La arquitectura emerge como el lenguaje y la interpretación de la propia ciudad, como un relato en piedra que narra su historia y el devenir a lo largo de los tiempos. Desde los intrincados callejones de los barrios antiguos hasta los majestuosos rascacielos que adornan el horizonte más contemporáneo de las grandes urbes, cada grande o pequeña estructura es un testamento vivo de la evolución urbana. Todas estas creaciones, formulados como auténticos monumentos colectivos con una inquebrantable voluntad de resistir al paso del tiempo, han sido articulados bajo la influencia y el cariz de las épocas, el entorno y el cáracter único del paisaje que las acoge. Además, en mitad de esta vorágine del progreso, las últimas décadas han sido testigo de una explosión sin precedentes en la construcción urbana, convertida esta última en un barómetro inequívoco del progeso de las sociedades y la evolución de su cultura.
Recorrer la ciudad, sus espacios y vacíos, es entender que la arquitectura va más allá de una simple manifestación estética, sino que es del mismo modo un motor que impulsa y condiciona las dinámicas y patrones de grandes metrópolis como Vigo. De hecho, en la historia de la arquitectura viguesa es importante destacar el período que se extiende entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX, época en la que se levantaron algunos de los edificios más emblemáticos de la ciudad Olívica. Es por ello que en esta ocasión proponemos un viaje a través del tiempo y el espacio, del Vigo antiguo al renovador a través de una ruta por los entramados urbanos del ayer y hoy; donde cada plaza, calle o edificio constituye un capítulo excepcional dentro de la narrativa arquitectónica de la ciudad más grande e industrializada de Galicia.
Una ruta por el Vigo antiguo
En el corazón histórico de Vigo, la ruta por la arquitectura más tradicional de la ciudad se extiende a lo largo de apenas dos kilómetros entre callejuelas, plazas, edificios y demás espacios urbanos que permiten al viandante entender el origen y el desarrollo de esta ciudad gallega hasta nuestros días. De hecho, dejando a un lado la importancia del poblado castrexo y el asentamiento romano que existió en la zona, cabe recordar que no sería hasta la época medieval cuando una pequeña villa marinera bajo las faldas del monte do Castro empezaría a consolidarse entre dos ensenadas: la de O Berbés y la del Arenal, agrupándose su caserío en torno a la iglesia gótica de Santa María, hoy por hoy ya desaparecida.
Lo cierto es que Vigo no terminaría de desarrollarse como ciudad hasta finales del siglo XVIII, debido, en gran medida, a las restricciones que había entonces en el comercio marítimo y que beneficiaban a localidades como Baiona o A Coruña, así como también por otros conflictos como la Batalla de Rande o los ataques recibidos por la flota inglesa capitaneada por Francis Drake. Con todo, en el siglo XIX el panorama se transforma por completo y la liberación del comercio marítimo permite a la ciudad Olívica competir y utilizar las excelentes condiciones como puerto natural, su posición geográfica estratégica y hasta el carácter emprender. Es precisamente en esta época cuando los primeros empresarios catalanes llegan a la ciudad con la voluntad de hacer progresar la industria del mar, lo que impulsa definitivamente el desarrollo de la gran metrópolis viguesa. El crecimiento de la urbe también provocó el colapso y la expansión de la propia ciudad a lo largo de sus principales vías, causando al mismo tiempo el derribo de las murallas para la integración en el centro urbano de los barrios exteriores. Es entonces cuando se abren también nuevas avenidas dentro del casco antiguo, se lleva a cabo el saneamiento de calles y plazas e incluso se regularizan o ensanchan otros espacios.
En la actualidad, estas huellas del Vigo antiguo siguen muy presentes a pesar de la continúa adaptación y transformación de los barrios históricos. La ruta en cuestión recorre cerca de una veintena de puntos de interés entre los que destacan los viejos restos de la Muralla de la Ciudad; las casas de José Donesteve, Diego Arias Taboada, Ramón Arbones o Pedro Román entre otros; plazas como las da Princesa, da Constitución o A Porta do Sol; el emblemático Paseo de Alfonso XII, la Calle Real o dos Cesteiros, así como el propio Barrio do Berbés, el antiguo ayuntamiento y la famosa Concatedral de Santa María.
Descubriendo la cara más moderna de la ciudad
A Porta do Sol está considerada como el auténtico Kilómetro 0 de la ciudad Olívica, siendo entendido también como ese nexo de unión o lugar bisagra entre la ciudad vieja y la ciudad moderna. Es por ello que esta emblemática plaza presidida por el monumento del Sireno es una de las paradas obligatorias en esta ruta por la arquitectura de Vigo renovador. El citado itinerario suma hasta 36 puntos de interés repartidos a lo largo y ancho de los tres kilómetros por los que se extiende el recorrido, en un paseo donde los viandantes podrán disfrutar de la exquisita y refinada arquitectura en piedra de Vigo, tan característica de los edificios privados que en su día pertenecieron a la pujante burguesía local que resultó clave en el desarrollo urbano de la ciudad hacia finales del siglo XIX.
La verdad es que el período que se extiende entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del XX es el auténtico momento de metamorfosis de la ciudad. Un desarrollo promovido por la bonanza económica surgida del incremento de la actividad comercial e industrial en la zona. De hecho, esta manifestación ilustrada da lugar a la creación de espacios tan emblemáticos como la Cámara de Comercio, el Círculo Mercantil, la antigua Caja de Ahorros o el Banco de Vigo. También se crean un sinnúmero de centros y sociedades culturales y sociales como el Liceo o La Oliva. También se dan casos en los que ciertos ilustres y altruistas residentes en Vigo ofrecen sus servicios e incluso fortunas a favor de la ciudad, como es el caso de García Barbón, el Marqués de Elduayen o Policarpo Sanz entre otros. Todo ello derivó entonces en un importante crecimiento demográfico y su consiguiente actividad constructiva. Esta es la razón por la cual en la ruta del Vigo Renovador destacan auténticas joyas de la arquitectura de autor como el edificio Bonín o Simeón (este último enclavado en plena Porta do Sol); la Casa Yáñez, de Pardo Labarta, Marcelino Barreras o Acuña Soaje; e incluso las fachadas de inmuebles como el Hotel Moderno o el Teatro García Barbón (Afundación), entre otros.