El bosque de laureles más grande de Europa crece en la isla gallega de Cortegada
Hasta el siglo XX, en el paisaje de la isla arousana predominaba el minifundio y las escasas arboledadas; tras su abandono, la naturaleza recuperó el territorio dando lugar a una riqueza biológica muy interesante
24 julio, 2022 06:00En la ría de Arousa, muy próximo a Carril, la isla de Cortegada es uno de los tesoros naturales del Parque Nacional Marítimo-Terreste de las Islas Atlánticas de Galicia. Más de 190 hectáreas conforman el grueso de este territorio insular, junto con As Malveiras, Briñas y el islote de O Con. En mitad de esta masa forestal húmeda en las Rías Baixas emerge uno de los bosques de laureles más grandes de Europa, para el que fueron necesarias décadas de abandono.
El alto interés botánico de la isla de Cortegada le ha valido el sobrenombre de bosque flotante, un ecosistema único para la flora y la fauna. A día de hoy, en el lugar crecen árboles centenarios sobre tierras que antaño albergaban campos de cultivos, huellas de un pasado habitado que no logró perdurar en el tiempo. Lo mismo sucede con la Ermita de la Virgen de los Milagros, una construcción en ruinas, sumida en la vegetación y custodiada por un antiguo crucero; uno de los dos que podremos encontrar en toda la isla.
El inmenso bosque de laureles arousano
Aunque Cortega esconde muchas joyas naturales e históricas, una de las principales señas de identidad de la isla es sin lugar a dudas su inmenso bosque de laureles. El laurel es muy común en el litoral de Galicia, aunque también podemos encontrarlo cerca de los cauces fluviales. En el caso de Cortegada, hablamos de una arboleda muy densa, que mantiene la humedad y la temperatura durante todo el año, y donde esta especie ha podido crecer hasta alcanzar los diez, trece e incluso diecisiete metros de altura y dos de diámetro. La propagación del laurel por la isla arousana tiene una explicación muy sencilla: antiguamente, las fincas de cultivo estaban separadas por setos de esta especie, que tras el abandono aprovecharon las condiciones de la tierra y el entorno para crecer.
A día de hoy, el bosque de laurel ocupa varias hectáreas de terreno, y en toda su extensión también podemos observar durante todo el año hiedras, hongos ―hasta 800 especies diferentes― y líquenes. En suma, la isla de Cortegada alberga una enorme riqueza biológica que ha permitido la proliferación de numerosas especies y ecosistemas. Setas, aves, mariposas, erizos, jabalís, lagartos ocelados, abrótegas, herbas de namorar… La variedad de flora y fauna es infinita e incluso ha despertado el interés de muchos expertos que han acudido a la isla para llevar a cabo sus estudios.
Para visitar el bosque de laureles más grande de la Europa Occidental bastará con seguir el itinerario de una de las dos rutas circulares existentes en la isla. La primera de las sendas rodea Cortegada por su litoral, mientras que la otra atraviesa por el centro de la misma para obtener una visión completa de la costa e interior de la isla arousana. Esta última ruta permite también conocer el bosque de laurel o los restos de una antigua aldea que se mantuvo habitada hasta la donación del islote al rey Alfonso XIII en el año 1910.
Breve historia de Cortegada
La historia de la isla de Cortegada resulta muy curiosa e interesante. Al igual que el resto de archipiélagos gallegos, en la alta Edad Media, la isla arousana fue donada a la iglesia compostelana tras el supuesto descubrimiento de los restos del Apóstol Santiago. Al situarse en el estuario del río Ulla, la isla se encontraba en una de las vías de navegación hacia la capital gallega. Durante los siglo XV y XVI, y con la peste negra asolando el territorio gallego, se estableció en Cortegada el santuario de la Virgen de los Milagros para implorar por la curación de estos enfermos.
Por su situación, Cortegada fue también otro punto de ataque en las costas gallegas de corsarios y piratas a lo largo de toda la Edad Moderna. Además, a partir del año 1596, se construiría en la isla un hospital-lazareto para peregrinos de la vía marítimo fluvial del mar de Arousa. Con el tiempo, en la cara sur de la isla, junto al embarcadero, empezó a establecerse un importante núcleo de población del que todavía se conservan viviendas, lagares o abrevaderos para el ganado, entre otras construcciones. Por lo general, los habitantes de Cortegada solían vivir de la pesca, el marisqueo y la agroganadería, lo que dio lugar a un paisaje de minifundios y escasas arboledas que predominó hasta comienzos del siglo XX.
En el año 1910, Vilagarcía y Carril cedieron este terreno insular al rey Alfonso XIII para que albergase un palacio (residencia de verano) y se convirtiese en una atracción más para el turismo. El proyecto del edificio llegó a realizarse ―a cargo del arquitecto real Ripollés―, sin embargo, nunca consiguió prosperar. Tiempo después, la República expropió la isla hasta que Don Juan de Borbón recuperó la propiedad para venderla a una inmobiliaria que pretendía establecer una urbanización de lujo (similar a la de la isla da Toxa). Por suerte, la Xunta de Galicia y el concello de Vilagarcía iniciaron un litigio que permitió a Cortegada ―tras años de abandono y con todo su esplendor natural― entrar a formar parte del Parque Nacional.