La historia de Zoo, el icono de la movida en Sanxenxo que se despide para siempre
El proceso para derribar el local ya está en marcha. Es el punto final a una era en la que discotecas y pubs como La luna, Edra o Soleares, en Sanxenxo; y La Manga, Posse69 o Canelas, en Portonovo, marcaron las rutas nocturnas de cientos de jóvenes en los 80 y 90
15 diciembre, 2020 06:00Era julio de 1985 y la discoteca Zoo, en Sanxenxo, abría sus puertas por primera vez. Su llegada rompió con el concepto del típico local norteño. Con su estilo puramente mediterráneo, marcó un antes y un después en la movida de las Rías Baixas. Los nostálgicos de aquella época se quedan huérfanos una vez más tras el adiós definitivo a esta famosa discoteca, que pronto pasará a ser un complejo de viviendas.
El boom de las discotecas llenó Sanxenxo, y más tarde Portonovo, entre los años 80 y 90. Algunas incluso comenzaron su andadura un poco antes, como el ya desaparecido El Quijote, situado en la misma zona en la que actualmente se encuentra Varadero; o el mítico Soleares, en las escaleras de Fuensanta, que empezaría como tablao flamenco en los 70 para luego convertirse en discoteca durante los años de la movida.
Por aquel entonces el ambiente que se respiraba en Sanxenxo era muy diferente al actual. En el paseo de Silgar apenas había algunos chalets y a sus espaldas podían divisarse grandes arboledas. Con los años, el asfalto y el ladrillo comieron terreno en primera línea de playa (también en segunda, tercera…). Ahora, el único resquicio de verde que queda en todo el paseo es Punta Vicaño. Veraneantes sí que había, y muchos, pero nada comparado a la afluencia de personas que visitan Sanxenxo a día de hoy. La zona del puerto también ha cambiado, y si guarda alguna similitud con la actual es que ya en la década de los 80 había allí un pub. Se conocía como El templo del Sol y se encontraba justo en la punta del muelle, en la antigua nave de salazón. Allí se juntaban los jóvenes para beber, relajarse en su terraza e incluso jugar a un mini-golf de dos hoyos que tenía en su interior.
El modus vivendi de la movida en Sanxenxo
En los años de la movida, era caer la noche y Sanxenxo se convertía en un desfiladero de coches y multitudes por sus calles. Las camisas y niquis de marca, los pelos engominados, las caras repintadas y los vestiditos llamativos se veían por doquier. Era el dress code pijito al que Sanxenxo siempre ha estado acostumbrado. Los locales en el paseo de Silgar se llenaban hasta bien entrada la madrugada y las calles adyacentes juntaban incluso más gente que sus interiores.
En las escaleras de Fuensanta, al lado del hotel Marycielo, El Patio, El Muelle, Soleares y Banana se rifaban los clientes. A su derecha se encontraba uno de los tradicionales puntos de encuentro de la noche: El Edra. El interior de aquel chalet a orillas de Silgar albergaba uno de los pubs más pijos del paseo. Las hiedras cubrían toda su fachada, solo las ventanas, las puertas y el nombre se salvaban. Su dueño, Fernando, aún recuerda cuando por el local pasaban famosos e incluso políticos de la época.
En la actual Plaza de Pascual Veiga, donde hoy hay una sucursal bancaria, años atrás brillaba La luna, otro de los grandes pubs de copeteo. En sus buenos tiempos, las cabezas se contaban por cientos dentro y fuera del local. Nadie quería perderse su ambiente, ni siquiera el expresidente, Mariano Rajoy, o el actual rey de España, Felipe VI.
El primero conoció allí a su mujer, Elvira, mientras cada cual tomaba unas copas con sus amigos. El segundo, acababa de incorporarse como alumno a la Escuela Naval Militar de Marín. Debía ser el año 86 u 87 cuando, el por aquel entonces príncipe, hizo un amago de conocer la noche sanxenxina. A la plaza llegaron dos Peugeot 205, de ellos bajaron los que se supone serían sus escoltas, algún compañero y el mismo príncipe. Su incursión no debió durar ni 15 minutos. Los murmullos en la plaza se fueron sucediendo, “el príncipe, el príncipe…”, hasta que, copas en mano, tuvieron que salir por patas. Contra La luna competían bares como As cordas, cerca de la iglesia, o La sal, en la subida de la Casa Consistorial. Más modestos, pero con mejores precios. El KM (después La Meca, y después Locura), en la finca al lado de Zoo, también conseguía atraer a unos cuantos. En verdad, había gente para llenarlos a todos.
