¿Un deporte medieval? ¿Un juego de rol? ¿Una bebida alcohólica? Puede que nunca hayas escuchado hablar del jugger, una actividad deportiva también definida como un deporte mixto de contacto, en el que dos equipos compiten por hacerse con el objeto que se sitúa en el medio del campo y llevarlo hasta la base contraria.
El jugger, si tienes la oportunidad de verlo en directo sin saber qué está sucediendo, parece una partida de rugby. Pero no solo es eso. Este deporte nació en Alemania en los años 90 a raíz de la película La sangre de los héroes.
Por suerte, la práctica en la vida real no es así de violenta. El jugger conjuga elementos del rugby y la esgrima y se diferencia de cualquier otro deporte por su equipamiento: los jugadores llevan unos largos bastones con los que se bloquea al adversario o se impacta, además de utilizar el kette, una cinta de varios metros de longitud que lleva un balón enganchado en el extremo.
El objeto que se sitúa en el centro de la pista, entre los equipos, es una pelota llamada jugg. Todos este equipamiento puede hacer creer que el jugger es un deporte agresivo o peligroso, pero en realidad, todos los materiales son blandos para proteger a los jugadores.
Jugger en Galicia: un deporte minoritario y golpeado por la pandemia
Ahora que ya conoces qué es el jugger, tal vez estés pensando: ¿Y esto dónde se practica? Pues a pesar de ser un deporte minoritario, existen equipos por toda España dedicados a ello. De hecho, la Federación Española de Jugger trata de unir a jugadores de diferentes partes del país brindándoles la información sobre qué clubs hay en cada comunidad autónoma y en qué consiste exactamente esta práctica.
El pasado 26 de enero, la comunidad de jugger de Murcia anunció que esta práctica se consideraría una modalidad deportiva en la región. Todo un logro tras muchos años de demanda y un ejemplo de lo que quieren conseguir los jugadores gallegos.
"El jugger en Galicia está pasando una etapa un poco dura", lamenta Antón Carro, jugador del club Vigo Ruins, "La pandemia nos dejó tocados de gente, muchos equipos dejaron de entrenar". El joven tiene 24 años y lleva desde los 17 practicando este deporte.
Carro cuenta que conoció el jugger a través de un amigo. En aquel momento, un importante grupo de gente se reunía en el parque vigués de Castrelos para practicarlo, pero por diferentes cuestiones lo fueron abandonando.
Lo mismo ocurrió con el resto de equipos de Galicia. En su punto más álgido, previo al inicio de la pandemia, el jugger contaba con representación en Ourense, Vigo, Santiago de Compostela, Betanzos, A Estrada y en A Guarda. A día de hoy solo se mantienen los clubs de la ciudad de A Coruña.
Poco apoyo de las instituciones
En 2019, el propio Antón decidió crear un núcleo en Vigo y empezar "desde cero". "Junté a unas 40 personas que venían de toda la provincia, de Marín, de Pontevedra, de A Guarda… Y nos reuníamos para entrenar en el centro cultural de Valladares", relata.
Antón Carro explica que la situación es complicada para el jugger porque no disponen de los recursos para formalizar el deporte todo lo que les gustaría. Se organizan entre ellos para entrenar a los nuevos integrantes, para conseguir los materiales y para buscar los espacios donde jugar. En los torneos, los propios equipos se ponen de acuerdo para que algunos de los integrantes ejerzan de árbitro.
"La Asociación Cultural de Valladares es la única que nos ayuda realmente", confiesa Carro. En el caso de su equipo, Vigo Ruins, entrenan en el Colegio Fleming: "Los pabellones de la ciudad están copados por otros deportes. Intentamos hablar con el Concello y otras asociaciones y no hemos tenido respuesta".
A Coruña, el núcleo actual del jugger en Galicia
A Coruña es el punto clave de la comunidad de jugadores gallegos. El Núcleo de Jugger Coruña se mantiene activo y cada día más gente se apunta a probar. Tampoco cuentan con el apoyo institucional que sería necesario para darle a este deporte una categoría más seria, pero los equipos de la ciudad herculina han logrado "salir a flote".
Lara Vargas es coruñesa, tiene 27 años, trabaja en un supermercado y practica este deporte desde el 2013. Al igual que Antón Carro, conoció el jugger a través de una compañera. "Gracias a esto pude salir de la ciudad, fui a torneos en Zaragoza o Valencia", cuenta.
Forma parte del equipo Black Cuts, uno de los cuatro que están actualmente activos en el Núcleo Coruñés. En Betanzos, según explica Lara, existen otro dos: "Vamos creciendo poquito a poco, cada vez viene más gente nueva que quiere crear su propio equipo y estamos muy contentos".
Los equipos de jugger de A Coruña suelen entrenar tres días a la semana, lunes, miércoles y viernes, en el Parque Europa o el Paseo de los Puentes y, si llueve, en el Ágora.
Lara Vargas declara que recientemente han conseguido que les cedan las instalaciones del colegio San Pedro de Visma para entrenar los domingos: "La verdad es que es un logro bastante grande, el jugger se considera como un juego, nada importante. Nos ven como a unos frikis dándose de palos, pero es mucho más que eso".
Inclusividad y compañerismo
"Para mí el jugger significa amistad, conoces mucha gente nueva, haces piña", dice convencida Lara Vargas, "Todos tenemos gustos parecidos, no nos vemos raros los unos a los otros".
Esa percepción la comparten Antón Carro y otros dos jugadores de A Coruña con los que ha podido hablar este periódico, Eloi Pérez y Daniel Mejía. El primero forma parte del equipo Os Götter y juega al jugger desde 2017. El otro, en cambio, tan solo lleva un mes practicándolo en el club Urcos.
El jugger lo practica gente de todas las edades y es un deporte mixto. "Predominan los chicos, pero cada día somos más mujeres. En Coruña somos diez o doce", explica la jugadora del Black Cuts. El integrante más pequeño del Núcleo Jugger de A Coruña tiene 13 años, mientras que los más mayores rozan la treintena.
Esa variedad se consigue gracias al buen ambiente que se respira en el terreno de juego y que conquista a aquellos que lo prueban. "Me invitaron a probarlo y desde el primer momento me enganché", confiesa Eloi Pérez, de 23 años. El hecho de que, "independientemente de cuánto tiempo lleves jugando, la gente siempre se te acerca a darte consejos y es super amable" fue lo que le hizo permanecer.
Daniel Mejía tiene 18 años y es una de las últimas incorporaciones de este deporte en A Coruña. Cuenta que una amiga le invitó a jugar un día y se "enamoró". "Lo que más me llamó la atención fueron las armas que se usan, pero sobre todo, el trabajo en equipo y el compañerismo".
Tras solo un mes jugando al jugger, Mejía afirma que siente que ha encontrado a una "familia" y anima a quien quiera probarlo a ir "sin miedo". Lara Vargas, en esa línea, afirma con rotundidad: "La vergüenza no existe en el jugger".