Giancarlo Murolo no permite que el tiempo pase por delante de sus propias decisiones. Hace 15 años dejó atrás Salerno (Nápoles) para mudarse a Vigo, donde vivía uno de sus primos. Quería cambiar de aires.
Hasta el comienzo de la pandemia, el italiano trabajaba como ingeniero informático, pero un nuevo impulso de transformación le llevó a abandonar su puesto y emprender otro camino, el de la gastronomía.
"Trabajaba para una gran marca, pero me di cuenta de que lo importante es hacer lo que te llena", explica. En su caso, la pasta, de la que se declara "un loco" con rotundidad. No es ningún secreto que Italia es el paraíso de este alimento, y en el caso de Giancarlo, su pasión viene de familia.
Un ‘laboratorio’ de pasta
Sus maestras fueron su nonna y su tía. Ellas le enseñaron las bases para elaborar la pasta fresca. Cuando les comentó que había decidido montar su propio obrador, aplaudieron la noticia: "Me dijeron que por fin lo llevaba a cabo".
Aunque los conocimientos ya los tenía, Giancarlo Murolo regresó a Italia a obtener su certificación oficial como maestro artesano, que necesitaba para adquirir la maquinaria adecuada del obrador.
Así nació Murolo Foods, su pastificio. Primero abrió en la calle Vázquez Varela y, recientemente, se ha mudado a la calle Oporto. "La idea es hacer algo diferente para la gente, intento no hacer lo tradicional aunque esa sea mi base de conocimiento".
"Lo normal y lo cotidiano ya está en el supermercado", señala Giancarlo. El artesano emplea ingredientes como la cúrcuma, la remolacha o la espirulina para crear pasta de colores y sabores sorprendentes, que vende principalmente a negocios de hostelería del área de Vigo.
El secreto de una pasta perfecta
Cada día en el obrador es distinto. De lunes a miércoles el trabajo se desarrolla a puerta cerrada. Prepara los encargos pendientes y produce una cantidad limitada de algunas clases de pasta para vender de cara al público los jueves y los viernes.
"Intento ofrecer dos o tres sabores cada día o dos o tres pastas convencionales", comenta Giancarlo. Quien pasa por Murolo Foods no sabe qué puede encontrar ese día; tal vez haya penne rigate, orechiette o pappaderlle, entre muchos otros tipos. Su especialidad es la pasta agnolotti, cuya preparación ronda las dos horas debido a su complejidad.
Lo más importante para la elaboración es la materia prima. Giancarlo importa la harina de Italia, la sémola de los Pirineos y el trigo lo recibe desde Lalín. "Intento que mi pasta esté rica pero que siente bien, por eso escojo trigo blando, que tiene menos gluten y es muy digerible", explica.
Además, el artesano resalta que el secreto para una pasta perfecta también lo componen "tener ganas, dedicación y ser muy organizado". Su producción es limitada, cuidadosa y trata de primar la calidad por encima de otros elementos.
Gracias a las redes sociales y al "boca oreja", Murolo Foods comenzó a trabajar para locales de hostelería. Reconoce que "la mitad" de su negocio es la tienda cara el público porque le gusta "hablar con la gente y recomendarles recetas", pero los restaurantes —entre los que se encuentra el Talaso Atlántico de Baiona— le otorgan cierto "valor" a su trabajo.
Con todo, Giancarlo es cuidadoso con su carta de clientes: "No me interesa que mi pasta la venda un negocio que no le sepa dar valor o no sepa cocerla. Ya me ha pasado lo de vender a un restaurante donde no sabían cocinarla bien y que después me llamasen con quejas".