Una ruta variopinta de bares y tascas en Portonovo
La movida en Portonovo fue algo más tardía, aunque entre finales de los 80 y principios de los 90 no era raro ver cada año la inauguración de un nuevo pub. Todos buscaban albergar a la avalancha de visitantes que cada verano se hacía más grande. La zona empezó a llenarse de locales, concentrados entre la Plaza Compostela y las calles de Santa Catalina, Méndez Núñez, Marina y Victoria.
El ambiente allí siempre fue muy diferente. Las personas se agolpaban desde la media tarde en la calle de los vinos, en bares más bien de tapeo. Después de una buena tarde de playa, los veraneantes y vecinos comenzaban su particular ronda de tasca en tasca. Con unas cuantas pesetas cualquiera podía echar la noche en Portonovo. La ruta empezaba tranquila, entre vinos, tapas y cervezas, en locales como A dorniña, el Risonsiño, o el Lolitas, que reunían a muchos hasta las 2 de la mañana. O Quién no recuerda “As vellas”, que ni nombre, ni música tenía, pero al que la gente reconocía por ese y otros seudónimos. Las primeras copas se tomaban ya entrada la madrugada en locales como La Carpintería, As de Copas, Ceda el Vaso, Posse69 o Teberé. Mientras que La Noche, Safari o Fuerza 7 juntaban a los más bailongos.
El Woodstock fue de los primeros pubs, se inició debajo del antiguo edificio del cine de Portonovo. Cuando se trasladó a la calle Arenal, pasó a ser usado también como sala de conciertos y allí se reunían los melómanos del rock. Otros de los originarios fueron La Manga y La Cama, en la curva de Paxariñas, o Wanha, en la Lanzada. Se llenaban a partir de las 4 de la mañana. Cuando los otros locales cerraban, ellos se mantenían abiertos hasta que los clientes aguantasen. No podían hacerlo, pero lo hacían. Eran otros tiempos y otras reglas. Se levantaban discotecas sin permisos y los horarios pocas veces se cumplían. También hacia Canelas peregrinaba la juventud a esas horas, era otra de las míticas que abrió sus puertas en 1979.El Cubaney, por ejemplo, se convirtió en pub en el año 1984 y hoy en día aún mantiene a su fiel clientela.
La “senda de los elefantes” se encaminaba a Zoo
El movimiento clubbling adquirió su propio nombre en Sanxenxo. Cuando el reloj daba las cuatro, la gente partía hacia las discotecas de moda siguiendo la “senda de los elefantes”. A la cabeza estaba Zoo, con sus porteros infranqueables y el ambiente más moderno de la costa. Reunía a centenares de personas cada noche, llegadas desde todos los puntos de Galicia, también de España. Incluso famosos como Marta Sánchez, Miguel Bosé, los miembros de Los Secretos o Café Quijano pasaron por allí.
En los años 90, Zoo acometió su primera gran reforma y amplió el aforo, con sus grandes cristaleras, pistas de baile y su exótico jardín. Empezaron a pinchar Dj’s internacionales como Steve Angelo, Joris, Voorn, Roger Sanchez o Robby Rivera, entre otros muchos; y se convirtió en un referente de la música electrónica. La discoteca participaba también en la vida social del municipio: patrocinó regatas, creó un canal de TV en internet e incluso acogió las galas de Lady Verano.
Pero Zoo no estuvo exenta de polémicas, tampoco otras discotecas de la zona. Su propietario, Carlos Padín, tuvo que hacer frente a más de una denuncia por no cumplir con los horarios de cierre, de aforo o por exceso de decibelios. El antiguo alcalde de Sanxenxo, José Luis Rodríguez, llegó incluso a participar en las rondas nocturnas para cerrar aquellos locales que se excedían. Después, la movida se trasladó al nuevo puerto deportivo de Sanxenxo. Las pistas de estas grandes discotecas se fueron vaciando y llegó el fin de una era.