"Yo dejé de ser niña en el verano del 38, no sé en qué me convertí, pero ya nada fue igual, me condenaron para siempre". Con estas palabras Juana le entrega a su hijo el mayor de los secretos que ella, su abuela Francesca, su madre Joana y su tía Teresa habían guardado durante medio siglo en una caja de color azul.
El hijo de Juana, el periodista Juan Antonio Ponseti, abrió el tercer cajón de la mesilla y allí estaba aquel contenedor de recuerdos en forma de las cartas que su abuelo Antonio había ido intercambiando con su familia cuando lo mandaron al frente en plena Guerra Civil. Antonio desapareció en la batalla del Ebro y nunca más se supo de él. "Lo que guardaban en la caja es a mi abuelo", explica Ponseti a Treintayseis.
Así, La caja azul, se llama su última novela, que esta semana ha presentado en Vigo. En ella, el conocido periodista deportivo cuenta la investigación que comenzó como última petición de su madre antes de fallecer de cáncer el 21 de mayo de 2001; una caja que no abrió hasta después de fallecer su padre, en el 2004.
Una novela que nace del silencio
La novela habla del silencio como "metáfora de la vida de las tejedoras de la memoria" de su abuelo Antonio, al que le tocó "irse al frente sin más", como a tantos españoles, y del que dejaron de recibir noticias en forma de cartas en agosto de 1938, una correspondencia que había comenzado 4 meses antes. "Digo mi abuelo y la gente se imagina a un hombre mayor y canoso, pero era un chaval de poco más de 30 años", puntualiza. A la marcha y posterior desaparición del patriarca se sumó, también, la temprana muerte del hermano de Juana, José, con solo tres años.
Ese silencio era un "arma de defensa", el que las protegía y ayudaba a llevar el dolor; de hecho, Ponseti asegura que no fue hasta el último minuto cuando su madre decidió que esa caja "siguiera viva". "Habría terminado en ese cajón para siempre, yo la hubiera encontrado al vaciar la casa, pero nunca habría comprendido exactamente de qué iba, la importancia que tenía". De hecho, aquella historia que guardaba nunca fue compartida ni con su hijo ni con su marido.
Con La caja azul, Ponseti no ha querido hablar de la batalla del Ebro, sino de la historia de su abuelo, donde no perdiese el protagonismo, para lo que le ayudaron las cartas escritas por Antonio, "una pequeña joya" con las que se dejó guiar por él "en esa batalla, gracias a sus palabras sobre lo que veía y lo que pasaba antes de cruzar el Ebro".
La "desconocida" Batalla del Ebro
Una batalla, la del Ebro, que Ponseti destaca lo poco conocida que es, a pesar de ser considerada la primera gran batalla de la Segunda Guerra Mundial. Para hablar de ella tuvo que estudiar, que sumergirse en "libros maravillosos" que la describen con todo lujo de detalles, y también retomar los pasos de su abuelo. Allí conoció la Biblioteca de Fayón, que alberga un museo con todo tipo de material bélico que recuerda aquella cruel combate, pero no suficiente para grabar en la memoria de todos de la importancia que tuvo; "los americanos habrían hecho camisetas de todos los colores y monumentos", reivindica.
"Mis primos, chicos jóvenes de entre 17 y 20 años, no tienen ni idea de la Guerra Civil, en cambio les preguntas por el desembarco de Normandía y te dicen hasta el color de los uniformes de los americanos", protesta. "Es el reconocimiento a algo que ha pasado, no podemos seguir vertiendo miserias porque han pasado ya 84 años", añade.
Y es que Ponseti ha escrito esta novela alejado del rencor, el mismo que podrían haber destilado esas mujeres que lo vivieron, pero no él, como nieto, algo que reconoce como común a todos los que ha ido conociendo a lo largo de estos años de investigación, generaciones que ya no entraron en contacto directo con el periodo bélico que se vivió en España entre República y sublevados. "Esa realidad política de dejar esto sin avance por el qué dirán es un error porque no es cierto, yo he traído con todo mi amor a mi abuelo para que vuelva a casa y cerrar un capítulo que para mi familia ha sido una condena durante 50 años".
Una investigación con una pared "a lo CSI"
La investigación fue de tal magnitud que más de una vez se vio perdido "en la inmensidad de la búsqueda", y cada paso era "como un chute de adrenalina". Su anterior obra, Vuelo 19, sobre la misteriosa desaparición de seis aviones y veintisiete personas en el año 45 en Estados Unidos, con la que se estrenó como novelista, le permitió tomarse una pausa y alejarse de esa caja azul y también descubrir que esa investigación le podría ayudar en la historia de su abuelo.
Para tratar de atar los cabos y no perderse, Ponseti dedicó una pared de su casa a montar un espacio donde registrar todo, "a lo CSI". "Me volví loco, casi me echan de casa", cuenta entre risas. Pero aquella búsqueda no fue una novela desde el principio, sino que se dio cuenta "muy tarde", casi al final de la investigación, al entender que tenía sentido hacer pública una historia de tantas, sin mirar la ideología, para "hacer entender a la gente que lo peor que podemos hacer es matarnos a tiros, porque así nos cargamos a varias generaciones" con una guerra que, como aquella, "se llevó tantas cosas por delante", igual que ocurre ahora en Ucrania.
El trabajo se multiplicó cuando decidió que para acercarse lo más posible al destino de su abuelo tenía que "cerrar el círculo" y buscar "qué le pasó a todos los que lucharon con él en la 4ª compañía dentro de la 226 Brigada Mixta". De muchos conoció el fatal destino, de otros no logró pistas, ya que muchos habían hecho por borrar su existencia en el bando republicano. De ellos, dos nombres aparecen como frustración del autor: Francisco Herrada, superviviente y clavo ardiendo al que se agarra su bisabuela para encontrar a Antonio; y el capitán Guillermo Gómez del Casal, al que localizó entre los asesinados por los nazis en un campo de concentración.
Ponseti recibió como un "acto de amor" y un "regalo" de su madre antes de despedirse esa caja sin el peso de la responsabilidad para hilvanar su contenido en forma novelada y contar la historia de cómo a estas mujeres de su familia "les borraron la vida en 1938" y sobre cómo resguardó ese secreto una caja azul guardada en un cajón.