Los bailarines de la escuela viguesa Dance Academy van recuperándose progresivamente de la montaña rusa de emociones que supuso la European Championship UDO, celebrada en Kalkar (Alemania) hace menos de quince días.
Responde al teléfono Elena Fernández, directora del centro, con un merecido orgullo impregnado en la voz y con la mente puesta en la siguiente competición, que tuvo lugar este pasado fin de semana en Madrid. Así es la vida en Dance Academy tras la pandemia: aprovechar cada oportunidad al máximo para recuperar el tiempo perdido durante estos dos años, que han sido duros para todos los sectores y en especial para el de la cultura.
La danza suele conllevar sacrificio, pasión y dedicación. Elena Fernández lo sabe bien tras nueve años al frente de la escuela, que está situada en el Camiño Pereiras. Trabaja junto a un equipo de profesores entre los que se encuentran sus hijos, Daniel y Nerea Suárez. Una demostración de que en Dance Academy son una familia hasta en el sentido más estricto del término.
Desde 2013
Elena Fernández tenía la danza dentro de casa gracias a sus dos hijos. Empezaron a trabajar para unos campamentos de baile y, a través de un coreógrafo que conocieron en ese mundo, se animaron a "meterse en este berenjenal" que es a día de hoy Dance Academy.
"En agosto de 2013 estábamos impartiendo los campamentos de danza y en septiembre abrimos la escuela", rememora Fernández. Ella bailaba a nivel amateur, mientras que sus primogénitos, Daniel y Nerea, lo hacen a nivel profesional.
De hecho, ellos han sido los coreógrafos para la European Championship UDO. Además, participan como cuerpo de baile en uno de los grupos de la categoría Absoluta y también de la MegaCrew, un equipo formado por 40 personas de diferentes edades de la escuela.
Dance Academy está especializada en bailes urbanos. Aquí podemos encontrar una gran variedad de estilos, como el house, el dancehall, el hip hop o el break dance. En total hay 200 alumnos; la mayoría tienen entre 13 y 17 años y, "por desgracia", como señala Elena de forma aproximada, "solo hay un chico por cada diez chicas".
El baile no tiene edad
En la escuela hay alumnos de tan solo tres años hasta alumnos de 50. Los más pequeños empiezan a competir alrededor de los siete años si así lo desean, y los más mayores comenzaron hace un par de años como grupo propio, llamado Premium: "En el campeonato europeo quedaron segundos y en el mundial séptimos", cuenta la directora.
Muchos de los componentes son padres de alumnos de Dance Academy que pasaron de llevar a sus hijos a la academia a animarse ellos mismos a bailar. El porcentaje de hombres supera al de mujeres en esta categoría, señala Elena Fernández, algo que no sucede en ninguna de las otras franjas.
Como explica la directora de la escuela, la experiencia es "muy gratificante" para los padres: "Lo viven super intensamente, todos coinciden en que cuando tenían la edad que ahora tienen sus hijos no tenían esta oportunidad".
Esta unión familiar, según cuenta Fernández, es muy habitual. "Tenemos hermanos que bailan en diferentes categorías, padres e hijos que compiten… La vena artística de un bailarín tiene que venir de algún sitio y normalmente es de la familia".
Una unión inquebrantable
Teniendo en cuenta todos estos factores, es comprensible que Elena Fernández hable de la escuela como si fuese "una gran familia". Su unión hace la fuerza y así lo demostraron en Alemania, donde se trajeron de vuelta a casa nada más y nada menos que 36 trofeos.
El campeonato europeo era una cuenta pendiente. Antes de que el covid irrumpiera en nuestras vidas, los bailarines de Dance Academy fueron al mundial y se habían clasificado previamente para el europeo a través de un torneo de la Federación de Danza.
La pandemia no les permitió disputar la competición, por lo que este 2022 han regresado por todo lo alto. Incluso el pasado año dieron algunos tímidos pasos adelante presentándose a un certamen en Madrid. El coronavirus trastocó muchos planes, pero no las ganas de bailar del alumnado ni la filosofía de esta escuela.
"Somos un poco centro social", confiesa Elena Fernández, "los alumnos pueden venir a ensayar cuando quieran a las salas si no tienen clase. La escuela es grande, tiene una zona amplia, hay una sala de batallas para entrenar. Ellos quedan para venir y al acabar las clases se quedan aquí charlando".
Esa socialización en el espacio de la academia los une mucho y fue de las cosas que más extrañaron durante las restricciones de la pandemia. En las competiciones todos se ayudan entre sí, los bailarines mayores peinan a los pequeños, tratan de acudir a la exhibición de cada uno, se apoyan incondicionalmente. "Y por supuesto, se pelean, igual que en una familia", sentencia con cariño Elena Fernández.