Todo empezó en el año 2019, cuando cinco amigos con muchas ganas de emprender decidieron "lanzarse" y fundar una empresa con la ayuda de la aceleradora Business Factory Food, de la Xunta de Galicia. Rubén Recamán, Fernando Castro, Pablo Moure, Jaime Moure y Pablo Domínguez comenzaron en aquel momento una investigación de mercado que los llevaría, sin saberlo, a ser pioneros en Galicia en el sector de la alimentación a base de insectos.
Galinsect nace de las ganas de emprender de estos cinco gallegos, que pertenecen a sectores diferentes, ninguno de ellos relacionado con la alimentación ni con la agricultura. "Teníamos la intención de lanzar nuestro propio proyecto común y con BFFood nos atrevimos", cuenta Rubén Recamán. Con mucho trabajo y, sobre todo, mucha investigación, los emprendedores llegaron a la conclusión de que "lo que iba a tener sentido y a ser económicamente viable sería un proyecto orientado a la economía circular y a la revalorización de los residuos vinculados al sector primario".
De hecho, explica, estudiaron varios proyectos interesantes, pero desde el punto de vista del desarrollo de negocio, "lo más factible era la cría de insectos". Así que, con una idea que suena un poco a locura, fundaron una empresa "para la que en 2019 ya había nicho y la demanda superaba a la oferta".
Proteínas, grasas saludables y vitaminas
Rubén Recamán explica que los consumidores de este tipo de producto son, principalmente, las mascotas y animales domésticos. "El sector avícola es también un gran consumidor, por eso desde el inicio nos focalizamos en producir proteína para ganadería, acuicultura y pet food".
Explica que, tras la exhaustiva investigación inicial, decidieron especializarse en la cría de Tenebrio Molitor, comúnmente conocido como gusano de la harina, por su alto valor proteico y la posibilidad de aprovechar los subproductos de la industria alimentaria. "El proceso está basado en la economía circular: nosotros aprovechamos el gusano de la industria y devolvemos sus heces, que funcionan como abono".
Asimismo, el elevado valor nutricional de este insecto en concreto, lo hace idóneo para lograr el éxito de la empresa. "Tiene un perfil nutricional muy parecido a cualquier proteína animal, como el pollo o la ternera: el insecto vivo tiene más de un 20% de proteína, un porcentaje elevado de las llamadas grasas buenas (poliinsaturadas, monoinsaturadas y omegas 3 y 6), algo de fibra y todas las vitaminas", cuenta. Además, no contiene carbohidratos.
Por el momento, el pet food (mascotas) es el sector que más demanda este tipo de producto, aunque las granjas de aves y el sector porcino están comenzando a introducirlos en las dietas de los animales. "No viene a sustituir la proteína de soja que llevan los piensos, sino que funciona como complemento nutricional que fomenta la mejora del sistema inmune y favorece el rápido desarrollo del animal", asegura Recamán. "Además, es un alimento que se puede aplicar en agricultura ecológica porque no introducimos químicos: se alimenta de cereales, hortalizas y frutas".
Explica también que están tratando de posicionarse como el sustituto de las harinas de pescado, una proteína muy utilizada en acuicultura. "Por ahora nuestros precios son demasiado elevados y no es posible, pero es un objetivo que ya tiene la Unión Europea y que es muy lógico, porque dejaría de alimentarse al pescado con pescado".
Granjas verticales
Como es lógico, una granja de gusanos ocupa mucho menos espacio que una granja de aves o de cerdos. En Galinsect cuentan con bandejeros verticales que permiten la cría "de entre una y dos toneladas de insecto al mes", dice Rubén Recamán. "Es un producto que permite producciones industriales y una alta escalabilidad, aunque la ganadería es muy demandante y estamos trabajando para producir todavía más cantidad".
El proceso de cría, no obstante, es más complicado que en los mamíferos o las aves, porque los tiempos de desarrollo no están tan definidos. "El gusano es, en realidad, el estado larvario del escarabajo de la harina, y es esta larva lo que se comercializa", dice Recamán. "El problema es que hay mucha variabilidad y desde la semana 14 hasta la 20 no sabes cuándo va a pasar de larva a escarabajo". Por ello, comercializan las larvas de menos de 14 semanas, aunque reservan un 10% para la reproducción y el mantenimiento de la colonia.
Además de el control exhaustivo de la colonia para que no excedan la maduración, Galinsect realiza investigaciones de I+D constantes y ahora mismo están inmersos en la iniciativa Bioproinsect, junto a la UVigo y a Feuga. "Es un proyecto muy interesante porque estamos investigando cómo separar los componentes nutricionales de los insectos para producir alimentos libres de quitina, a la que son intolerantes muchos animales", dice Rubén: "si lo logramos podríamos ampliar nuestro espectro comercial".
Los humanos, ¿para cuándo?
Para los socios de Galinsect, "el sector humano es superinteresante", aunque muy complicado todavía. "Ya existen leyes europeas, pero la legislación nacional todavía se está desarrollando y acomodando los procedimientos para permitir introducir estos productos en la cadena de alimentación humana".
A esto hay que sumar, sin duda, la barrera cultural. "Pensamos que en 2023 la harina de insecto podría entrar con fuerza, pero sería en forma de producto transformado, barritas proteicas o harinas, formatos en los que no se vea el insecto", reconoce Recamán. "Culturalmente hay que ir entrando poco a poco y rompiendo esa barrera".
Por el momento, los objetivos de Galinsect a medio plazo empiezan por convertirse en biorrefinería, algo que actualmente ya trabajan al utilizar subproductos de la industria alimentaria como sus materias primas y devolver a la agricultura sus propios subproductos. Asimismo, siguen investigando el modo de criar y transformar el insecto para escalar el modelo de negocio, algo en lo que, aseguran, "ya se han interesado varios socios de financiación".