La comarca do Salnés es una de las grandes cunas de la literatura gallega en el sur de Galicia. Este vasto territorio ha visto nacer y florecer a grandes figuras del mundo de las letras, quienes, ya sea por origen, raíces o elección, han mantenido un fuerte vínculo con esta región bañada por las tranquilas aguas de las rías de Arousa y Pontevedra. Entre ellos, destacan los casos del genio literario que llevó el esperpento a toda España, Ramón María del Valle-Inclán, o el también del conocido como Poeta da Raza, Ramón Cabanillas. No obstante, y más allá de estos nombres ilustres de la cultura, el paso del tiempo ha sido implacable con otras importantes voces de la literatura gallega, sumiendo su legado en el olvido de muchos y conservándolo en la memoria de unos pocos.
Una de esas voces en la sombra es la de la escritora, poetisa y dramaturga Herminia Fariña Cobián (1904-1966), oriunda de Santiago de Compostela pero cuyas raíces más profundas se asientan en Meaño, localidad en la que también residió durante varios años de su vida. A pesar de ser una gran desconocida entre la población general, su contribución artística, cultural y literaria resulta innegable. De hecho, Herminia está considerada una de las grandes precursoras del teatro gallego, junto con la también escritora lucense Carmen Prieto; e incluso llegó a ser elegida miembro no numerario de la Real Academia Galega ya en 1925. Sea como fuere, su legado, aunque no siempre reconocido, es un pilar fundamental dentro de la historia literaria de Galicia.
Una vida y obra dedicada a las artes
Hija de la meañesa Regina Cobián y del general de infantería pontevedrés José Fariña González ―de ahí su apodo de La Capitana―, la compostelana Herminia Fariña Cobián empezó a cultivar su amor y pasión por la literatura desde una edad muy temprana. Sus primeros versos y relatos sobre el papel encontraban la inspiración en el mosaico de paisajes que perfilan el valle del Salnés, pues fue precisamente en el corazón de esta comarca ―así es como se conoce a Meaño― donde se produjo el despertar de su creatividad, y es que con apenas 10 años se trasladó a vivir a casa de su abuela materna debido a las exigencias en la carrera militar de su padre.
Un tiempo después, en el año 1919 y con tan sólo 15 años, esta poetisa en ciernes participó, con versos en gallego, en un recital del Círculo de Artesanos de A Coruña. En su faceta más profesional, sus primeros pasos en el ámbito de las letras llegarían de la mano de Vida Gallega (1906-1963), una revista en la que fue colaboradora habitual como también lo hizo en Gloria Femenina. En el caso de su primera obra publicada, el poemario Cadencias salió a la luz en Pontevedra en 1922, aunque estaba íntegramente escrito en castellano. No obstante, en el conjunto de su producción literaria podemos encontrar obras escritas tanto en castellano como gallego. Este es el caso, por ejemplo, de Seara, un volumen con poemas en gallego publicado en 1924.
También en el idioma gallego llegó a lanzar varios diálogos, monólogos, poemas dramáticos como el titulado Margarida a Malfalada, el cual ella misma protagonizó sobre los escenarios (todo un éxito entre la crítica y el público); y hasta alguna pieza cómica como O Soldado froita, llevado a escena por el Cuadro de Declamación Agrupación Galega. De hecho, Herminia Fariña lograría el gran hito para la época de que su comedia en castellano La marquesa de Miraflores fuese estrenada en el Teatro Principal de Santiago en marzo de 1927. Cabe recordar que la compostelana fue una importante precursora del teatro gallego, el cual cultivó como dramaturga y actriz aficionada.
Parte de la vida y obra de Herminia Fariña también se desarrolló en Buenos Aires, donde colaboró con la prensa local y gallega (El Mundo de Montevideo, Céltiga, La Razón…) y publicaría dos libros: uno en prosa, Bajo el cielo porteño (1930), y el poemario Hosanna (1931). Regresaría a Galicia en enero de 1932 para poco después trasladarse a vivir a Calatayud, ciudad en la que estaba destinado su padre y en la que ella fundó y dirigió la revista Fortaleza (hasta febrero de 1935). Los siguientes años serían posiblemente los más complicados en la vida de la escritora y poetisa, malviviendo en Madrid hasta el punto de necesitar una suscripción popular para aliviar su pésima situación económica. Ya en el año 1937 publica ¡Por España y para España! (El libro del combatiente), con 14 poemas de exaltación religiosa, diez de ellos en castellano y el resto en gallego, que fue utilizado como propaganda por los sublevados. De hecho, ante el gobierno franquista de Burgos se publicita como huérfana de padre "asesinado por los republicanos".
En las siguientes décadas continuó colaborando para la prensa gallega y distintas publicaciones culturales. En 1951 aparece un folleto impreso, Mensaxes de Ademiración nas festas de Vigo, con dos poemas en castellano y uno en gallego que llevan su firma. Su última obra conocida es también un folleto de apenas cuatro páginas escrito nueve años más tarde, en una época en la que ya se encontraba de nuevo instalada en Simes. Lo cierto es que la casa de la familia materna sería testigo de los últimos suspiros de esta pionera escritora, que acabaría falleciendo en 1966 en el mismo lugar que vio despertar su fuerte pasión por las letras.