Josefina Matalobos es el claro ejemplo de que la jubilación no entiende de edades, sino de voluntades. "Podes preguntarme a miña edade, outra cousa é que cha diga porque iso non é importante", responde con una sonrisa a la pregunta más indiscreta, así que nos quedaremos sin saber cuántos años han pasado desde que Josefina dejó atrás los 65. Lo que sí admite es que "mentres a cabeza funcione e eu aguante aquí seguirei", aunque tiene hijos y nietos que, por ahora, aseguran que se harán cargo de la tienda cuando ella decida dejarlo.
Cestigar es un pequeño refugio artesanal en la rúa Real de Pontevedra, una de las calles más hermosas de la ciudad y en la que quedan todavía algunos de los negocios históricos de la Boa Vila. La cestería de Josefina es uno de ellos, abierto desde 1975 y con un característico olor a mimbre que demuestra su autenticidad. A pesar de que la misma calle albergaba varios negocios similares, hoy Cestigar es la última cestería de Pontevedra.
La aventura de la última cesteira de la capital de la provincia empezó hace más de tres décadas de la mano de su marido, Jesús Martínez. "Sen mirar os papeles non sei dicirte canto tempo levo aquí, pero trinta e algo de anos seguro", reconoce, aunque en un principio recogieron el testigo de un local cercano, mucho más pequeño que el que tienen actualmente. Su marido, cuenta, vendía productos artesanales a cesterías y otras tiendas, por lo que cuando se enteró de que traspasaban Cestigar decidió quedársela. Algunos años después cambiaron a su local actual, "moito máis grande", porque las ventas iban bien.
"De momento estamos abertos"
La cestería es un negocio muy especializado, aunque Josefina explica que trabajan el mimbre en todas sus formas. La tienda es una suerte de almacén en el que hay muchísimo más que cestos: sombreros ahora que se acerca el verano, bolsos y pai-pai, cestos de todas las formas y tamaños, elementos de decoración y muebles también de todo tipo. Además, dispone de varias piezas de vajilla de barro, así como figuras decorativas e incluso juguetes de muchas clases.
Quizás esta variedad sea la culpable de que el negocio vaya bien, puesto que tienen clientes de todas las edades y todos los gustos. "Entra moita xente no día pero compran soamente algúns: hai días que vendes máis e días que vendes menos, como en todos os negocios, pero de momento estamos abertos", reconoce Josefina, que admite que en los últimos años están "máis ou menos".
Lo bueno que tiene la cestería, explica, es que el mimbre es muy difícil de vender si no es en persona, por eso el repunte de las compras por internet no les ha hecho mucho daño. "A xente sigue vindo porque hai moitos tipos de mimbre e só si o ves en persoa sabes si é bo ou é malo, é un produto que é mellor ver ao natural", asegura. Todo el producto que tienen en la tienda, además, es artesanal y de procedencia nacional: "debe ser moi mala de inventar a máquina de facer cousas de mimbre porque aínda non existe", ríe Josefina.
Sea de la forma que sea, ella vende "de todo a xente de todas as edades", incluyendo a los niños que acuden a Cestigar a comprar trompos, canicas o juguetes de mimbre. En verano, reconoce, es cuando más se vende, porque el aumento de turistas en la Boa Vila hace que también aumente el flujo de gente a su tienda y así pueda aprovechar ese tirón. "Non hai un produto que se venda máis que outro, pero os estacionais tiran moito claro", dice en referencia a los clásicos sombreros y bolsos que triunfan en verano.
Después de treinta años, la incombustible Josefina sigue recibiendo a cada cliente con la misma alegría, escuchando su radio de fondo cada tarde rodeada de mimbre en la última cestería de Pontevedra.