“Galicia, tanto etnográficamente como geográficamente y desde el aspecto lingüístico, es una prolongación de Portugal, o Portugal es una prolongación de Galicia: lo mismo da". Aquellas palabras pronunciadas por Otero Pedrayo en el Parlamento de la República en septiembre de 1931 estaban cargadas de simbolismo y significación; y es que ambos territorios fronterizos llevan décadas hermanados por la cultura y la lengua. Los juegos y deportes tradicionales conforman otro de esos hilos que entrelazan la identidad gallega y portuguesa, y uno de los mejores ejemplos recae en A malla, un juego de origen antiguo que según se cree proviene de Portugal y cuya práctica se fue extendiendo más tarde por todo el sur de Galicia.
A malla es una práctica muy similar a la toka vasco-navarra. En el caso de la versión gallega, este juego de técnica, habilidad y precisión consiste en lanzar una serie de discos de hierro (también llamadas "mallas") para derribar un palo o cilindro de madera que se encuentra situado a algunos metros de distancia. Lo más habitual es jugar por parejas, aunque también puede realizarse de forma individual o por equipos según la modalidad. Tras varias décadas al borde de la desaparición, localidades como la de Ponte Caldelas, en Pontevedra, han potenciado su práctica con el objetivo de recuperar un juego que forma parte del patrimonio inmaterial de la región.
El origen del juego
El juego de la malla hunde sus raíces en la civilización romana; concretamente desde el momento que estos empezaron a herrar los caballos de sus ejércitos. La práctica de este juego tradicional en Portugal aparece relatada en varios documentos que revelan un origen a mano de los soldados romanos. Según las informaciones recogidas, para ocupar su tiempo libre en los campamentos, a los combatientes se les habría ocurrido la idea de aprovechar las herraduras defectuosas para un juego de lanzamiento. De hecho, resulta bastante probable que otras poblaciones antecesoras ―celtíberas o lusitanas― ya practicasen en su época algún juego similar de puntería con conchas o piedras; de ahí la presencia de este deporte a día de hoy en regiones de arraigada cultura celta como Bretaña o Galicia.
La popularidad del tradicional juego de la malla en Portugal aumentó entre los siglos XVII y XVIII, época en la que el predicador de la reina Ana de Gran Bretaña también lo definió como "Jogo do Fito" (en este caso se suelen utilizar piedras chatas) en su vocabulario portugués y latino en 1713: "Fito – palo clavado en el suelo (…) algo que los antiguos tiraban en diferentes juegos. Fito también se llama el juego en el que le pones un ladrillo de pie, al que tiras para derribarlo o para quedar más cerca de él. Me parece que estos términos pueden usarse porque este juego tiene cierta semejanza con el de los antiguos atletas romanos ". Además de esta segunda denominación, en Portugal el juego de la malla también ha sido reconocido bajo el nombre de chinquilho; aunque dependiendo de la zona geográfica donde se practique pueden existir algunas variaciones y diferentes modalidades. Con el tiempo, este deporte popular se fue extendiendo desde Portugal hacia el sur de Galicia, pero también hacia otros países como Brasil gracias a la figura de los inmigrantes lusos.
Reglas y requisitos de la malla tradicional
Si bien existen algunas variaciones en cuanto a las reglas o la técnica, el espíritu y la esencia del juego de la malla resulta muy similar en todas su versiones, ya que el objetivo final siempre será el de derribar unos palos situados a una distancia media de entre 14 y 20 metros. La práctica de la malla se suele llevar a cabo en un terreno de tierra llano y rectangular y se necesitan varios elementos para su desarrollo: dos o tres discos de metal por participante, de un diámetro de unos 105 milímetros y un peso aproximado de 600 gramos; así como también dos palos de una altura estimada de 20 centímetros y una base de 5 centímetros de diámetro.
Una vez estén todos los elementos dispuestos sobre el terreno de juego, cada equipo se coloca en frente del adversario y al lado de uno de los palos. Delante de los cilindros de madera, a un metro de distancia, se marca una línea perpendicular que delimita la zona de lanzamiento de los participantes. Este deporte tradicional requiere de una gran precisión y habilidad para lanzar las mallas con la suficiente fuerza y dirección para acertar en el objetivo o situarse los más cerca posible del mismo. Una vez todos los jugadores hayan lanzado, el que quede más cerca del palo suma dos puntos para su equipo, pudiendo agregar hasta 4 puntos por equipo en la misma ronda (en el caso del juego por parejas). Además, siempre que se derribe un palo se contabilizan 4 puntos para el grupo. El juego finaliza cuando uno de los equipos consigue sumar 30 puntos. Es importante señalar que cada partida tendrá cinco juegos como máximo, venciendo el equipo que antes consiga ganar tres de las cinco rondas.
En el sur de Galicia una de las citas más importantes de este juego popular se lleva a cabo en el concello de Ponte Caldelas: el Campeonata da Malla. El evento deportivo gozaba de una gran aceptación y seguimiento en la década de los noventa, si bien su práctica se fue reduciendo de forma considerable hasta casi desaparecer. Hace unos años, la Asociación de Veciños da Insua, en colaboración con la Comunidad de Montes, decidió retomar dicha competición que se celebra cada verano en la Carreira Ancha. Lo cierto es que a día de hoy la malla se mantiene muy presente en lugares de Ponte Caldelas como A Insua, Forzáns o Chaín, todos ellos zonas con una gran relación migratoria con el país luso.