela protagonizada por Leo Caldas y una serie de televisión protagonizada por el inspector y dirigida por los hermanos Coira.
La editorial Siruela fue su casa en castellano y Galaxia en gallego. La primera lo definía en un comunicado como "un hombre cordial, de gran humanidad, entusiasta y cariñoso, un detallista que sorprendía a cuantos le conocían por su gran memoria y la palabra siempre precisa". Una visión que es compartida por sus amigos y aquellos que tuvieron la suerte de entablar relación con él, compañeros de letras que acudían a él en búsqueda de consejo.
Además de sus tres novelas, la última obra que publicó fue una recopilación de relatos, Algunos cuentos completos. En ella, hacía acopio de las historias que había ido escribiendo a lo largo de los años, las mismas que narraba de forma oral en cenas con amigos, a modo de regalo imperdible para los comensales. Esa tradición oral era la misma que usaba para leer a unos cuantos elegidos los fragmentos que iba avanzando de cada una de sus novelas, como si al leerlas en alto les diese una vida diferente a la que tenían sobre el papel.
Además de la literatura, el Celta era otra de sus grandes pasiones. Defendía una idea de pertenencía, de cantera, del fútbol alejado de los despachos y el negocio y más cerca de la piel y del escudo, que generase un vínculo con la afición y "que hermanase el vestuario con la calle".
El inspector Leo Caldas y el Eligio
El inspector Leo Caldas se dio a conocer en Ojos de agua, fumando e interviniendo en un programa de radio, ‘Patrulla en las ondas’. Era la presentación en sociedad del personaje sobre el que Domingo Villar proyectaba sus novelas y al que hacía recorrer Vigo y su comarca. A él lo situó en la Taberna Eligio, bar de referencia que volvió a la vida después de recuperar la notoriedad a través de las novelas negras del escritor vigués; el mismo que añorará sus visitas cuando alargaba las vacaciones de verano en Vigo.
Tras la noticia del fallecimiento del autor, el local cerró sus puertas a lo largo de la mañana de ayer en señal de luto. Se despedían de su mejor "embajador", de "un amigo", en "el día más triste desde su reinauguración", rezaba en sus redes sociales. Para este y para tantos otros rincones que quedaban grabados a modo de itinerario para sus lectores, que hacían de sus visitas a Vigo un tour siguiendo los pasos de Caldas.
Hoy, el Eligio deja una mesa vacía y el inspector Leo Caldas se queda huérfano, sin nadie que le escriba sus andanzas, que le señale por dónde pasear, dónde sentarse a tomar un vino, que desentrañe sus casos y le mantenga en el olimpo de los personajes de novela negra recientes.
Un día después de celebrar su gran día, las Letras Galegas se tiñen de luto al tener que decir adiós, de manera repentina y temprana, a uno de sus autores más reconocidos, que tiraba del gallego para trazar descripciones repletas de recursos estilísticos y del castellano para mantener la frescura idiomática en los diálogos.
Vigo se queda también huérfana del escritor que, desde la capital, escribía porque no quería perder la oportunidad de regresar a su ciudad cuando lo hacía. La misma que se recordará a través de sus novelas, narrada a través de sus palabras y recorrida por Leo Caldas, que ya no tiene quien le escriba.