Si abrimos un plano de Vigo, un callejero, o insertamos en Google Maps "Avenida de Beatriz Vigo", no encontraremos ningún resultado. Aunque hay una generación de vigueses que durante mucho tiempo se refirieron a una de las calles de la ciudad así. Concretamente, a la Avenida de las Camelias. Para conocer la razón, hay que remontarse a 1963.
Vigo crecía a pasos agigantados y se extendía en horizontal, dotando de aceras e infraestructuras a terrenos descampados que completaban el puzle urbano de una ciudad en auge. Una de esas arterias en construcción era la actual Avenida de las Camelias, aunque las autoridades locales manejaban otra denominación mucho menos evocadora: Avenida de la Circunvalación.
El nombre no terminaba de calar entre los vecinos de la ciudad. Mucho menos, cuando aparecieron cinco pintadas a lo largo de la vía en obras que decían: "Avenida de Beatriz". En negro, a brocha gorda, nació una leyenda urbana que suscitó múltiples teorías y elucubraciones.
Por ejemplo, que el bautizo en trazo grueso era una declaración de amor anónima a una tal Beatriz; o que el autor había sido abandonado por una mujer con ese nombre; incluso, que ella había fallecido y esa era la manera que tenía su pareja de que su recuerdo no se perdiese con el paso del tiempo.
Álvaro Cunqueiro alimenta la leyenda
Pero la fábula del nombre misterioso no estaba solamente en la calle. Álvaro Cunqueiro habló de aquellas pintadas en su columna de Faro de Vigo, "El Envés", y puso su granito de arena a las versiones que comenzaron a pulular por la ciudad y que, como toda leyenda, se maquilló con versiones propias y extrañas. Con todo, parecía inevitable que la que iba a ser "Avenida de la Circunvalación", pasase a llamarse Avenida de Beatriz. Así fue, no de manera oficial, pero sí oficiosa.
De hecho, las pintadas fueron eliminadas, pero Beatriz "renació". Lo hizo en forma de placa de mármol, pero duró poco más de un mes, cuando unos vándalos la destrozaron a pedradas. Pero con la nueva aparición, los periódicos volvieron a hacerse eco de la historia. Y el nombre de Avenida de Beatriz aparecía como dirección postal de las cartas que llegaban a los vecinos y formaba parte del callejero de los taxistas de Vigo de la época.
José Ramón Fontán, alcalde en aquel 1963, decidió no decantarse por ninguno de los nombres; ni el que parecía acordado por las autoridades ni el que estaba ya extendido entre los vigueses. Fue por el camino del medio: plantar camelios y llamarla Avenida de las Camelias. Un nombre ya oficial que tardó años en esquivar la sombra de Beatriz.
De la fábula a la realidad
Tuvieron que pasar 50 años para conocer el verdadero origen de aquellas pintadas. En 2013, Jesús López Roca, un jubilado de Bercerreá (Lugo), se ponía en contacto con La Voz de Galicia al ver publicado un artículo en el que contaban, de nuevo, la historia de la Avenida de Beatriz. Él era el autor de las pintadas y, curiosamente, Álvaro Cunqueiro uno de los instigadores. Así se lo contó a Jorge Lamas, que publicaba la entrevista a finales de julio de ese año en el diario.
Todo comenzó en la calle Romil, en una casa de la familia Ribas, dueños de una fábrica de conservas. Allí, con Cunqueiro entre los comensales, la conversación se encalló en el futuro nombre de "Circunvalación". Ante el rechazo masivo, surgió la idea. Se debería de llamar Beatriz, como una de las hijas de los anfitriones, de 18 años.
Jesús, estudiante de Peritos en ese momento y presente en aquella cena, fue el elegido, junto a un hermano de la Beatriz "auténtica", para llevar a cabo la pintada. Los dos jóvenes cogieron un cubo de pintura negra y espesa de la fábrica de conservas de los Ribas y a las dos de la madrugada pintaron, hasta en cinco lugares diferentes, el nuevo nombre: "Avenida de Beatriz". Ellos también fueron los encargados de, una vez eliminadas las pintadas, colocar la placa de mármol. No había, por tanto, un amor platónico ni un hombre con el corazón roto; tampoco un recuerdo al amor que se había ido.
Una acción que hoy llamaríamos performance y adjetivaríamos como viral y que es el reflejo del ingenio de Álvaro Cunqueiro, más allá de sus obras literarias. Una acción que ha conseguido que varias generaciones de vigueses guarden un rincón en su memoria para una avenida, la de Beatriz, que nunca existió.