Nuestro invitado de hoy es un empresario y divulgador sobre la felicidad. Su vocación se resume en conseguir que todos seamos felices en el trabajo, creando los mejores lugares para trabajar.
La felicidad es uno de los grandes temas de la humanidad. ¿Es un estado? ¿Es un evento? ¿Depende de nosotros? Todas estas preguntas las abordaremos con Antonio Rodríguez, CEO de Efficient Happiness.
En tu nuevo libro Felicidad Eficiente afirmas que el 85% de las personas se declaran infelices en el trabajo ¿Estamos en una pandemia de la infelicidad?
Que juzguen los lectores.
Además del dato que comentas, fruto de en un estudio realizado por una conocida consultora en más de 100 países, las pérdidas mundiales por bajas laborales causadas por problemas de salud mental ascienden a varios trillones de dólares, el riesgo inminente de burnout mundial está en torno al 50% y un 70% de la gente está en búsqueda de un trabajo con propósito. Estos dos últimos datos fueron expuestos en el Foro Económico Mundial.
Aparte de ello, miremos alrededor y valoremos. ¿Cuántas personas están deseando que llegue la hora de salida del trabajo, el fin de semana o las vacaciones? ¿Cuántas dicen "estar de lunes"? ¿Cuántas se quejan del día a día, de sus jefes, compañeros o equipos? ¿Cuántas desearían hacer otras cosas o dicen estar perdidas?
Al menos, por mi experiencia, estamos rodeados de casos que lamentan gran parte de su tiempo laboral por distintos motivos, externos e internos. En clientes vemos que nuestro trabajo es muy bien recibido, casi como una terapia emocional, lo que denota necesidad de un balón de oxígeno. No olvidemos que trabajamos más de un tercio de la vida, por lo que resignarnos ante una parte tan extensa me resulta irracional.
La buena noticia es que, con poco, individualmente podemos revertir esta situación.
¿Dónde debe el ser humano empezar a buscar la felicidad?
La respuesta corta es dentro de sí mismo y en hacer el bien.
A partir de aquí, podemos entrar en la subjetividad de cada individuo, pues cada uno de nosotros tenemos nuestra propia definición de felicidad, una que hemos de encontrar.
Hay corrientes que defienden el materialismo y que someten su felicidad a los bienes materiales. Está bien, pero implica grandes riesgos porque su ausencia o no consecución te lleva a la infelicidad. Depender de lo externo y lo incontrolable te convierte en marioneta del destino.
Para mí, la felicidad tiene dos grados: primero, la felicidad macro, un estado en el que existe una correspondencia entre quien soy y lo que hago, dándome paz y coherencia aún en los momentos difíciles; segundo, la felicidad micro, instantes que pueden resultar minúsculos pero que me hacen conectar plenamente con el momento, como disfrutar de un helado, un simple paseo al lado del mar o la mirada de mi hija en silencio.
Lo que sí puedo afirmar es que su búsqueda debe pasar por un proceso de autoconocimiento que te lleve a tu respuesta particular, una que, probablemente, te revele tu motivo superior para vivir, un sentido de vida y de propósito que no deje cadáveres por el camino.
La felicidad no es un destino, es una forma de vivir e, incluso, una habilidad que ha de entrenarse, como dice mi querido Dr. Arthur Brooks de Harvard.
Todos queremos ser felices, pocos dicen conseguirlo. ¿Buscamos en los lugares acertados?
Probablemente no, ya que no realizamos el ejercicio profundo de autoconocimiento que comentábamos.
Si compramos los conceptos de felicidad que nos venden, construimos modelos de vida al albur de otras personas o marcas, sin preguntarnos qué hay de nosotros, de nuestra opinión y concepción del mundo.
En estos años he visto, por un lado, cómo hay quien está viviendo una vida a la que ha llegado por inercia y, cuando se detiene a pensar sobre sí, entra en crisis existencial.
Por otro lado, no tantas personas están dispuestas a conocerse de verdad porque es doloroso, da miedo e implica descubrir posibles fantasmas que no nos gustan. Pero es lo único que funciona para construirte conforme a quien realmente eres y entender tu razón de ser, aquello que te mueve aun en los momentos de mayor cansancio.
Sólo sabiendo quién eres podrás entender qué es la felicidad para ti.
Y si a ello le añades que Harvard nos demostró en su estudio más longevo sobre felicidad que la encontramos en las relaciones humanas de calidad, obtenemos la guía perfecta.
De hecho, es curioso cómo tres de los principales lamentos antes de morir sean el no haber sido más felices, no haber sido más fieles a nosotros mismos y no haber pasado más tiempo con nuestros seres queridos.
¿Cómo influye la felicidad en el trabajo y cómo influye el trabajo en la felicidad?
Las estadísticas nos muestran que una persona feliz puede ser un 88% más productiva, puede tener un 50% más de sentimiento de pertenencia y un 65% más de energía para trabajar.
Más allá de los datos, nuestros clientes nos han revelado que, aparte de batir récords de facturación, sienten que se quieren más como equipo, que están más unidos, que son mejores personas, que viven mejor con sus familias y que donde antes había reactividad ahora hay proactividad para sumar.
