Déborah Fernández-Cervera.

Déborah Fernández-Cervera.

La tribuna

Todos somos Déborah

El fallecimiento de la joven viguesa dejó una herida que muchos seguimos sintiendo dos décadas después. Su familia clama justicia. ¿Llegará?

29 enero, 2022 10:44

Yo conocía a Déborah. Era una persona de mi entorno, de mi círculo, como se suele decir. Y aunque no es en absoluto comparable al dolor y la forma de vivir algo así de los suyos, ese círculo más amplio sentimos también esa pérdida como parte de nuestra vida, como algo que, inevitablemente, forma parte ya de quiénes somos.

Con la desaparición y muerte de Débora sucedió algo similar a otros momentos fatídicos de nuestra vida, cosas que te marcan y que, aunque pasen los años, o décadas, no puedes olvidar. ¿Recuerdas exactamente dónde estabas el día que cayeron las torres gemelas? Aquel golpe al primer mundo que nos hizo sentir vulnerables, aquellas imágenes impactantes que nunca borraremos de nuestra memoria. 

Yo recuerdo dónde estaba el día que me enteré de que Déborah había desaparecido, y recuerdo, también con exactitud, dónde me encontraba cuando supe que había aparecido muerta, desnuda en una cuneta. ¿Cómo se encaja eso con 20 años? ¿Cómo se encaja a cualquier edad?

De cuando se hacían fotos con carrete, tuve una durante años que ya no olvidaré, una foto con Déborah de un fin de año desayunando en una cafetería de Urzaiz. Guardo ese recuerdo de ella, y sé que no se irá. 

En unos meses se cumplirán 20 años de aquel dolor, de aquel impacto que nos dejó en shock a todos los que la conocíamos. Recuerdo, en aquellos años de juventud, pensar que nadie había sido detenido, que convivíamos con el responsable de aquellos hechos imperdonables. Estar en bares abarrotados y pensar: "podría estar aquí". Tratar de ponerse en la piel de su familia entonces era desgarrador. Ahora, con dos pequeñas en casa, se me parte el alma si cabe más aún. 

Hoy, 20 años después y a punto de prescribir el crimen de Déborah (que, por cierto, el hecho de que los asesinatos prescriban es algo que no logro comprender), su familia sigue sin respuesta, sin justicia y casi sin aliento. ¿No es suficiente el dolor? ¿Es necesaria también esta ardua lucha para que se haga justicia? 

El futuro es incierto, impredecible, pero el cariño a su familia, aunque sea en la distancia, es incondicional. A Déborah no la olvidaremos nunca. Todos somos Déborah. 

Hospital Povisa de Vigo.

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