28 de marzo de 1809. Los sublevados vigueses tiran abajo la puerta de la Gamboa, con Carolo al frente. Dentro de los muros de la villa, las tropas napoleónicas tratan de resistir el asedio de los que quieren recuperar su libertad y expulsarlos de su territorio. El comandante Chalot, a la vista de que la derrota es inminente, se encarama a un improvisado escenario de restos de la batalla campal para pedir el alto el fuego y tratar de hablar con Cachamuiña y Morillo, los dos militares que comandan el ataque.

La acción militar se pausa durante unos instantes y el francés, tras una larga perorata en la que enumera las ventajas de pertenecer al Imperio francés antes que a España, donde habla de República, libertad, fraternidad e igualdad, de Montesquieu, Voltaire, Rosseau y Diderot, logra convencer a los vigueses de que depongan las armas y se sumerjan en su nueva condición francesa.

¿Y si este pasaje ficcionado hubiese ocurrido de verdad? ¿Y si los vigueses nunca hubiesen reconquistado la ciudad y se hubiesen unido a la causa napoleónica para formar parte del Imperio Francés? Una mera hipótesis con la que en Treintayseis hemos querido jugar para tratar de responder a la pregunta: ¿Cómo sería ahora Vigo si no se hubiese reconquistado la villa en 1809?

¿Dónde y cómo encajaría Vigo en Francia?

Rennes. Foto: Shutterstock

Lo primero que habría que tratar de desvelar es qué tipo de ciudad sería Vigo dentro de un país como Francia. Partiendo de las ciudades abiertas al mar, hay que descartar a las del lado mediterráneo, como Niza y Marsella. Por población, aunque está situada a unos 50 kilómetros de la costa atlántica, la más similar sería Burdeos, con unos 255.000 habitantes y un puerto de importancia a orillas del río Garona, puerta de entrada del Atlántico.

Pero teniendo en cuenta la idiosincrasia viguesa, perteneciendo a Galicia y con fuertes raíces celtas, Vigo formaría parte de las ciudades de la Bretaña francesa, donde Rennes sería la más grande, aunque con la llegada de la ciudad olívica al estado francés, se convertiría en la segunda. También Brest, ciudad portuaria con una situación geográfica estratégica, tanto comercial como militar, pero con la mitad de población que Vigo.

Galicia y Bretaña tienen grandes similitudes como regiones en sus respectivos países, por lo que Vigo confraternizaría con este territorio a la hora de poner en común demandas y acuerdos económicos con respecto al gobierno central. Un idioma propio, orígenes comunes, leyendas compartidas, un fuerte arraigo y una especial relación con el mar haría que Vigo y los vigueses se sintiesen como en casa siendo bretones.

Arquitectura

Fachada del Hotel Moderno, obra de Michel Pacewicz. Foto: Turismo.gal turismo.gal

La influencia en la arquitectura hubiese sido muy importante. Vigo ya la tiene desde principios del siglo XX gracias a la figura del arquitecto francés Michel Pacewicz, del que se mantienen actualmente muchos edificios en la ciudad, con una importante huella del eclecticismo afrancesado de su obra. Quizás, la ciudad hubiese crecido a lo largo del siglo XIX con edificios de estilo neoclásico y hubiese seguido las tendencias de su nuevo país de cara a un futuro en el que, quién sabe, se hubiese cuidado algo más la estética urbana y hoy mantendríamos algunos edificios que fueron sustituidos por aberraciones arquitectónicas y otros que darían cierto aspecto noble a muchas zonas de la ciudad. Hipotéticamente, claro.

Economía

Puerto de Vigo. Foto: Shutterstock shutterstock

En el aspecto económico, las industrias más potentes no cambiarían mucho. Quizás Vigo se potenciaría como puerto principal de Francia en la costa atlántica y Citroën hubiese llegado antes a la ciudad, elegida como punto estratégico para lanzar sus modelos a España sin necesidad de instalarse en el extranjero.

Dos motores económicos muy potentes que podrían combinarse con el turismo, ya que Vigo sería un rara avis: instalado en territorio lejano, rodeado de lugares comunes pero que pertenecerían a España. En pocos kilómetros, el visitante podría hacer base en esta parte deslocalizada de Francia pero con las maravillas que ofrecen las Rías Baixas a tiro de piedra. Algo similar al País Vasco-Francés, pero más peculiar por la desconexión de la ciudad con el resto de sus vecinos, que mantendrían costumbres, cultura y arquitectura española.

