El eco de los aplausos

El eco de los aplausos

La tribuna

El eco de los aplausos

Una breve reflexión sobre el impacto de la pandemia y el confinamiento y cómo lo inusual de lo vivido hace a veces recordarlo como algo muy lejano y casi onírico

30 octubre, 2021 12:01

Todas aquellas semanas en las que la mayor parte de los ciudadanos de este país estuvimos encerrados en nuestra casa, y aquel 14 de marzo de 2020, siguen de alguna manera presentes. Hay conversaciones (por suerte ya cara a cara con amigos, familiares o conocidos) en las que se recuerdan anécdotas de aquel tiempo, y aunque no es algo de un pasado lejano, en la mayoría de ocasiones lo parece. 

Se comentan, muchas veces entre risas, gran cantidad de situaciones curiosas que se vivieron en tantos hogares (bañeras que fueron piscinas, pasillos como pistas de patinaje o los chefs y bizcochos que acabaron con la levadura de toda España) pero, normalmente, una nebulosa lo traslada a algo sucedido como en otra vida, casi como si hubiera sido un sueño.

Esta semana, sin embargo, un hecho del azar me transportó, o más bien arrolló, hasta el pleno confinamiento con una claridad que fue una auténtica sorpresa. 

Sé que no se vivieron igual las 20.00 horas en todas las casas ni en todas las calles, pero en la mía, con una niña de 3 años y otra de menos de uno, era un momento crucial. Tocaba abrir nuestro minúsculo balcón de un cuarto piso, respirar aire fresco, aplaudir, sonreír a los vecinos, saludar y bailar. En nuestra calle, los aplausos iban seguidos de 15 minutos de música. Música para el corazón.

Hicimos coreografías que bailaban personas de todas las edades a lo largo de toda la manzana (podríamos haber ganado un concurso de tanto repetir y repetir día tras día…). Además, tuvimos la suerte de que la música salía del balcón de un vecino del edificio de enfrente por lo que el sonido nos llegaba con mucha calidad. ¡GRACIAS! 

Requería un pequeño montaje aquella música que nos alegraba el alma, y no dudó aquel hombre en hacerlo, por el bien de todos, durante todas aquellas semanas. Había hasta peticiones y celebraciones de cumpleaños.

Esta semana me encontré en la calle, en nuestro barrio, a uno de aquellos vecinos a los que tanto saludamos y sonreímos ¡sin mascarilla! de balcón a balcón, y que vivió más de cerca que su propia familia los primeros pasos de la pequeña de la casa, que salió del confinamiento sabiendo andar. Me preguntó por las niñas, cruzamos dos comentarios breves y continué mi camino hacia la guardería, pero con un nudo en la garganta que me costó sobrellevar… Tuve que tragar saliva varias veces y me invadió una emoción que, en realidad, no forma parte de mi día a día, pero que me hizo pensar. 

Quizás el eco de los aplausos no esté aún tan lejos. Y lo que es seguro, es que no fue ningún sueño.

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