Hablar de Baiona es hablar de uno de los destinos más bonitos y completos de las Rías Baixas. Esta variopinta villa marinera, enmarcada en una ensenada en el extremo sur de la Ría de Vigo, es un lugar de contrastes en sí mismo. El mar se adentra con toda su fuerza entre los paisajes de Cabo Silleiro y la península de Monteferro; pero en el interior de la bahía, los kilómetros de arenales y la estampa de las islas Estelas le otorgan una belleza sosegada de lo más singular.
Más allá de su encanto natural, la impronta histórico-cultural de Baiona supone toda una riqueza para la ciudad y un privilegio para los miles de visitantes que cada año llegan a su costa. Las calles de la ciudad son historia viva, y muchas de ellas todavía conservan un cierto aire medieval, cuyos mayores exponentes son la Carabela Pinta, una réplica de una de las tres embarcaciones con las que Cristóbal Colón viajó a América por primera vez; y la Fortaleza de Monterreal, que desde 1966, y tras haber vivido numerosas transformaciones, alberga el Parador Nacional del Conde de Gondomar.
Historia de la historia
La península de Monterreal, y concretamente el lugar de Monte Boi, fue durante siglos uno de los puntos estratégicos más importantes para la defensa del territorio marítimo de las Rías Baixas. De hecho, por su posición geográfica, este entorno de Baiona tuvo que soportar los constantes ataques de los invasores portugueses, corsarios ingleses e incluso piratas normandos que arribaban a sus costas con la única intención de saquearlo y destruirlo todo.
Entre los siglos XII al XVI se fue configurando la totalidad del famoso castillo y fortaleza de Monterreal, también conocidos como Monte do Boi. Aunque sería ya bien entrado el siglo XV cuando este tesoro arquitectónico se acabaría convirtiendo en una de las construcciones más importantes de la comarca del Val Miñor, de Galicia y también de España, debido a uno de los sucesos más importantes que envuelven al lugar: la llegada de La Pinta, la carabela de Colón, a las costas de Baiona anunciando el descubrimiento del "nuevo mundo" en el año 1493. De hecho, este acontecimiento es conmemorado cada mes de marzo en la localidad, que se viste de época para festejar la conocida romería medieval de la Arrivada.
Este hito propició que los Reyes Católicos ordenasen levantar la ciudad dentro del terreno amurallado. La fortaleza se transformó entonces en villa al serle otorgarda la Carta Puebla, que permitió a cientos de familias vivir entre sus muros. Ya en el siglo XVI, Baiona alcanzó su máximo esplendor al completar sus 3 kilómetros de murallas y las tres torres; y al recibir, de manos de Juan II de Castilla, el privilegio de ser el único puerto gallego, junto con el de A Coruña, con potestad de comercio internacional.
Con el pasar de los siglos este enclave fortificado fue perdiendo su importancia militar frente a la emergente potencia de Vigo. En el transcurso de aquellos años, el castillo sirvió de morada a importantes mandatarios, como el conde de Gondomar, quien da nombre al actual parador; pero el número de habitantes entre sus límites se fue reduciendo de forma drástica hasta que en el siglo XIX quedó prácticamente deshabitado. Con el tiempo, la propiedad fue adquirida por el Ministerio de Información y Turismo, que construyó el moderno edificio del parador para reemplazar la residencia veraniega del Marqués del Pazo da Merced.
¿Cómo visitar la fortaleza de Monterreal?
Aunque en la actualidad la fortaleza y el castillo funcionan como parador de turismo, el acceso al recorrido se encuentra abierto al público en su totalidad y puede ser visitado en cualquier fecha del año. El horario de visita es de 10:00 de la mañana a 22:00 de la noche, y el precio simbólico de la entrada es de un euro si la visita se hace a pie y de 5 euros si se realiza con vehículo. La andadura por su interior merece la pena no sólo por su carácter histórico, sino por el importante valor paisajístico que atesora. Cualquier punto del conjunto fortificado sirve como un imponente mirador improvisado, con panorámicas inmejorables de la ría de Vigo, las islas Cíes y toda la línea costera de la ciudad.
A día de hoy, la fortaleza mantiene sus tres kilómetros de murallas, los caminos de ronda, otros elementos militares, así como sus tres torres defensivas: la del Príncipe, utilizada durante siglos como guía nocturno para las embarcaciones; la del Reloj, que ocultaba en su interior una campana para dar la voz de alarma ante cualquier tipo de peligro; y la torre de la Tenaza, situada más al este de la fortaleza, que permitía defender el puerto gracias a la unidad de baterías y artillería que poseía. Más allá de estos elementos, el conglomerado actual se distribuye a través de una superficie de unas 18 hectáreas y el acceso a su conjunto puede hacerse a través de cuatro puertas distribuidas por toda la ciudadela.