"Nuestros recuerdos son imágenes. Podemos olvidar las voces, el sabor, el olor o el tacto de las cosas, pero cerramos los ojos y a nuestra mente acuden imágenes de todo tipo", afirma Hugo Izarra, periodista, escritor. Junto al fotoperiodista Miguel Núñez, ambos resisten a través de la fotografía al paso del tiempo, buscando en las calles y en su propia memoria las huellas de una ciudad que un día existió. El proyecto Vigo Fantasma es su escaparate.

El archivo en construcción de estos dos vigueses, que puede visitarse en su perfil de Instagram, sigue dos líneas: por un lado, está compuesto de imágenes tomadas a lo largo del siglo XXI por Miguel Núñez. En su momento, como explica Izarra a este medio, eran "encargos insulsos del periódico" que el fotógrafo cubría "con relativa desgana". Sin embargo, esas "fotos neutras en las que él no se reconoce" se han resignificado con los años y suponen un valioso documento histórico.

Izarra, por su parte, se encarga principalmente de capturar los vestigios de ese pasado en el Vigo de hoy. Él lo denomina como "el Vigo cadavérico que todavía existe entre nosotros": el cine Fraga, la Panificadora, las naves abandonadas de Beiramar o la infinidad de fachadas de comercios y lugares que llevan años sin vida.

"Empezó por nostalgia y acabó convirtiéndose en un acto de resistencia, en la simple constatación de un hecho innegable: todo se muere y la ciudad que conocimos, también", afirma el periodista vigués.

Buscando en la memoria

Cine Plata. Miguel Núñez

Miguel Núñez y Hugo Izarra se conocieron hace 25 años cuando trabajaban juntos en Faro de Vigo. Su amistad nació gracias a los trayectos en coche compartidos desde la redacción en Chapela al centro de la ciudad y a día de hoy, además de ser amigos, comparten el proyecto de Vigo Fantasma, que comenzó hace unos meses.

"Mi padre murió en septiembre. Desde entonces, he ido buscando sin parar los lugares que eran especiales para él, aquellos a los que me llevaba hace casi cuarenta años. Ninguno de ellos existe ya", cuenta Izarra. "A partir de esta búsqueda he prestado atención también al hueco que han ido dejando otros espacios que fueron importantes para mí", entre los que están "la autoescuela donde aprendí a conducir", "los kioscos en que compraba los cromos siendo niño" o "las tiendas de gominolas donde se iban las pagas que me daba mi abuela".

Recopilación de antiguas fachadas de la ciudad. Hugo Izarra

Las fotografías más antiguas que forman parte de Vigo Fantasma datan del año 2001. La recopilación del archivo fotográfico de Miguel Núñez hace un repaso por el Círculo Mercantil, las dársenas de la Estación de Autobuses de la Avenida de Madrid o el Cine Plata. Espacios que ya no existen.

Por otro lado, la captura de imágenes actuales está en constante desarrollo. "Los comercios de hoy son los fantasmas de mañana", declara el escritor vigués. A veces intentan adelantarse "al destino inexorable de los lugares" y rondan "mercerías, zapatillerías, ferreterías y sucursales bancarias" con la cámara en mano. La gente, relata, los observa con "una mezcla de recelo y desconcierto".

"Muchos deben de pensarse que somos agentes inmobiliarios en busca de oportunidades, pero no. Somos todo lo contrario. Nuestra única empresa es la nostalgia", afirma Izarra. Sus fotografías capturan los letreros de históricos negocios como Tejidos Casal, La Chata o la tienda de caramelos Nubur, entre muchos otros.

Unas mujeres en el interior del Círculo Mercantil de Vigo. Miguel Núñez.

La diferencia con el Vigo de hoy

En la página de Instagram del proyecto, sus creadores lo presentan como "un 'mapa sentimental' del Vigo que se fue". "Entiendo que cada uno tiene su propio Vigo Fantasma", reflexiona el periodista, por eso consideran necesaria la etiqueta de mapa sentimental: "El Vigo que reflejamos es aquel que nos duele a cada uno".

Con todo, sí existe "un Vigo donde converge la memoria colectiva". ¿Pero cómo era esa ciudad que guardan sus habitantes en el recuerdo común? "Más humilde y mucho más local. Sin grandes superficies comerciales, ni ascensores siderales, ni macro estaciones, ni rampas de colorines, con rotondas normales y corrientes. Era un lugar mucho más discreto que ahora", opina Izarra. Vigo, a sus ojos, era "una ciudad industrial, obrera y apartada del mundo, pero con una personalidad muy marcada y un notable sentimiento de pertenencia. Puede que gris, algo hostil e incluso sucia y descuidada".

Imagen del interior del Cine Fraga. Miguel Núñez

Aunque el escritor desecha el cliché de que "todo tiempo pasado fue mejor", no oculta su nostalgia ni tampoco su visión crítica sobre el rumbo que ha tomado la ciudad en los últimos años, que para él se ha convertido "en un parque de atracciones". "Como el resto de ciudades medianas, va camino de completar su proceso de total gentrificación, con todo lo que ello conlleva", declara, "El turismo se impone y, con él, se extingue la identidad de los barrios y de las ciudades".

"Vigo ha cambiado a un ritmo vertiginoso en los últimos años y no precisamente en la dirección que a nosotros nos hubiese gustado, pero aceptar el cambio forma parte de la vida. Seguiremos echando la vista atrás y rebuscando entre los viejos edificios y sonriendo cada vez que encontremos otra huella reluciente de arqueología sentimental por nuestras calles", concluye.