Hubo un tiempo en el que Marín y Pontevedra estaban unidas por un trolebús, un vehículo de pasajeros a medio camino entre el tranvía y el autobús. Aquel medio de transporte se inauguró en 1943 e hizo su parada final en el año 89. Pero este no es un artículo sobre aquel vehículo que marcó una época en la sociedad pontevedresa, sino sobre uno de los usuarios de aquella línea que logró hacerse notar entre el resto de pasajeros y que proyectó su fama más allá del ‘trole’: John Balan.

Manuel Outeda Villanueva, mejor conocido como John Balan, nació diez años antes del inicio del trolebús en la parroquia de Seixo, perteneciente al ayuntamiento de Marín (Pontevedra). Su vida estuvo plagada de luces y sombras, marcada por sus dotes artísticas y musicales, su imaginación incansable y un universo propio donde los cowboys del lejano Oeste se entremezclaban con los bares y garitos pontevedreses.

Su figura sigue causando gran fascinación hoy en día, 15 años después de su fallecimiento en una residencia de ancianos de Pontevedra, aquejado de una hemiplejía. El Concello de Marín acaba de celebrar este pasado fin de semana la primera edición del Festival de cine John Balan, nombrado así en honor de este entrañable personaje. También se organiza en su memoria el festival Son de Marín, donde además se hace una ofrenda floral en su tumba, en el cementerio de Santomé de Piñeiro.

El origen de una leyenda

¿Pero quién era este hombre? Javier Campos Calvo-Sotelo, investigador especializado en etnomusicología y doctorado en Historia y Ciencias de la Música por la Universidad Complutense de Madrid (UCM), dedicó su tesis de doctoramiento a la música popular gallega en los años de la Transición. Para la elaboración de la tesis contó con los testimonios de múltiples personalidades, entre las que se encontraba John Balan.

Tal y como recoge la investigación, Manuel Outeda iba siempre ataviado con "un sombrero Stetson, corbata tejana y botas camperas". Escogió el apodo de John Balan porque "sonaba a extranjero" y "nadie es profeta en su tierra". Antes de dedicarse al mundo de la animación cultural (se pasó toda la vida actuando, fuera cual fuera el escenario), se conoce que fue pescador y estuvo faenando en una embarcación en la ría de Pontevedra. Sin embargo, como apunta la tesis de Javier Campos Calvo-Sotelo, "tuvo que dejarlo porque se mareaba".

Tras la Guerra Civil, Balan pasó penurias económicas y llegó a pedir limosna por las calles; así, confesaba ante el investigador Campos Calvo-Sotelo que había pasado hambre durante los años de la dictadura. A comienzos de los años 50 empezó a actuar por algunos bares de Marín, lo que le servía para ir reuniendo una pequeña cantidad de dinero.

El hombre orquesta busca su destino

Continuando el relato cronológico de la carrera artística de Manuel Outeda, la tesis de Campos Calvo-Sotelo señala cómo el pontevedrés decidió ampliar sus fronteras para continuar dándose a conocer. Los espectáculos de John Balan se servían tan solo de su propia voz; era capaz de recrear el sonido de diversos instrumentos, por lo que adquirió el apodo de "hombre orquesta". Además, acompañaba su voz con un golpeo rítmico a una puerta, lo que le hizo ganarse también el título de "concertista de puerta".

Así, en la década de los 50 estuvo actuando por algunas tabernas de Santiago de Compostela y también formó parte de la Orquesta Sinfonía en A Coruña. Sus ingresos eran demasiado bajos, de modo que volvió a la ciudad del Lérez en 1959 y entró en la orquesta Palma. Con todo, casi una década después decidió emigrar y trabajar tres meses como friega platos en Reino Unido.

Balan nunca dejó de cantar y dar sus propios conciertos a lo largo de estos años. Además de la música, era todo un experto en inventar guiones de película donde él interpretaba todos los personajes y era capaz de reproducir diálogos en un inglés medio inventado que en realidad no entendía. Su fama fue creciendo y en 1975, su existencia llegó a oídos de la televisión nacional.

El pontevedrés fue invitado en dos ocasiones al programa Directísimo, conducido por José María Íñigo. "Mi vida ha sido una vida triste, llena de preocupación", confesaba John Balan ante las cámaras. El salto a la pequeña pantalla le abrió la puerta a grandes oportunidades, como ser telonero de Fernando Esteso en la plaza de Toros de Valencia y en Castellón, y empezar a aparecer en más programas de la Televisión de Galicia.

Cumplir el "sueño americano"

John Balan llegó a contar con un espacio recurrente en la TVG, acompañado de otra reconocida personalidad pontevedresa, Wladimir Dragossan, poeta y autor de una biografía sobre el ‘hombre orquesta’ titulada John Balan, un yanqui en la corte de Breogán. Con todo, el momento más especial en la carrera del artista tuvo lugar en el año 1983, cuando cumplió su sueño de viajar a Estados Unidos.

El realizador y guionista Ángel Peláez fue el encargado de preparar un episodio especial protagonizado por Manuel Outeda (John Balan) para el programa Vivir cada día. Se emitió en abril de 1983 y en él afirmaban que Balan "probablemente, si hubiera tenido otra suerte y hubiera vivido en otro tiempo hubiera sido de los grandes artistas de la historia del mundo del vodevil en España".

El programa fue un mini documental de casi una hora de duración sobre el marinense y retrata con cariño su figura. "La gente no se ríe de Balan, sino que se ríe con Balan. El único que se ríe de Balan es el propio Balan, que tiene suficiente sentido del humor para ello", aseguran también en episodio. Parte del rodaje se produjo en Estados Unidos, su destino de ensueño, el origen de las películas del Oeste que fascinaban a Manuel Outeda.

Balan pudo recorrer durante algo más de una semana Nueva York y sus rincones más emblemáticos y hasta se subió al escenario de un pub de música country. La revista Rías Baixas Tribuna recoge las declaraciones del guionista Ángel Peláez tras la experiencia de Balan en Norteamérica: "Disfrutó enormemente durante todo el rodaje, pero cuando se acercaba el momento de regresar a Pontevedra me dijo que él se quedaba allí, que se estaba dado cuenta de que había desperdiciado su vida como artista en Galicia y que Nueva York era la auténtica patria de John Balan".