Por otro lado, la actividad profesional va a hacer que tus niveles de felicidad sean unos u otros. Recuerdo un estudio de la Universidad de Camberra que nos demostró que tener miedo en el trabajo es tan malo o peor que estar sin trabajo.
El trabajo dignifica y nos ayuda a dar sentido a nuestros días, pues los motivos por los que trabajamos, por muy variados que sean, tienen un fin más allá de ganar dinero, algo que ni cuestiono porque va implícito en toda relación laboral.
El trabajo forma parte de la vida, lo necesitamos para salir adelante, siendo importante comprender que la dicotomía vida personal y profesional no existe, ya que no somos dos personas sino una. Lo que te sucede en el trabajo te afecta en los otros ámbitos de la vida y viceversa, ya que las emociones te acompañan allí donde vas aunque no desees mostrarlas.
¿Influyen los valores y principios personales en nuestra felicidad?
No tengo ninguna duda. El tema es cuántos de nosotros conocemos nuestros valores y principios reales. No los que nos gustaría tener, sino lo que tenemos.
Decimos ser honestos pero a veces engañamos o decimos ser íntegros, pero no cumplimos con la palabra. Nuestros comportamientos revelan nuestros verdaderos valores y son los que nos ayudarán a saber si debo cambiar de dirección o no.
Los valores determinan la manera en que vivimos, son como nuestro libro de estilo de vida.
Si mi idea de felicidad está basada en tener una vida alineada con lo que soy, mis valores marcarán el camino para construir ese tipo de vida. Asimismo, puedes tener la misma definición de felicidad que yo pero regirte por valores distintos, los que harán que tu ruta sea diferente porque tus formas de hacer lo serán.
Sí hay dos cosas que tengo claras. La primera es que ser mala persona nos impide ser felices y, la segunda, es que hay un valor que me resulta universal que, sí o sí, contribuye de forma positiva y objetiva a la felicidad de cualquiera: el amor. Para mí, el valor más importante.
¿Está el sistema educativo actual adaptado para activar vocaciones que nos hagan ser más felices en el trabajo?
Rotundamente no.
Estoy inmerso en un precioso proyecto en el que me encargo de elaborar contenido académico para trabajar el sentido de vida y la felicidad en las escuelas que me permite comprobarlo desde hace años.
Primero, hay que entender que el sistema está mal en cuanto a contenidos docentes y en cuanto a que los propios profesores no saben cómo ayudar. Es más, muchos de éstos dan clase por descarte, sin vocación de servicio, cuando la educación es la base de una sociedad próspera y su misión debería ser la de crear personas buenas, justas, íntegras, autónomas y libres.
En segundo lugar, muchos padres tampoco tienen herramientas que faciliten que sus hijos encuentren su vocación. No obstante, cuando les preguntas, lo que más desean es que sean felices en la vida.
En tercer lugar, las vocaciones pueden ir modificándose a lo largo de la vida, fruto de conocernos más y de vivir nuevas experiencias.
El problema es que muchos alumnos están perdidos desde el inicio porque no se les enseña a resolver profundamente las cuestiones sobre su futuro. Sí, todos acaban decidiendo una salida, pero muchos lo hacen por presión familiar, por descarte, por hacer algo que todos hacen o porque creen que la elección tiene futuro, sin sentir que haya algo que les llame.
Luego entran en trabajos que les van apagando, por muy bonitos que se vean con, incluso, buenos sueldos y buen trato, porque simplemente no le ven sentido o no les provoca ilusión.
Yo lo viví. Empecé a trabajar de abogado y luego entendí que si seguía con esa vida, una que no iba conmigo, hubiera sido víctima de la depresión, así que decidí cambiar y dedicarme en cuerpo y alma a lo que hago.
Recientemente, un lector me escribió relatando que tras décadas trabajando en una multinacional había decidido convertirse en misionero y ahora es plenamente feliz.
Mi mensaje es que nunca es tarde para agarrar las riendas de la vida, que por mucho que hayamos dedicado años a algo que no nos gusta, dediquemos el futuro en construir esa coherencia que nos permita mirarnos al espejo y reconocernos completamente. De hecho, a los alumnos siempre les pido que tengan una pregunta presente: ¿si murieras mañana, morirías feliz?
Respuestas cortas:
Lo primero que hiciste esta mañana
Dar un beso a mi mujer.
¿Unas vacaciones de un mes o cuatro de una semana?
Ambas. En este momento vital, cuatro de una semana.
¿Permites el teletrabajo?
Desde que emprendí con Efficient Happiness en 2018 sólo teletrabajamos porque el tipo de negocio lo permite, aunque el modelo híbrido es el mejor porque incluye el contacto físico, esencial para tejer y estrechar relaciones genuinas.
Un sinónimo de felicidad
No hay. Hay quien habla de paz, otros de plenitud o de coherencia. Es una palabra tan poderosa que merece su autonomía en nuestro lenguaje.