Eso sí, Vigo perdería como propios zonas como el Val Miñor o el Baixo Miño, que hasta la eliminación de las fronteras con la llegada de la Unión Europea dependería de un pasaporte para poder pasar un día de playa; no muy diferente, también es cierto, de lo que fue la frontera entre Portugal y Galicia.

Gastronomía

Poulpe à la Provençale. Imagen: Wikipedia

A la hora de hablar de gastronomía, tanto España como Francia pueden presumir de tener dos de las mejores del mundo, por calidad y variedad. Vigo estaría influenciado en su cocina por esa Galicia a la que ya no pertenecería, pero cabría esperar una influencia francesa en algunos platos ahora típicos aquí.

Del pulpo a la gallega pasaríamos al pulpo "a la francesa", donde habría para escoger un Poulpe à la Provençale, en la que el pulpo cocido lleva una salsa de tomate, aceitunas, alcaparras y hierbas aromáticas. La empanada sería sustituida por la Quiche; el cocido por la Cassoulet, un guiso de alubias blancas, confit de pato, carne de cerdo y salchichas; y el caldo gallego pasaría a ser la Bouillabaisse, una sopa elaborada con varios tipos de pescado y mariscos, tomates, ajo, cebolla, hinojo y azafrán.

Cultura

Fotograma de ‘À bout de souffle‘, de Jean-Luc Godard, y Les Rita Mitsouko

En las últimas décadas en España, la principal corriente marcada de cultura pop llegó tras el franquismo con la extenuada Movida, que en Vigo tuvo uno de los focos nacionales. En Francia, si hablamos de movimiento cultural significativo de la segunda mitad del siglo XX, habría que fijarse en la Nouvelle Vague.

Esta Nueva Ola fue un movimiento cinematográfico surgido a finales de la década de los 50 y que reivindicaba como máxima aspiración la libertad de expresión y la libertad técnica. En la música, la chanson française abanderó a cantautores a lo largo del siglo XX como Édith Piaf, Charles Aznavour o Jacques Brel. Quizás, Vigo habría sido una meca del cine francés y A Roda habría sonado con acordeones y violines.

Incluso podemos llegar a pensar que Siniestro Total no habría existido y en Vigo hubiese sonado música más cercana al pop rock experimental de Les Rita Mitsouko; entrados los años 90, Los Piratas serían más bien Mano Negra.

Fiestas populares y nacionales

Celebración del 14 de julio en París. Foto: Jerome Labouyrie – Shutterstock

Dónde sí que Vigo sufriría un gran cambio sería en su calendario de festivos y celebraciones. Evidentemente, el 28 de marzo no se celebraría la Reconquista, sino una fiesta en la que se exaltaría el patriotismo francés de la ciudad, con representaciones en las que la imagen de los vigueses alzando la bandera tricolor o Chalot abrazado a Morillo y Cachamuiña serían las más representativas.

No habría 17 de mayo con Rosalía de Castro ni Letras Galegas; la fecha a celebrar podría ser el 22 de mayo, fecha del fallecimiento de Víctor Hugo, o el 20 del mismo mes, cuando nació Balzac.

Tampoco 12 de octubre; el Día de la Hispanidad se sustituiría por el 14 de julio, ya que Vigo celebraría la Toma de la Bastilla, la Fiesta Nacional de Francia.

Deporte

Pocos cambios podemos imaginar en el mundo del deporte a grandes rasgos. El Celta formaría parte de la liga francesa y el duelo fratricida no sería contra el Deportivo, ya que no existiría tal rivalidad, que quedaría diluida en la frontera. Quizás, sería el Stade Rennais sería el rival a batir en el derbi, que ya no sería gallego, sino bretón. Y el Real Madrid o el Barcelona no serían los grandes contra los que jugaría el equipo celeste, sino contra el todopoderoso PSG si hablamos de la actualidad, el Saint-Étienne de las décadas de los 60 y 70, o el Olympique de Marsella.

Eso sí, Vigo podría formar parte del recorrido del Tour, una etapa especial fuera del territorio francés, y el rugby tendría mucha más fuerza como deporte local y el Seis Naciones sería una cita imprescindible en la ciudad para animar a Les Bleus.