La Rúa o Calle dos Cesteiros es uno de esos lugares históricos que aparecen en las listas de los emplazamientos más visitados de la ciudad olívica. Esta pequeña callejuela del casco viejo destaca por haber albergado a gran cantidad de los conocidos cesteiros artesanos vigueses.
Aunque desde principios del siglo veinte esta calle se haya conocido popularmente como Cesteiros, por estar asociada a uno de los últimos gremios históricos de la ciudad de Vigo, la realidad es que no se llamó así oficialmente hasta 1981. Desde 1898 se la conocía como la calle Emilio Rubín y antes fue la calle de la Amargura.
Pero, ¿Qué es un cesteiro? Probablemente sean pocos los que no conozcan este tradicional oficio, uno de los más antiguos de la humanidad. Los cesteiros (cesteros) son artesanos que trabajan el mimbre o las tiras de distintas maderas y materiales para fabricar cestas, canastos y demás utensilios. Antiguamente, antes del uso del plástico, los cesteiros trabajaban sin descanso para dotar a los trabajadores del mar y del campo de los útiles necesarios. Desgraciadamente, en la actualidad, los conocidos cesteiros artesanos de la calle viguesa están a un paso de extinguirse.
¿Cómo era esta labor artesanal en Vigo?
Antiguamente, los cestos, y todas sus variantes, se utilizaban tanto para las labores del campo como para la pesca. Los cesteiros se pasaban todo el día trabajando y la demanda era inmensa. En la pequeña Calle dos Cesteiros llegaron a haber hasta 8 talleres con más de 20 trabajadores.
Vigo siempre ha destacado por su fuerte industria del mar y, muchos de los trabajos que en ella se hacían tenían que ver con este sector. El de los cesteiros no era la excepción. La cestería más representativa de la ciudad estaba relacionada con la pesca, se hacían nasas de mimbre, cestas de palangre y patelas traíñas -un cesto para transportar el pescado- además de productos para los propios ciudadanos de a pie, como cestas para ir al mercado, cestones para guardar la ropa sucia, etc.
La mayoría eran, como ahora, cesteiros de portal, ya que las ventas se hacían en los bajos de las casas. Los cestos colgaban de las paredes y se posaban por los suelos, dando lugar a una bonita estampa que adornaba la callejuela.
Los cesteiros vigueses eran de origen portugués, donde hay una gran tradición en este campo. Se trataban de familias enteras que habían llegado a la ciudad olívica y que, de generación en generación, se dedicaban a la cestería. Los hijos comenzaban desde muy pequeños y los mayores trabajaban hasta bien entrada la vejez.
Un último cesteiro artesano en la calle
A día de hoy el sector está sufriendo una gran crisis. Las ventas se han visto reducidas al turismo y a aquellos que utilizan los cestos como objetos de decoración. Los cesteiros tradicionales han tenido que reinventarse y comenzar a poner a la venta productos que nada tienen que ver con el mimbre, para poder atraer a los turistas y no desaparecer.
En el año 2010 echó el cierre la cestería Mari Luz, uno de los negocios más populares de la calle, evidenciando la situación que poco a poco ha ido empeorando para los cesteiros. Los hijos de las familias cesteiras ya no quieren dedicarse a la profesión por lo que poco a poco se ha ido perdiendo la tradición. El plástico y la cestería taiwanesa han desbancado a los pequeños artesanos tradicionales, que ven imposible poder competir en precios.
El último cesteiro artesano que queda en la calle es Antonio Suárez Davila. Continúa con la profesión a la que ha dedicado su vida en la misma casa en la que lo hacían sus abuelos, que llegaron a Vigo desde una aldea de cesteiros en Portugal en 1905. Antonio hace años que compagina su actividad con impartir clases de cestería.
El futuro del tradicional oficio de la calle dos Cesteiros pende de un hilo. Puede que, en pocos años, quede en el recuerdo de la ciudadanía viguesa y de todos aquellos que lo disfrutaron. Sin embargo, lo que es seguro es que la Calle dos Cesteiros siempre formará parte de la historia de Vigo.