Naturaleza en todo su esplendor, una exquisita gastronomía ―famosa por el cocido tradicional gallego― y una riqueza patrimonial que recorre cada rincón de esta localidad de la comarca del Deza: así es Lalín, una joya en el corazón interior de la provincia de Pontevedra y considerada por muchos como el kilómetro 0 de Galicia, si bien el centro geográfico exacto se fijó hace sólo unos años en la parroquia lucense de Antas de Ulla. Este es un debate zanjado, pero ¿existe del mismo modo un consenso sobre la etimología del vocablo "Lalín"? Lo cierto es que dicho topónimo fue en su origen un nombre de persona: Lallinus o Lallina.
La toponimia es el vivo reflejo de la historia ya que a través de ella podemos descubrir el origen y las diferentes etapas que ha podido vivir una determinada zona. Las designaciones del territorio suelen hundir sus raíces en diferentes hitos histórico-lingüísticos, muchos de ellos superpuestos a lo largo del tiempo y que han dado lugar a una suma de estratos toponímicos de variada procedencia: las características físicas o materiales del entorno, los apellidos o nombres propios (antropónimos) o incluso de santos (hagiónimos) son sólo algunas de las principales derivaciones. En el caso concreto de Lalín, la versión más extendida apunta a un primitivo poseedor como el inicio del término a nivel territorial.
Del nombre propio al lugar
El nombre de Lalín tiene su origen en un antropónimo, tal y como adelantamos unas líneas más arriba. Según queda reflejado en Toponimia de Galicia (programa puesto en marcha por la Xunta de Galicia), en la época romana Numidia, Lallinus y Lallina ya se empleaban de forma habitual en el patronímico de la época. De hecho, en diferentes documentos de Celanova del año 948 se pueden encontrar asimismo varias referencias a nivel individual del término, tales como ego Lalino ("yo Lalino") o Todegildo et sua muliear Lalina.
Es a partir del año 1000 cuando el vocablo empieza a derivar hacia la designación de un territorio, o más bien, de la propiedad de un territorio: terra Lalín en referencia a la titularidad de Lalino. Tal y como ocurre con otros topónimos ―el caso de Meis, en la comarca do Salnés―, Lalín alberga el nombre de uno de sus primeros poseedores. Es el siglo XIII cuando aparece por primera vez el término a nivel territorial en un documento fechado en 1250 donde se escribe: in loco qui vocatur Lalín, in terra de Deza, in parroquia Santi Martini ("en el lugar que se llama Lalín, en tierras de Deza…").
En el caso concreto de Lalín, los expertos apuntan a que el nombre de persona del que parte es en su origen una forma hipocorística de Lallo. Los nombres hipocorísticos hacen referencia a aquellos apelativos familiares, cariñosos o eufemísticos utilizados para suplantar a un nombre real. Dichos nombres son sometidos a cierta deformación mediante apócopes, aféresis o diminutivos. En ocasiones incluso pueden tener un origen etimológico totalmente distinto (por ejemplo: Pepe con José). Es muy común que estas formas familiares se construyan tras agregar algún sufijo, y en latín el sufijo más frecuente era -inus. Así es como de Lallo se habría formado Lallinus.
De Lalín y el derecho de presura
Ya en el siglo X, el nombre de Lalín aparecía en referencia al monasterio de San Martín y las tierras cercanas que habían sido trabajadas tiempo atrás por el colono Lallino, y que más tarde habrían sido heredadas por los Conde de Deza. En numerosos textos medievales también se constata una alternativa al origen del término en cuestión, ya que según los mismos el vocablo vendría dado de un juego de palabras entre "lana" y "lino", por la abundancia de dichos productos en la época.
Sin embargo, y volviendo más atrás en el tiempo, es importante recordar que en el año 572, en el Concilio II de Braga y bajo el reinado del Rey Teodomiro, se crearon once Comitatus o Condados en la Diócesis de Lugo. El Obispo Odoario, tras regresar de su cautiverio en el continente africano ―por intercambio de prisioneros negociado por Alfonso I (693-757)―, se instala de nuevo en la sede lucense y hace uso del derecho de presura para emprender la restauración de la Diócesis. Es entonces cuando el Obispo entrega las villas a sus compañeros de cautiverio y allegados quedando los nombres de los mismos como designio general: Guntín por Guntino, Vilamarce por Marco o Ramil por Ramiro y Agari (hoy Portomarín). Mal que sin demasiados fundamentos, de ello se habría deducido asimismo Lalín por Lallinus.