Como muchos de los importantes hallazgos de nuestros tiempos, las aguas termales de A Toxa, en el municipio de O Grove, también fueron un tesoro descubierto por casualidad. El azar, o más bien un burro moribundo, convirtió a la antigua illa do Louxo (nombre que recibía tradicionalmente) en un punto de referencia del ocio y el turismo termal en toda Galicia.
Antes de aquello, esta pequeña isla se encontraba deshabitada, y ni siquiera había suscitado el interés de los vecinos de la zona, que sólo la utilizaban para labores de pastoreo y extracción de madera, sobre todo por tratarse de un territorio agreste y de difícil acceso. Según cuenta la leyenda, a finales del siglo XIX vivía en O Grove un campesino que tenía un burro muy enfermo, afectado por una rara enfermedad de la piel. Los veterinarios de la época no le encontraban cura alguna, pero el cariño del hombre por el animal era tan especial que no tenía el valor para sacrificarlo, así que prefirió abandonarlo en la illa da Toxa.
Pasado un tiempo, el hombre volvió al lugar con la intención de enterrar los restos del animal, pero para su absoluta sorpresa se encontró al asno más sano que nunca, sin rastro de las úlceras y retozando alegremente en el fango del que brotaba un manantial. Pese a ser un hombre de fe, el lugareño decidió investigar el milagro y fue así como se dio cuenta que las aguas existentes en A Toxa y los barros de la charca donde se había revolcado el animal habían conseguido salvarlo de su inminente final.
El precedente de los balnearios en Galicia
Desde el descubrimiento del poder medicinal de las aguas de A Toxa, la isla fue ganando popularidad y adeptos, convirtiendo el paraje en un codiciado destino. Cada vez más y más gente llegaba a las costas de la ría de Arousa buscando tratar sus dolencias, e instaurando, casi sin saberlo, un precedente para los balnearios de toda Galicia. El propietario de la isla por aquel entonces, el Marqués de Riestra, empezó a considerar la idea de explotar esta rica zona mineromedicinal, y así lo hizo.
En el año 1841, el botánico Antonio Casares había realizado un estudio en el que encontró una serie de metales como magnesio, sodio, hierro y calcio entre las aguas de la illa da Toxa. El químico aseguraba que a una temperatura de entre 30 y 60 grados centígrados estas podrían incluso curar ciertas enfermedades. Con estos precedentes, el negocio de ensueño del Marqués estaba un paso más cerca, si bien no se haría realidad hasta 1899, cuando se levantaría el primer balneario.
Los visitantes demandaban un lugar para alojarse y poder disfrutar más tiempo de las propiedades curativas de la zona. Así que, ocho años más tarde, en 1907, el Gran Hotel de la Toja abrió sus puertas por primera vez, inspirado en otros grandes balnearios de Europa como el Vichy, en Francia, o el Marienbad, en Alemania. Después, la construcción de un puente de 400 metros ―el más largo de Europa por aquel entonces― que unía O Grove con el islote permitió al entorno crecer a una mayor velocidad.
El Gran Hotel empezó a acoger con el trasiego de los años a grandes intelectuales, clases pudientes y aristócratas de todo el mundo, e incluso fue sede de una de las reuniones anuales del selecto Grupo Bilderberg, en mayo de 1989. Unos años antes, en junio de 1978, se inauguraría también el famoso Casino de A Toxa, que fue todo un referente para el resto de casinos de España.
De balneario a hospital de sangre
La tranquila historia del Gran Hotel se vio interrumpida por la llegada de la Guerra Civil Española en 1936. El hotel pasó a convertirse entonces en un hospital de sangre. Ese era el nombre que tomaban aquellos establecimientos situados en puntos estratégicos y próximos a una acción bélica, y donde por lo general recibían a los heridos de ambos bandos. Ya en la posguerra sirvió asimismo como refugio y sanatorio para los golpeados por aquel conflicto.
La fábrica de jabón: el segundo gran negocio de A Toxa
El balneario y el hotel no serían los únicos grandes aciertos del Marqués de Riestra, que decidió crear también una fábrica de jabón y empezar a comercializar sus propias sales de baño de los manantiales de A Toxa. De hecho la primera pastilla de "jabón de La Toja" apareció ya en el año 1904. De esa manera, los visitantes podían disfrutar de las propiedades medicinales de la isla donde y cuando quisieran.
Tras la Guerra Civil, la propiedad pasó a manos de Pedro Barrié de la Maza, que trató de revitalizar el proyecto del hotel creando el casino, trasladando la fabricación de los productos A Toxa a la ciudad de A Coruña (hasta el 2007 que dejó de producir en España) y acometiendo las primeras grandes reformas del hotel, posicionándolo como uno de los centros termales de referencia no sólo en Galicia, sino en España y en todo el mundo.
Los burros fariñeiros del monte de A Toxa
En la actualidad, en el Parque Forestal da Toxa, situado en la propia entrada de la isla, conviven varios burros fariñeiros. Los animales se introdujeron con el objetivo de preservar la especie pero también en memoria de aquel asno moribundo que se valió por primera vez de los beneficios de las aguas termales. Los primeros ejemplares en llegar al lugar recibieron los nombres de Emilia y Pardo, como un cariñoso guiño hacia la escritora Emilia Pardo Bazán, que ya había escrito sobre la leyenda en 1913 .
La célebre escritora coruñesa se hizo eco de la historia del burro y el origen de las aguas termales en una monografía para el boletín La ilustración artística en la que hablaba sobre el futuro de la illa da Toxa. De hecho, en el año 2017 nació el primer burro autóctono en cautividad de A Toxa, al que pusieron el nombre de Bazán. Hoy en día, estos tres ejemplares fariñeiros, junto a otras especies de borricos, suponen un atractivo más de esta pequeña isla grovense, que se suma a los encantos del propio balneario, de la peculiar aldea de los Grobits o la coloquialmente conocida como Capilla de las conchas.